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– ¿Os vais a quedar ahí, todo el tiempo? – primer día de trabajo en la cafetería para Danny y Scott. Después de montar su piso, ellos no querías estar siempre dependiendo del dinero que le daban sus padres, (que en verdad era una buena suma de dinero). Ellos decían que quería que el dinero que tuviesen fuera porque ellos mismo se lo hubiesen ganado, así que, un par de controles mentales y un par de chicas rubias enseñando el canalillo, consiguieron tener el trabajo.

– Hemos venido antes para enseñaros como se hace. Tenéis que tratar con los clientes como si fueran amigos pero sin llegar a pasarse. – dijo Thalía mientras las demás la mirábamos.

– Bien, ¿Cómo se hace eso? – dijo Danny mientras nos miraba. Entonces, le quité a Danny su delantal y mientras llegaba a la barra, me lo puse. Todas se sentaron en una mesa que estaba justamente en frente de una ventana y observaban cada paso que daba. Me puse bien los pelos, me relaje y como si fuese yo las camarera, cogí el boli, el cuadernito y me acerqué a la mesa donde estaban mis hermanas y mis dos acompañantes.

– Hola, buenas tardes. Mi nombre es Jennifer, y voy a ser vuestra camarera. ¿Qué desean tomar? – dije mientras todos me miraban. – ¿Veis? No es tan difícil.

– Vale, me toca.– dijo Scott haciendo lo mismo. – Holas chicas, buenas tardes. Mi nombre es Scott y seré vuestro camarero. ¿Que desean tomar? – dijo el medio tranquilo, medio nervioso.

– Queremos un trozito de ti. – dijeron dos de mis hermanas. Si Scott de por sí ya estaba rojo y algo nervioso, ahora se le podia comparar con una locomotora.

– ¡Qué malas sois! – dije levantándome y posando mis manos en los hombros de mi amigo. – Pero, por desgracia, te puedes encontrar muchos casos así. – dije mientras todos reíamos.

– Veo que mis chicos nuevos, son muy puntuales. – dijo el jefe de la cafetería. – A ver de lo que sois capaces.

El día fue transcurriendo tranquilamente, y la mayoría de mis hermanas se fueron marchando. Al final las que quedamos fuimos, Thalía, Laura y yo.

– Lo están haciendo bastante bien, ¿no crees Thalía? – dije mientras le daba un pequeño toque en su codo en el que se apollas su cara. Dejo de mirar a su principito y nos miraba sería.

– Jenny, ¿Por qué te gusta ponerme de los nervios? No sé cuántas veces te voy a decir que ¡no me gusta! – dijo medio gritando. No puede mentirme, puedo leer sus pensamientos.

– Thalía, ¿Recuerdas que puedo leer tus pensamientos? – dije golpeándome la cabeza con el dedo índice. Se puso muy muy nerviosa y medio roja. – Además te recuerdo que no solo son tus ojos quien lo mira. – Y eso fuera lo que hizo que el vaso se colmará.

– ¿Qué quieres decir con eso? ¿Quien coño le ha echado el ojo a mi... A mi amigo? – dijo levantándose de la silla y clavando sus manos en la mesa. Me levanté para quedar a su altura e intentar calmarla. Se que le había echo enfadar pero así, es la única forma de que se de cuenta de lo que está haciendo mal.

– ¡Eh! Tranquila. Si tanto dices que no lo quieres, que en realidad todos sabemos que si sientes por el, ¿Por qué lo niegas? ¡Arriésgate!

– No me puedo arriesgar cuando solo lo conozco de varios meses atrás, además que no veo que tenga ningún interés en mi, joder. – dijo sentándose en la silla apenada. – No creo que sienta nada por mi.

– ¿Sabes que hay una manera de comprobarlo? – y ahora es cuando mi hermana temblaba de los nervios y nosotras (Laura y yo, desde nuestras sillas) abríamos la boca lo más grande que pudimos. ¿Scott acaba de dar una indirecta? Esto promete.

Mientras esperaba la respuesta de mi hermana, nos miraba con seriedad pero a la vez con un toque sexy. ¡Estos hermanos nos tienen loca!

Lágrimas de SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora