CAPÍTULO 16

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Toda esa serie de acontecimientos anteriormente descritos, desencadenó otro tipo de trágicos sucesos, incluso un poco más contundentes.

Ramón Pecot conoció en el verano de dos mil veinte a su hija, Lena Pecot.

Fue esa tarde de julio que Lena decidió tomar manos a la obra y encaminarse al palacio de Lazuven para la ejecutiva, dónde por supuesto pidió una cita con el señor presidente.

La charla que ambos tuvieron al día siguiente fue bastante desequilibrante, Ramón parecía tener miedo y Lena querer jugar con lo que le prometía; toda una vida asegurada si prometía no contar nada.

Esa misma noche, en un llamado de información Nacional, Ramón Pecot manifestó tener miedo de lo que vendría y que de momento ya no tenía ganas de gobernar.

De seguro eran los nervios de que una niña de la calle demostrara ser su hija.

Y ahora volvimos a esto... la guerra.

Hombres, mujeres, niños y ancianos salían a la calle con banderas del país para protestar, en un acto masoquista, el hecho de que su presidente ya no quisiera gobernar.

Se veían los disparos y las bombas volar por todos lados, en un desesperado intento de dañar a alguien.

Pasaron doce días en esa agonía, de todas formas era impensable que algo cambiase. Ramón Pecot estaba rendido por una niña de quince años, que supo dejar un final abierto para manejarlo a su antojo siempre que pudiera, por tener la desgracia de ser sangre de su estirpe.

Por esos días en todo Lazuven la calidad de vida bajó notoriamente, las personas comían en la calle más que nunca, las leyes eran inservibles y la dictadura ya no ejercía su función, era simplemente un país con un gobierno fantasma.

Una vaca fantasma.

Romanaik enviaba ayuda a como podía, recibía a niños en su país sin tener el certificado legal de viaje y cada vez las cajas de comida que llegaban a Lazuven eran mayores.

Sangre de mi Estirpe (#1 SDME)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora