3. Divertida amistad.

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La joven de ojos azules apenas había salido de su casa, eran alrededor de las cuatro de la tarde.

El día era muy cálido, y el cielo estaba despejado, apenas y se veía una nube. Ya estaba cerca de la casa de Peridot, o es pensaba, había seguido bien sus indicaciones.

—Cuatrocientos cinco... cuatrocientos siete...nueve ¡aquí es! —se acercó a la puerta, tocó el timbre y esperó.

—Mi mamá ya le dijo que por su culpa se nos acabó al azúcar — abrió la rubia, se apenó al ver a la chica —. ¡Lapis! Perdón, creí que eras la vecina — rió nerviosa.

—Ah, no importa — reía también —. ¿Puedo pasar?

—Sí, sí, adelante.

—¿Hablas con los vecinos? Yo no me llevo bien con ellos — Lapis rió y se quedó frente a la rubia, ya dentro de la casa.

—Digamos que sí — intentó sonreír —. Aunque recientemente tuvimos un problema porque mi perrito anduvo haciendo destrozos en la cuadra...

—¿Tienes un perro? — se mostró emocionada.

—¡Sí! Se llama pumpkin y es una ternura.

—Qué lindo, yo no tengo mascotas...

—¿Por qué?

—Ah, bueno... no soy tan buena cuidando animales — torció los labios —. Aunque sí puedo convivir cierto tiempo con ellos.

—Ya veo... entonces, ¿vamos a la sala?

Lapis asintió y avanzó junto a la rubia, la joven de ojos azules se sentó en uno de los sillones mientras la de ojos esmeralda iba por sus apuntes.

Lapis Lazuli había ido a casa de Peridot para que la rubia le explicara algunos temas de matemáticas y física, materias que realmente se le complicaban a la joven pelinegra.

—Vamos a empezar con las ecuaciones lineales, te voy a explicar y te pondré algunos ejercicios, ¿sí?

—Sí, y gracias por ayudarme con esto, Peridot.

—No es nada — la miró sonriente —. Si puedo hay algo en lo que pueda ayudarte, lo haré con gusto.

—¿Por qué? — la observó con curiosidad.

—Por que me caes bien y... eres la primera amiga que hice en este sitio.

Lapis Lazuli se alegró, Peridot sugirió continuar para no perder nada de tiempo. Pasaron la tarde hablando sobre los temas que habían visto en las pocas semanas que llevaban de clases.

Lapis notó que Peridot era una joven muy inteligente y responsable, le era muy sencillo explicarme aquellos temas que para ella eran un martirio. La pelinegra le llegó a comentar que podía participar en alguna de las olimpiadas del conocimiento que hacían ciertas veces, la rubia se mostró interesada en ello.

Y de cierta forma, Lapis empezó a admirar a Peridot, siendo una persona perseverante y aplicada, cualidades que ella en definitiva necesitaba desarrollar, y pensó que pasar tiempo con ella podía ayudarle. Aparte, la rubia le era agradable.

—¡Peridot, Peridot, Peridot!

—Dime, Sara — observó a la joven, al igual que Lapis. Era una chica más alta que la rubia, castaña y de ojos marrones, delgada.

—Mamá me dijo que ya viene y que quiere ver la casa limpia, pero tengo que terminar mi proyecto...

—Sin rodeos — se acomodó los lentes.

—¿Puedes encargarte de eso? Por favoooor... — juntó sus manos y le miró suplicante.

—Ya qué — rió y asintió.

¿Puedo amarte? | LapidotDonde viven las historias. Descúbrelo ahora