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Su cabello castaño estaba desaliñado, su rostro pálido con las ojeras muy oscuras y ni hablar de su forma de pararse. Parecía asustada ante todo el mundo que intentaba ocultarse bajo ese suéter holgado color gris y un buzo morado con un mechón de cabello cubriendo casi uno de sus ojos.
Jackson no podía creer lo que estaba viendo...

¿Qué le habían hecho a su hermana?

—Jack, eres tu —una pequeña sonrisa apareció en el rostro deprimido de la joven.

—¿Qué te pasó?

A pesar de todo, él amaba a su hermana y se odiaría por saber que algo le hicieron y no estuvo ahí para salvarla.

—... Perdóname —en sus ojos se asomaron las lágrimas que no pudo evitar derramar.

Jackson le hizo señas de que lo siguiera, necesitaban hablar en un lugar más privado y la calle no lo era exactamente.
Una vez llegar a la casa, Emma no paraba de mirarla, asombrada por lo bonita que era. La hizo pasar primero y soltó a Bailey una vez que cerró la puerta; el perro de inmediato se acercó con curiosidad a la joven, parandose en dos patas para apoyarse en ella. Emma le acarició la cabeza y ambas orejas con suavidad.

—Es lindo, ¿cómo se llama? —murmuró.

—Bailey —respondió con seriedad, la joven bajó la mirada—. Toma asiento, te voy a traer un vaso de agua.

Emma asintió. Se sacó la gran mochila que traía y la dejó en el sofá, a un lado de donde se sentó. Bailey corrió al jardín trasero para comer. Se secó unas cuantas lágrimas y agradeció en un susurro cuando recibió el vaso de agua, bebiendo el contenido de un trago. Jackson tomó asiento a su lado, con la misma seriedad y la misma preocupación de hace ratos.

—¿Me dirás qué te pasó? —preguntó, todavía no podía creer que su hermanita estaba ahí, con miedo.

—Primero te quiero pedir perdón, sé que no lo merezco —dijo, nuevamente las lágrimas se acumularon en sus ojos—. Yo más que nadie lo merezco, Jack; pero tenías razón. Nunca debí creerle...

—No me digas que ese imbécil te hizo algo —apretó los dientes y sus puños, ella se quedó callada—. ¡Maldición, Emma! —se levantó, pasandose las manos por el cabello— ¿Te pegó?

La joven asintió luego de segundos que para Jack fueron eternos, y tan sólo aumentó la furia que estaba sintiendo.

—Y n-no sólo eso... —susurró, soltando un sollozo que inundó la sala.

Se quedó paralizado. La rabia que estaba sintiendo sólo él podía provocarlo. Sus ojos se cristalizaron, se agachó para abrazarla. Su hermanita había sido abusada por su propio padre, ese demonio hijo de..., no sacaba nada con insultarlo.
Emma se aferró a su hermano, sintiendo alivio de poder encontrarlo.

Desde hace tres años que intentaba escapar de esa casa. Quería correr y suplicarle el perdón a su hermano, sin embargo, por el odio que había sentido cuando ese hombre le metió a la cabeza que Jackson había matado a su madre, provocó que ella borrara todo contacto con él para no verlo nunca más. Se arrepintió cuando su padre le puso una mano encima al segundo día de que Jackson se largara.
Le había quitado el teléfono y la computadora para ponerla a hacer las cosas de la casa, incluso echó a los empleados para que Emma trabajara. Le amenazó que si no llegaba a la hora después de clases, le iría mal. Y vaya que le fue mal. Habían sido dos veces que llegó tarde a causa de que los maestros la retenían para hablarle sobre sus calificaciones o porque se dormía en clases (consecuencia del cansancio que su cuerpo tenía), y el Sr. Frost se enfureció. La primera vez la golpeó hasta dejarla inconciente, pero la segunda vez... fue mucho peor. Y su virginidad fue el precio por llegar tarde.
Desde entonces temía hacer algo y trataba de hacer de que todo saliera bien para que él no la tocara, pero era inútil. Luego de tantos intentos de escapar de hasta los guardias que el hombre contrató para vigilar la mansión, logró hacerlo tres años después. Durmió en una fría banca por una noche (o intentó hacerlo) y al día siguiente caminaba sin rumbo fijo, alerta de que él no la encontrara.

La Niña ||Jelsa||[TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora