CAPÍTULO 4

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Cuando Cristóbal Jembell se enfrentó a la mismísima muerte, para salvar su probidad y moralidad al resguardar la seguridad del eterno amor de su vida, pudo pasar desapercibido el hecho de que esta solo se reía de él como si de un payaso de feria se tratase.

Escondidos en la llamada ciudad del olvido, Wever, se hallaban Cristóbal y Raúl; intentando no formar parte de falsedades indiferentes a su verdadera situación.

Desde el verano de dos mil trece ambos hombres se habían declarado estúpidamente enamorados y condenados a esconderse para una vida plena.

A diferencia de Romanaik, que todo con una explicación lo permitía; en Lazuven el amor entre dos seres de igual género era inasumible de cualquier forma, y obstaculizado para no generar supuestos resquebrajamientos en la sociedad.

En Wever estaban las cárceles de Lazuven, el ejército nacional y las deprimentes funerarias que cada día se llenaban más de desdichas.

El profundo deseo que dos hombres residentes de tan desgraciada ciudad podían tener por huir a Romanaik era tan grande, que sin querer era capaz de derrumbar las fronteras de lo prohibido, o más bien, intentar cruzarlas sin éxito.

Luego de la lucha que Cristóbal tuvo con el cielo y el infierno, gracias a que su amor también era prohibido por la religión; decidió volver a la vida sin importar con que fuerza el infierno lo llamara para cumplir por su pecado.

Raúl estuvo esperando a su amado con los brazos abiertos, porque de algún modo sabía que volvería por él sin importar que la mismísima muerte interviniera en dicha atracción.

No era la primera vez que por amor se destrozaban las barreras, que por amor se enfrentaba a la defunción y que por amor la dictadura temía perder.

Cristóbal también era salvación, su amor por Raúl lo era.

En esta historia el amor era, a su pesar, uno de los pilares más importantes del drama; sin embargo, ese capricho tan fuerte y tal vez dañino que sentían esos dos hombres el uno por el otro, era lo suficientemente estoico como para cambiar el rumbo de cualquier pronóstico emergente.

El amor a la familia también es importante, Lewis.

El amor que representas es insensato, Lena.

Y el amor a uno mismo es totalmente necesario, Alma.

En el cielo se iniciaba, junto a un ritmo instrumental, una confusa guerra contra la inexistencia del inframundo eterno. Un Dios se enfrentaba a sus querubines con música y manifestaciones de esperanza hacia su pueblo, lo malo vendría y traería la luz ficticia y plena.

Desde que aquel ángel, sumido en el fuego del despotismo, se había inundado de una tristeza tan grande; capaz de llenar el charco bajo sus pies de luminiscencia, puso su fe en ella, en cada uno de sus movimientos y caricias sublimes dirigidas a Henzel.

Cuando un torbellino de mujeres salieron a las calles para reclamar sus derechos en contra de la sociedad machista y opresora, la propia Lena tenía miedo de no creer en esas cosas, de su ignorancia y supuesta sencillez de creencias; no le gustaba saberse sombría por la dominación de otro simple ser humano, pero tampoco capaz de exigir de tal manera tan arrebatadora un par de derechos que en Lazuven no le serían otorgados.

Aún así; no rendirse era de valientes.

Henzel miraba la situación desde la ventana de su habitación, pensando en que Lena no sería capaz de algo como eso, gracias a su grado de desaliento por la humanidad; su respuesta fue obtenida cuando un par de golpes indecisos tocaron su puerta y bajó a recibirla junto a su madre que luego de tanto tiempo mucho cariño le había tomado.

La pequeña Lena entró a la casa con sus ropas sucias, despeinada y una mano lastimada producto de todo el revuelo de allá afuera. Gretel, la madre de Henzel, cambió su ropa, la dejó bañarse, la alimentó y cuidó su muñeca con mucho cuidado de no lastimarla más; dándole la esencia de la verdadera Lena, el néctar exquisito de una chiquilla Lazuvense con delicados rasgos Romaiks y soñadora actitud enamorada.

Henzel, por el contrario, miraba a su madre trenzar el cabello de la más hermosas de las niñas, por más macabro que fuera ese aterrador pensamiento.

Sangre de mi Estirpe (#1 SDME)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora