10. Mi Peridot.

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—Vamos a buscar rápido a la profesora, ya me quiero ir —Lapis Lazuli apresuraba sus pasos en aquel pasillo, la rubia la seguía.

—¿Crees que quiera revisar mis trabajos? Ya sabes cómo es —dijo angustiada.

—Tiene que hacerlo, tú no podías venir y deberá entenderlo una vez que le entregues el justificante —sonrió.

—Oigan, chicas —su peculiar voz llamó la atención de las dos, haciéndolas ver en aquella dirección—. ¿Qué hacen por aquí? Ya todos los del turno matutino han salido.

—Señorita Sardonyx... —la joven de ojos azules sonrió—. Es que estamos buscando a una profesora para que le revise algunos trabajos a mi amiga —miró a Peridot.

—Oh —la miró también—. Mmm... eres la chica que se enfermó, ¿no?

Peridot asintió.

—Sí, de otro modo no me habría gustado saber que estás buscando a un maestro para que te revise fuera de tiempo —rió—. Y, ¿a quién buscan?

—A la profesora Meredith —contestó Lapis.

—Oh... ella debe en el edificio tres, tiene clase dentro de veinte minutos y ahí le corresponde, si no es así, entonces debe seguir en la cafetería.

—¡Gracias, Sardonyx! —la rubia se mostró alegre.

—De nada —sonrió—. Es un gusto ayudar, y suerte —se retiró.

—Bueno, vamos primero a la cafetería, está más cerca —dijo la pelinegra, tomando a la rubia de la mano.

Las chicas caminaron por los pasillos algo solitarios, al llegar a la cafetería vieron a algunos de los profesores, pero no estaba a quien estaban buscando.

Así que decidieron ir al tercer edificio, y cuando estuvieron frente a el, atisbaron a la maestra en el corredor del segundo piso.

—Vamos, vamos —jaló a la rubia hacia las escaleras.

Las chicas subieron con prisa y fueron a ver los salones, encontrando a la profesora dentro del segundo que observaron.

Lapis tocó la puerta y la profesora volteó a verla, escucharon un "adelante" y así lo hicieron.

—¿Qué necesitan? —apenas estaba dejando su bolsa sobre el escritorio.

—Ah... vengo a que me revise algunos trabajos —dijo la rubia, algo apenada.

—¿Por qué hasta ahora? —comenzaba a sonar irritada, como siempre, todos los días, todo el año, toda su vida.

—Oh, es que... estaba enferma —y se puso nerviosa—. N-no había podido venir...

—Lindo pretexto —rió levemente—. Tu amiga y tú saben que sólo reviso las actividades el día que digo.

—P-pero ya le dije que...

—Nada, no me interesa. Si tú no eres responsable no es mi problema, ahora váyanse a su casa, ya acabó su turno.

Las dos se quedaron ahí paradas, algo sorprendidas por su comportamiento, algo, porque ya sabían cómo era ella.

—Peridot le dijo que estaba enferma —habló Lapis—. Y no está mintiendo, de hecho...

—¿No les quedó claro? —la miró con desagrado—. No voy a revisarte nada, niña —observó a Peridot, intimidándola—, a mi no me afecta en nada que repruebes.

—Pero es cierto —dijo en voz baja—. Y necesito que revise mis trabajos, yo no puedo sacar malas calificaciones... —Lapis Lazuli juró ver pequeñas lágrimas asomarse por sus verdes ojos, ella sabía lo mucho que la rubia se preocupaba por la escuela.

¿Puedo amarte? | LapidotDonde viven las historias. Descúbrelo ahora