25. Puedo amarte

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—Lapis...

La pelinegra se sorprendió, no esperaba que ella la llamara. Se quedó viendo hacia la puerta de la habitación sin decir nada, aún con el teléfono sobre la oreja.

—¿Lazuli? ¿Me escuchas?

—¡Oh! Sí, sí te escucho... —se puso de pie, comenzando a caminar lentamente por la habitación—, y... ¿para qué me llamas?

—Necesito platicar contigo —del otro lado del teléfono, aquella rubia miraba hacia el techo de su habitación.

Pumpkin dormía a su lado tranquilamente.

—De acuerdo, ¿qué quieres decirme? —se detuvo, pero luego caminó hacia la ventana y movió la cortina para ver.

—En realidad... ¿quería saber si puedes venir a mi casa? O si puedes salir, no sé...

—Oh...

—Pero si no puedes no pasa nada —elevó un poco su voz, avergonzada.

—No, sí puedo —ella también habló con más emoción, apartándose de la ventana—, puedo hacer ambos, no sé qué prefieras.

La rubia cerró los ojos e infló sus mejillas. Tenía casa sola, pero ahora que lo pensaba no quería que se prestara a malentendidos.

No quería que nada volviera a salir mal.

—¿Peri?

—Pues...

—¿Sabes? Tengo ganas de algo dulce y frío, ¿por qué no vamos a comprar smoothies? O un frappé, ah, lo siento, tengo antojos.

La rubia rió —Sí, sí, está bien... ¿en dónde nos vemos?

—En el parque.

—¿Cuál de todos?

—El que está cerca de los locales comerciales, por la avenida grande.

—Oh, okay.

—De acuerdo.

—Sí... entonces ya voy para allá.

—Está bien —dijo nerviosa y apenada, mirando hacia la puerta.

Lapis todavía tardó en colgar la llamada.

—Ay, no...

«En realidad, no sé si puedo»

Bien, era hora de rogar por un permiso. Se guardó el teléfono en un bolsillo y fue hacia la habitación de sus padres, quienes se encontraban viendo la televisión.

Lapis se quedó bajo el marco de la puerta, no tardó en llamar su atención.

—¿Qué pasó? —preguntó su madre.

—¿Puedo salir?

—¿Salir? Ya es tarde.

—¿Qué necesitas hacer? —preguntó su padre.

—Necesito hablar con Peridot.

Y ahora los tres estaban en silencio.

Bastante normal después de la conversación anterior.

—Pues... sí, sé, sabemos que lo vas a hacer pero deberías hacerlo mañana, ya es de noche.

—Ma...

—Lo haces mañana, ahorita es muy tarde —apoyó él.

Lapis suspiró, sacando su teléfono, eran casi las diez de la noche.

¿Puedo amarte? | LapidotDonde viven las historias. Descúbrelo ahora