Hace millones de años, tal vez antes de que nosotros como seres humanos tuviéramos la oportunidad de formar parte de la vida; un ser que todo lo puede, un Dios supremo, decidió hacer de su voluntad creando una raza celestial.
Cuando se dio expansión con la creación del linaje, ese Dios satisfecho de su trabajo estableció también al mal; únicamente para que los creyentes y no creyentes propagáramos y ampliáramos nuestra fe.
Dos mil quince seguía albergando muchos más secretos de los que cualquiera tendría la capacidad de siquiera sospechar. Muy lejos pero a la vez tan cerca de la realidad de Lena, estaba la resquebrajada familia Ferdplace, en su habitual desayuno de fin de semana.
Anastasia pensaba desalentadoramente en el hecho de que ahora parecía estar sola con sus hijos, sin amigos y posiblemente viuda; con miedo a que alguna desgracia sucediera y nadie fuera capaz de resguardar su seguridad y la de sus niños.
Lewis ya era un hombre, pero su posición como madre le hacía imposible pensar que él pudiera protegerla en una situación deprimente; sin embargo, más tarde se daría cuenta de que si podría asistirla en otros compromisos de su esposo.
El desayuno pasó sin muchos imprevistos ni conversaciones animadas, más bien serias por la aparente muestra de cariño de Lewis, que demostraba ser más que por obligación que por verdadero afecto.
El verdadero amor no debería ser juzgado por la ley, pero de todas formas la ley no era Cupido para reconocerlo. Desde tiempos remotos una cantidad de amantes habían dejado de serlo solo por motivos penados.
Naswi, por ejemplo, nació bajo una circunstancia deplorable, producto del miedo que sus padres tenían de que su amor fuera encerrado tras las celdas del bovino opresor sin ningún tipo de decoro, integridad o sentido común.
Justo ese día que los preparativos navideños iniciaban por parte de la familia Ferdplace, se escuchó, en una mansión más que reconocida, el sonido de un arma y de un grito ensordecedor; más tarde, en las noticias se revela el asesinato de Agatha Blair.
Agatha Blair, esposa de Ramón Pecot, autonombrado presidente de Lazuven.
Un luto estricto llenó el ambiente navideño de Lazuven durante el transcurrir del diecisiete de diciembre de dos mil quince, que terminó sin investigaciones luego de que Ramón Pecot declarara culpable a su cuñada Jenni Blair.
Con cuarenta y ocho años y una joven hija, Agatha pasó solo al recuerdo de lo que fue una vida presidencial feliz por la tiranía, y de lo que sin demora alguna ocasionaría una posible masacre, según Vivy, claro está.
Vivy Pecot tenía una rara afición con cartas, muñecos sangrientos y pócimas mágicas que acompañaban a una gran bola de cristal con la capacidad de contarle todos los secretos de la existencia misma.
Vivy era hija de Agatha y Ramón, una pequeña ternera sin remordimiento de lo que a su alrededor pasaba, porque su alma era tan ingrata como despreciable.
Un turbio futuro venía en camino para las diferentes familias. Lena solo podía imaginar la planicie de un inicio sin fin.
— Fue una buena mujer.
Anunció Lewis leyendo el periódico del día después, con tristeza fingida; más allá de su madre que caminaba siguiéndolo de la mano de Alma.
— Estoy seguro de que Jenni no fue la culpable.
Cerró el diario y lo tiró al basurero, pero tenía razón; alguien más de la casa de la res se ocupó de ese encargo, tomando en cuenta la cantidad exuberante de secretos que Agatha podría guardar sobre su ilusoria entereza.... No sonó como algo descabellado.
Somos solo un montón de animales buscando entenderse, buscando paz en la guerra que he impuesto.
ESTÁS LEYENDO
Sangre de mi Estirpe (#1 SDME)
Mystery / ThrillerEn Lazuven se solventan una serie de hechos provenientes de una dictadura que está siendo mal ejercida. Lena quiere ayudar de alguna manera, hacer algo por alguien o simplemente por si misma, pero de todas formas no es la protagonista de esta histo...