CAPÍTULO 10

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Cristóbal y Raúl se hallaban escondidos detrás de una vieja cabaña, luego de caminar por el mercado de Wever en busca de más comida y que un oficial los mirara sospechosamente antes de correr para atraparlos.

— Cristóbal... tengo miedo.

Raúl estaba preso de una angustia inexplicable, no quería que ni él ni el amor de su vida fueran a parar al calabozo, todo por incumplimiento de una injusta ley que no tenía ni fundamento.

— Todo va a estar bien —El mayor revolvió el cabello rizado de Raúl— Todo esto que nos aqueja pasará en su momento y volveremos a una verdadera realidad sin luchas ni problemas.

La determinación en la voz de Cristóbal conmovió al pequeño pelirrojo, que se sonrojó al pensar en los sacrificios que hacían diariamente para salvar su relación, por ambos.

Salieron de su escondite unos minutos después y caminaron hasta su pequeña casita escondida en un claro del boscoso norte de Wever, entraron y suspiraron exasperados de la desconfianza que les traía el hecho de que por alguna razón, llegaran a perderse.

Cristóbal estaba más que enamorado de ese chico, que a pesar de ser solo dos años menor, lo sentía como un niño; con miedos, ternura y jocosidades propias de uno.

Raúl era mucho más bajo que Cristóbal, era un Romanaik con toda la esencia de la palabra; cabello rojo y rizado, tan alborotado como ese viento que era, para su desgracia, una profunda tristeza en algunas ciudades; ojos tan violetas como los de un ángel que desea visitar la tierra y piel tan clara que era imposible no verlo en la oscuridad.

Todo el conjunto del cual Cristóbal había caído.

Tomados de la mano se volvieron a mirar directamente a los ojos, como hasta hace un rato no lo hacían, pensaron lo que más amaban del otro y soltaron unas burlonas sonrisas, como si les hubiera llegado el claro mensaje.

Se amaban tanto, que algunas veces no necesitaban demostrarlo visiblemente.

Lastimosamente, ni lo más amado lograba encontrar la forma de satisfacernos sin salir un poco perjudicado de todo, o bien haber luchado bastante por una ardua extensión de terreno; nada fácil ante los novatos.

Los sueños tienen que ser luchados para ser obtenidos.

Y la frustración llorada para ser entendida.

Sangre de mi Estirpe (#1 SDME)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora