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Los sonidos que experimentaba Alicia era mejor que escucharlos en el celular de Jackson. La sonrisa de la cara no se la quitaba nadie y tan sólo pedía ver a todos los animales que se encontraban en el recinto; estaba igual que los otros niños, incluso más emocionada. Jack la cargaba sobre sus hombros con cuidado mientras Elsa caminaba a su lado, asegurándose de que el chico sostuviera a la niña con firmeza, no se perdonaría que por un descuido y no alcanzar a agarrarla, Alicia tuviera un accidente.

¡Milen, milen! —señalaba la pequeña a las aves.

—Son hermosas, cariño —opinó la platinada, quién también había sonreído.

Era una especie de tunel de reja en donde en su interior el camino estaba hecho de madera como un puente y los loros hasta pájaros de menor tamaño estaban sueltos, incluso el pavo real hacía presencia interáctuando con las personas mientras presumía sus hermosas plumas entre el azul y el verde. Alicia estaba encantada.
Luego, fueron los tigres.
Después, los osos.
Hasta que llegó el jaguar, el animal que, a pesar de su feroz mirada y colmillos, logró hacer que a la niña le fascinara más que a otro animal del recinto. No quería dejar de verlo, el como caminaba, como movía su cola, y como sus ojos estaban bien abierto observando a todos hasta a ella misma.

—El Jaguar es un carnívoro félino de la subfamilia de los Panterinos —explicaba la encargada del zoológico—, siendo la única de las cuatro especies actuales de los panterinos que se encuentra en América. También es el tercer mayor félino del mundo, después del tigre y el león. Su distribución actual se extiende desde el extremo sur de Estados Unidos continuando por gran parte de América latina hasta el norte y noreste de Argentina.

Jack sostenía a la pequeña ahora en brazos, debido a que se encontraba inquieta. La miraba sonreír y emitir un grito de emoción cuando dos cachorros del Jaguar aparecieron para reúnirse con el animal. Elsa desde una distancia decidió sacarle una fotos a los tres animales de la pequeña familia para tenerlo de recuerdo a su hija, antes de que continuaran el recorrido por el zoológico.

—¡Papi, no! —se quejó la pequeña cuando se movieron del sector.

—Debemos ir nos, bebita —hablaba suavemente, caminando hasta llegar con la platinada que conversaba con la parvularia—. Tomaremos un descanso para que puedas comer.

—¿Y vamos a volvel? —preguntó.

—Antes de regresar a casa volveremos, te lo prometo.

—Bien, todo listo —mencionó Elsa una vez dejar de conversar con la mujer—. ¿Qué pasó?

—Alice quiere volver a ver al Jaguar —respondió Jack, dejando a la niña sobre el césped.

—Tengo hamble

Tomaron asiento sobre el tan verde césped en donde decidieron comer la merieda que habían preparado para el paseo. En ese sector habían juegos de madera en donde los niños del grupo se iban a jugar provocando que Alicia quisiera unirse; Elsa le limpió la boca para retirarle las migas del pan permitiendo que fuera con ellos, ninguno perdiéndola de vista.

—Te noto apagada —comentó el muchacho, su voz siendo moderada para que sólo ambos se escucharan.

—No es nada...

—Puedes confiar en mi —entrelazó su mano con la de ella—. Ya lo sabes, Els.

—No creo que te guste saber, Jack.

—Te escucho.

Elsa suspiró, si estaba tan decidido a escucharla, entonces le contaría.

—Mientras veíamos los osos, Anna..., mi hermana —añadió—, me envió un mensaje sobre mi madre...

Jack evitó fruncir el ceño al pensar que lo que diría no le gustaría para nada...
Y Elsa le había advertido, él insistió.

—Está enferma —soltó, tragándose las ganas de llorar—, yo debo volver, Jack. Debo estar con ella...

—Hablaremos en casa —besó su frente para calmarla, no quería que dijera las cosas en público si ya le costaba que no fuera reservada con él.

***

El paseo se resumió en un momento de pura felicidad para Alicia, quien regresó dormida en los brazos de Jack. El joven la fue a depositar a la cama donde la dejó descansar para dirigirse hasta la cocina donde una preocupada muchacha lo esperaba mientras bebía café.

—¿Es grave? —preguntó luego de un tiempo, apoyando sus manos en la Isla americana de su cocina.

Elsa posó la taza sobre su mesa, bajando la mirada. Asintió.

—Le descubrieron Leucemia hace unos días —susurró, su mirada perdida en la nada—. Anna me lo informó hoy..., debo ir a verla, no puedo quedarme aquí de brazos cruzados.

—... Leucemia... —susurró para sí mismo.

No quería admitir lo muy entristecido que se encontraba en esos momentos: perder a sus chicas no era algo que desearía en la vida. Pero ver a Elsa luchando por no echarse a llorar en este instante por su madre le encogía el corazón, achacándose para hacerle sentir dolor; él no quería verla deprimida. Y menos por su mamá, que sabe perfectamente lo que es perder una figura materna...

—¿Y cuándo te irías? —murmuró, el nudo en la garganta se formaba.

—En dos meses —respondió, su voz era baja al igual que su mirada—. Siento que esto se diera así, Jack...

—Es tu mamá, Els...

Se mordió el labio de manera culpable. Su madre estaba enferma, era cierto; pero no sabía como decirle que ella se iría de esa casa en dos meses y que lo había adelantado incluso antes que supiera la noticia por su hermana. Ya no quería pelear con Jackson, talvez en algún momento le contaría.

—Vé... —lo oyó decir y de inmediato sus ojos lo miraron.

—¿Y tu?

—Estaré bien —forzó una sonrisa que resultó ser una mueca. Se encogió de hombros—. Nos veremos por Skype, además tendré a Bailey. Pero tu mamá es importante, y quiero que pases tiempo con ella; cada madre es valiosa a su manera..., sé porque lo digo.

Corrió a abrazarlo. La culpabilidad la recorrió en ese momento, aunque nada podría hacer. Lo hecho, hecho está; y ella junto a Alicia viajarían a Noruega dentro de dos meses. Cerró sus ojos, negándose a llorar: por él, por su madre... y por su estupidez.

—Sólo dejame disfrutar estos meses con ustedes —le susurró al oído.

Asintió sin soltarlo.

—Claro, Jack —aceptó—. Claro que sí...

La Niña ||Jelsa||[TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora