11. Cosas que importan.

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Era un día frío, no tan exageradamente. Pero lo estaba y a Lapis Lazuli le molestaba eso.

Con ese clima le molestaba tener que ir al instituto, tener que tomar un baño, cambiarse de ropa, todo en realidad.

No le parecía tan agradable sentirse entumecida todo el tiempo, pues eso no se quitaba ni siquiera al estar cubierta por algo, ni con el calentador en su habitación o la sala. Ni menos abrazando a alguien, porque no tenía a alguien con quien estar así. Al menos no en su casa.

Pero amaba el café y el chocolate caliente en esa época, de eso no había duda.

Ella prefería los días templados y cálidos, en los que podía ir a una alberca o a la playa, llevar ropa ligera y sentirse libre. Sentir el suave y cálido viento rosar su rostro.

No el frío chocar en su rostro, congelando sus mejillas. Pero no podía hacer nada, ella no controlaba el clima ni nada por el estilo, así que debía soportar el invierno y esperar con paciencia a que arribara la primavera.

Caminaba rápidamente, junto con un grupo de personas, o más bien, compañeros. Habían llegado apenas al instituto y más temprano de lo habitual, sí, todavía más.

Todo el grupo tenía que entregar un trabajo de matemáticas, debido a que la profesora Ópalo había tenido un inconveniente y no había asistido el día acordado para entregar el trabajo final, posponiéndolo para ese día muy temprano.

Lapis Lazuli agradecía ciertamente eso, pues ella no había terminado ni la mitad del trabajo cuando la fecha había llegado, y se sintió aliviada al saber que no reprobaría la materia por no entregar el trabajo final.

Y de todos modos lo habría hecho, de no ser porque Peridot se ofreció a ayudarle para terminar el trabajo, y lo hizo de verdad. No le pasó ni le hizo los problemas, la rubia le explicó y le ayudó a realizarlos, lo cual le serviría mucho para el examen final que se presentaría este día.

Y mientras pensaba en la rubia, recordó que ella caminaba a su lado. Iba a toda velocidad como sus otros compañeros, todos estaban algo preocupados por el trabajo.

Al contrario que Lapis Lazuli, a Peridot sí le agradaba el invierno. A la chica de cabellos rubios le encantaba usar gorros con distintos diseños —adorables según Lapis— así como bufandas y guantes.

Y tal vez eso, era de las pocas cosas que Lapis había descubierto que le gustaban del invierno.

Ese día Peridot llevaba puesto el uniforme deportivo, más un suéter verde manzana y un gorrito negro con distintos detalles bordados.

Lapis Lazuli la observaba caminar a lado, la joven avanzaba algo distraída verificando por millonésima vez su trabajo.

Su rostro se observaba un poco más pálido que de costumbre, pero sus mejillas y nariz estaban ligeramente teñidas de rojo. Sus brillantes ojos la encontraban de vez en cuando, acompañados de una leve sonrisa.

Lo único que le molestaba era que Peridot había crecido un poco desde que se habían conocido, tal vez uno o dos centímetros. Y no le gustaba la idea de que ella creciera más.

Verla pequeña le inspiraba ternura, ganas de protegerla y cuidarla, y aparte siempre era un buen punto para burlarse de ella y hacerla enojar.

—Oye, Lapis —Adam caminó rápido hasta llegar a su lado.

—¿Eh? —dejó de mirar a la rubia y volteó con prisa para ver al joven—. ¿Qué pasa?

—¿Qué vas a hacer el sábado?

—Seguir viviendo, o es creo —bufó, llevó sus manos a su boca para calentarlas un poco.

El rió un poco —¿Te gustaría salir? No lo sé, a comer algo, ver una película...

¿Puedo amarte? | LapidotDonde viven las historias. Descúbrelo ahora