Peridot notó algo ese miércoles: Lapis Lazuli estaba huyendo.
No habían hablado de eso, ni siquiera se habían mensajeado.
Por la mañana cuando llegó a la preparatoria la vio, la pelinegra estaba caminando sola en dirección a la cafetería, con un libro en las manos, notó que se había recogido el cabello, como rara vez lo hacía.
Y aunque pareciera una acosadora la observó hasta que entró al lugar, estaba dispuesta a esperar a que saliera para poder hablar con ella, aunque estuviera muriéndose de los nervios.
Pero cuando la joven salió de la cafetería se quedó de pie en el mismo lugar, sabía que la estaba viendo, pero apenas quiso acercarse la pelinegra salió casi corriendo del lugar.
Y algo similar ocurrió en el receso, apenas la había visto salir de su aula la ojiazul había hablado con uno de sus compañeros y bajado de la segunda planta con rapidez.
Y justo ahora que se encontraban saliendo de la preparatoria la pudo ver nuevamente, pero se encontraba platicando animadamente con sus amigos.
Así que lo sabía, Lapis Lazuli no quería verla.
En todo el tiempo que llevaba de saber que Lapis le gustaba se había ocupado en pensar en cosas lindas, en esa rara sensación en el pecho, en cómo le gustaba verla sonreír, en disfrutar de admirar su belleza.
Sólo quería ocuparse en pensar en su risa, su mirada y el tiempo maravilloso que pasaba con ella.
Tal vez debió dedicar más tiempo a pensar lo que realmente pasaría si le declaraba lo que sentía, pues claramente no había considerado lo que ocurría en ese momento.
Y ciertamente lo entendía, no podía pensar en que Lapis se alejaría si todo el tiempo estaban juntas, si se hablaban tanto, si se contaban casi todo.
Si sentía que podía estar siempre con ella.
Entonces se dio cuenta de lo que realmente dolía. ¿Qué iba a hacer ahora? Bueno, tendría que buscar la manera de hablar con ella, las cosas no podían quedarse así.
Pero bueno, sólo había pasado un día y tal vez ella seguía pensando; entonces tenía que calmarse.
Para el día siguiente decidió que no podía apresurar las cosas, tenía que esperar a que ella estuviera dispuesta a hablar.
Aunque realmente cada segundo que pasaba era eterno, y ella no estaba segura de nada.
Y al menos así se pasó el resto de la semana, viendo de repente a la chica y esperando con lo máximo que tenía de paciencia para que ella se animara a decir algo.
Pero al llegar el viernes nada pasó.
Saliendo de su edificio vio a la ojiazul caminando, batallando con su mochila y más libros entre las manos.
Iba sola, y pensó que esa sería una buena oportunidad para hablar con ella, así que juntando toda se seguridad comenzó a caminar en su dirección.
Pero justo antes de llegar, Lapis volteó y ella se quedó paralizada.
Ambas se quedaron en el mismo lugar, viéndose, estando entre todos los alumnos que avanzaban hacia la puerta de salida.
«Siempre se ve hermosa» pensó Peridot, quien bajó la mirada y suspiró.
Cuando por fin la vio de nuevo, Adam estaba llegando con ella y diciéndole algo, tomando sus libros y caminando, Lapis volteó a ver a la rubia unos segundos.
Pero ella se retiró con el joven, quien ya había avanzado unos pasos.
La ojiverde la vio irse, quedándose ahí otro rato más mientras que los estudiantes la esquivaban.
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¿Puedo amarte? | Lapidot
FanficPeridot era su mejor amiga, y ella sólo la quería. Nada más.