13. Empezando nuevamente.

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El año había comenzado hace un par de semanas. En pleno enero el frío estaba a todo su esplendor, los árboles no tenían hojas, las cosas parecían estar congelados.

Los días solían estar nublados.

El aire frío quemaba los pulmones de cualquiera que anduviera en las calles. Como los estudiantes, que ese día, volvían a clases.

Como todos semestres, tendrían que empezar de nuevo.

Lo que ocupaba la mente de Lapis Lazuli, eran sus lamentos, pues no había sido asignada con su gran amiga Peridot. Había imaginado desde que supo aquello cómo serían sus días sin estar junto a ella, sin compartir sus anécdotas, sin verla sonreír, o hacer cosas torpes. Al menos la vería en los recesos, o bueno, tal vez. Todo dependía en donde asignaran a su grupo, ya que el instituto contaba con varios recesos.

Mil alumnos no cabrían en la cafetería al mismo tiempo.

Esa mañana, la joven de ojos azules había llegado temprano a la preparatoria, faltando veinte minutos para las ocho. Ni siquiera traer el uniforme deportivo y ropa de más la salvaban de congelarse las extremidades.

Estando en el patio, veía como los estudiantes llegaban y se saludaban unos a los otros, diciendo cosas como "¡Ya te extrañaba!", " Qué alegría verte".

Frases por el estilo, a ella nadie se le acercaba.

Todos a los que conocía llegaban cerca de la hora o tarde. Al pasar de los minutos logró ver a Bismuto, quien llevaba una bufanda tejida de muchos colores, llamaba mucho la atención.

—¡Lapis! —se acercó sonriente, depositó un beso en la mejilla de esta.

—Hola —sonrió y tembló.

—¿Mucho frío? —la miraba congelarse.

—Algo, bueno sí —rió, y subió más el cierre de su suéter.

—Toma, la ocupas más que yo —se quitó aquella bufanda y la extendió hacia la joven de cabellos oscuros.

—¿Qué? Ay, no... no, tú también debes de tener frío...

—Está bien, anda, te insitiré hasta que la aceptes —seguía sonriendo.

—Okay... —suspiró y sonrió, después de aceptar, fue Bismuto quien le puso la bufanda a Lapis Lazuli. Haciendo que esta se apenara—. Y...

—¡Bismuto! —llegó el chico alto de largos cabellos claros, había palmeado su espalda—. Ya tenía ganas de verte.

—Ustedes no pueden vivir sin separarse, ¿no? —rió—. Son mi pareja favorita.

—Sí, somos esposos —bromeó el de rastas, abrazando a Jasper.

—Oye, no enfrente de ella —rió y se alejó del otro—. Sabes que te amo, Lapis —le guiñó.

—Y yo a ti —y vio crecer una sonrisa en su rostro, Lapis estalló de la risa—. ¡Hasta crees!

—Uh... qué cruel —murmuró Bismuto entre risas.

Jasper frunció el ceño y le dio un pequeño golpe en la cabeza al moreno, aunque no fue tan pequeño gracias a su fuerza, seguramente había hecho que todo dentro de la cabeza del joven retumbara.

—Y por eso nadie te pretende, no tienes corazón —Jasper se hizo el sufrido, haciendo que la pelinegra continuara riendo.

—Claro que tengo corazón, Jas. Y si nadie más me pretende, me vale un reverendo pepino, ni que fuera a morirme por eso —se encojió de hombros—. Ugh, me estresa que muchos adolescentes crean que no pueden vivir sin tener pareja —murmuró.

¿Puedo amarte? | LapidotDonde viven las historias. Descúbrelo ahora