21. No me dejes.

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Lapis Lazuli llegó a la preparatoria con un gran dolor de cabeza.

Todo el fin de semana se la había pasado discutiendo con sus padres, quienes solo la trataban como si fuese una niña caprichosa.

Era injusto, era una buena hija y una buena estudiante, ¿de verdad les causaba gran conflicto que le gustaran las chicas?

Qué fastidio.

—Ey, ey... ¿lista para el festejo de hoy? —Leyla llegó a su pupitre de manera alegre.

—¿Qué festejo?

—El aniversario de la preparatoria, por supuesto —se sentó sobre la paleta.

—Oh, no lo recordaba...

—No te ves muy bien, ¿te pasó algo?

—Es una larga historia —bajó la mirada.

—Pues tengo tiempo.

—Ya sabes, por lo de Peridot —acomodó su fleco—. Mis papás siguen sin tomarlo bien, estoy muy estresada por eso.

—Ah, ya veo —suspiró—. Pero... sabes que fuiste muy valiente por haberles dicho, ¿cierto?

—Eso creo.

—Mantén tu seguridad en ello, no les quedará de otra más que aceptarlo si ven que no estás jugando.

—Puede ser —la miró y sonrió levemente.

—Por cierto, ¿preparada para la competencia?

—¿La competencia? —abrió más los ojos—. ¡Es cierto! No puedo creer que se haya ido de mi mente, en dos semanas el equipo de natación irá a concursar —puso las manos sobre su cabeza—. He estado muy distraída...

—Ya me di cuenta —rió un poco—. ¿Cómo han estado tus entrenamientos?

—Pues bien...

—No suenas muy convencida.

—Nada fuera de lo normal, pero ya sabes, todos tienen expectativas en mí —dejó de mirarla—. Pero Peridot irá a verme, no puedo fallar —sonrió.

—Uuuuy...

—Me avergüenzas...

—Estás tan apenada —rió.

Lapis Lazuli ocultó su sonrisa un poco, pero no reprimiría eso.

Estaba enamorada de Peridot y se sentía maravilloso.

Desde que la había conocido se sentía tan cómoda con su compañía, pero ahora podía besarla y estar más unida a ella.

Sinceramente no imaginaba que pudiese haber algo mejor.

Después de las dos clases que debían recibir, los alumnos comenzaron a a salir de las aulas para dirigirse a la zona en donde entrenaban los de americano, un gran campo en donde habían acomodado distintos puestos y se encontraba un escenario.





—¡Sí! —Leyla brincó de emoción cuando le atinó al blanco.

Lapis Lazuli la acompañaba y jugaba con ella mientras esperaba a que sus otros amigos aparecieran.

La joven castaña recibió su premio y tomó a la pelinegra de la mano para dirigirse a otro puesto.

—Este también es de puntería —dijo su amiga.

—¡Ah! ¡Mira ese peluche!

—¿El alien?

—Sí —sonrió—, a Peridot le encantará. Lo ganaré para ella.

¿Puedo amarte? | LapidotDonde viven las historias. Descúbrelo ahora