5. Tendencia a accidentarse.

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—Entonces sustituimos a la variable — seguía hablando la profesora Ópalo.

Tal vez diez alumnos prestaban atención, otros diez estaban distraídos platicando lo más bajo que podían, unos se encontraban terminando tareas y trabajos de otras materias, y la profesora no lo notaba, era muy distraída.

Y la únicas que se encontraban comiendo en clase eran Lapis y su nueva amiga, Leggy. La chica morena y de cabellos rizados estaba sentada en el pupitre de a lado, y no le había llevado mucho tiempo para entrar en confianza con la joven de ojos azules.

Leggy ese día había llevado unas galletas, y alegremente le ofreció a Lapis, quien no se negó.

—Pon atención y deja de comer — susurró Perla, dándole un pequeño golpe en la cabeza a Lapis.

La joven solo frunció el ceño y terminó de comer esa galleta, le sonrió a Leggy y al querer poner atención, acabó la clase.

Bufó y vio como la profesora acomodaba sus cosas para retirarse.

—La profesora Garnet dijo que se cambiaran rápido para la clase — habló la representante del grupo.

Los jóvenes salieron con prisa del aula, todos fueron a los distintos baños, tratando de ir a los más cercanos.

—Se llenan muy rápido — dijo la rubia, haciendo fila en el baño de mujeres.

—Qué flojera — la de ojos azules estaba detrás de ella.

—Demasiados alumnos, pocos baños — la pálida también esperaba.

—Oigan rápido, la profesora nos espera — la joven de ojos marrones salió de un baño, entrando otra enseguida.

—Repre, ya sabemos.

—Vistanse aquí mejor, no hay ninguna mañosa entre nosotras, ¿o sí?

La mayoría rió y siguió la indicación, y sin pudor alguno, empezaron a desvestirse y ponerse el uniforme deportivo.

—¿Van a vestirse aquí? — preguntó Peridot con pena a sus amigas.

—No quiero esperar un turno para cambiarme, llegaré tarde — la pálida se quitó el saco del uniforme.

—¿Y tú? — miró a Lapis.

—Hago lo mismo en el vestidor del equipo de natación a veces — se encogió de hombros y rió —. ¿Te da pena?

—Algo — infló sus mejillas.

—Si te incomoda mejor espera un turno, Peri.

—Sí...

La rubia debía admitir que le daba pena hacer eso.

Ella no era la chica con el mejor cuerpo, tampoco tan desarrollada y aunque ya había tenido algunas charlas sobre eso con su hermana mayor, aún no se sentía a gusto al respecto.

No sentía envidia ni nada de eso al ver a las otras lucir cuerpos voluminosos, solo que ella no se sentía tan conforme a como era, aunque nadie le dijera algo malo, era algo que a Peridot no le gustaba.

Para cuando acordó, vio a pocas chicas en el baño.

—Rápido, Marlen — una joven esperaba.

—¡En chinga! — salió riendo y con desordenadas prendas la joven de cabellos largos.

La otra también rió y salió con ella velozmente.

—Vas, Peridot — la empujó Lapis hacia el baño, la miró a ella y a Perla, ya estaban vestidas.

¿Puedo amarte? | LapidotDonde viven las historias. Descúbrelo ahora