24. Reflexionar

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Lapis Lazuli terminó de leer el capítulo de aquel libro, tomó el separador y lo colocó para no perder su avance.

Dio un suspiro y vio que algunos de sus compañeros salían del aula. El profesor de genética no había asistido, así que tenían dos horas libres.

—Oye, Barney —Leyla le habló desde el suelo, ya que ahí estaba sentada—. ¿Cómo estás hoy?

—Igual que toda esta semana —se recargó—. Nada nuevo.

—¿Nada?

Negó con la cabeza.

—¿Desde cuándo eres tan conformista?

Lapis frunció las cejas, viéndola.

—No me mires así —levantó las manos—, todos tus amigos ya hemos hablado contigo, pero no haremos todo el trabajo por ti. Las soluciones están ahí.

—Odio que tengas razón —suspiró—. Pero tengo miedo.

—Y es normal —siguió viendo las cartas, Mat estaba viendo las suyas también—. Pero debes usar ese miedo para avanzar. No hay de otra, bebé.

Lazuli se removió en su pupitre, tomando su mochila para buscar algo de dinero —Quiero ir a la cafetería, ¿me acompañan?

Los dos asintieron.

—Oh, Mat, ¿no dijiste que no acabaste lo de mate?

—Rayos, es cierto —el chico puso una mano sobre su cara.

—Termina eso, yo voy con Lapis —rió y se puso de pie.

Las chicas salieron del aula y caminaron por el pasillo que las llevaría a las escaleras.

—¿Tampoco has hablado con tus padres?

—No realmente.

—¿Por qué no?

—Creo que los tres tenemos miedo —rió—. Hace un par de días me dio un ataque y ya nadie movió nada.

Leyla suspiró, dejando las cosas así también. Después de todo, no era ella quien lo iba a arreglar. Lapis Lazuli era la dueña de su vida y de sus decisiones.

Ella misma debía solucionarlo.

Llegaron a la cafetería, la cual estaba prácticamente sola, solo un par de personas estaban comiendo en una mesa. Eso porque estaban entre horas y no había ningún receso en ese momento.

Lapis compró un hot dog y un jugo, la castaña solo compró un refresco. Se sentaron cerca de una ventana.

—Te ves muy pensativa, Lapis.

—Es porque lo estoy —miraba hacia uno de los edificios mientras masticaba.

—¿Puedes creer que en menos de un mes termina el semestre? —sonrió—. Ah... vacaciones de verano, aquí vamos —se recargó contenta sobre la silla.

—Sí... pero no estaría tan feliz, el fin de semestre nos quitará las ganas de vivir antes de llegar a eso.

—Piensa positivo —bebió un poco.

Lazuli suspiró y continuó comiendo.

Cuando terminó ambas se retiraron de la cafetería, platicando tranquilamente por un pasillo al exterior.

—Ey, ¿por qué están todos esos bancos apilados? —la ojiazul veía con curiosidad.

Leyla abrió de más los ojos y luego empujó a la joven hacia los pupitres, Lapis gritó y dio un salto hacia atrás por inercia, después terminó cayendo.

¿Puedo amarte? | LapidotDonde viven las historias. Descúbrelo ahora