19. Primeras veces.

619 66 61
                                    

Iba caminando por las cuadras aledañas a la suya, realmente no estaba prestando mucha atención a lo que pasaba a su alrededor.

Afortunadamente no se olvidaba de fijarse hacia los lados cuando cruzaba de una calle a otra.

Se detuvo a una cuadra de llegar a la suya, recargándose en la pared y viendo hacia la calle, un par de autos pasaron al cambiar el semáforo y un par de personas se detuvieron cerca de ella, esperando a que se pusiera en rojo.

No tenía ganas de llegar a su casa, realmente estaba asustada.

"—¿Y si mis papás me corren?"

—Puedes quedarte en mi casa.

—Quédate en la mía.

—Ven a mi casa entonces.

Esas habían sido las respuestas de Steven, Perla y Amatista, en ese orden.

Ya había hablado con todos sobre ello, la plática con Leyden había sido ya una semana atrás.

Una larga semana...

Había estado pensando mucho en cómo decirle a sus padres sobre lo que sentía, pero no encontraba la manera que pareciera mejor, y de todos modos no podía imaginar un escenario donde la aceptaran.

Tenía miedo.

Las personas empezaron a cruzar la calle y ella dejó de recargarse, sujetando la mochila y yendo junto con los otros.

Caminó por su calle con los nervios de punta, estaba muy tensa con todo eso, lo única que quería era decirlo y darse un descanso.

Necesitaba sentirse libre aunque fuese un poco.

Antes de tocar la puerta de su casa tomó aire, respiró profundo y comenzó a mentalizarse. Su madre abrió la puerta y la dejó pasar, la mujer se retiró y fue a seguir acomodando algo en un mueble, ella cerró la puerta. Dejó la mochila sobre un sillón y se sentó en uno de los bordes.

—Oye.

—¿Sí?

—Tengo que decirte algo —ni siquiera podía verla a los ojos—. Es muy importante.

—¿Qué es?

Su corazón se frenó de golpe al saber que se estaba acercando a ella, pero de todos modos no pudo encararla. De pronto no supo cómo continuar, no supo cómo reaccionar ante la situación.

Tanto tiempo de pensarlo parecía no haber servido de nada.

—¿Por qué no me dices, Lapis?

—Es que... a mí me gusta alguien... —se resistió a llorar.

—¿Alguien? ¿un chico? ¿por qué no me dijiste antes?

—No... no es —negó con la cabeza—. Es que no es... no es un chico...

Ambas se quedaron en silencio, Lapis Lazuli simplemente no quería imaginarse la expresión de su madre. No quería levantar su rostro. Su cara estaba caliente, ya estaba llorando. Se sentía como un completo desastre y eso ya casi no le pasaba.

Vaya formar de retroceder.

—Lapis.

—¿Qué?

—¿Cómo que no es un chico?

—Me gusta una chica, mamá... me gusta Peridot...

—Debes estar jugando —dijo con desagrado, retrocediendo y recargándose en una de las paredes.

¿Puedo amarte? | LapidotDonde viven las historias. Descúbrelo ahora