Prólogo.

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Mirar al techo e imaginar lo que nunca va a suceder.

Mirar a través de la ventana y esperar a que aquella persona que se marchó sin decir adiós regrese. No es más que una fantasía ilusa.

Antes de que Jonas pueda seguir con sus pensamientos profundos, la puerta se abre. Ni siquiera se molesta en mirar, seguramente le van a dejar una caja con libros o una caja con acuarelas y además de un bloc de dibujo.

No necesita mirar para saber que es Corey quien ha entrado, pero si que necesita prestar atención a las palabras de su tutor.

—Vamos Jonas, ha llegado el momento de que salgas —afirma Corey en tono entre seguro de sí mismo y medio nervioso.

A Jonas no le tienen permitido salir de la habitación más que en los horarios de clase y en sus sesiones psicológicas.

—No estamos en horario de clases —contesta Jonas, continuando con lo que está haciendo.

Su mirada sigue a través de la ventana y su mano sigue sujetando su lápiz de dibujo.

—Lo sé. En realidad me refiero a que salgas ahora.

—No tengo hambre, solo quiero dormir —solo quiero pensar hasta ser cruel conmigo.

Corey lo observa con curiosidad, ya que no sabe siquiera cómo va a decir sus siguientes palabras.

Sabe que solo debe decirlas, pero hay tantas emociones en él que apenas y puede pronunciarlas.

—En realidad debes salir... Eres libre Jonas, puedes salir a tomar aire fresco.

Observa detenidamente cada gesto y movimiento de Jonas; la forma en que lo mira confuso como si no creyera lo que le acaba de decir.

Comprende en lo absoluto cada palabra dicha, pero no sabe cómo reaccionar. La manera en que mira a través de la ventana es distinta esta vez.

—No entiendo...

—Es la primera vez en diecisiete años que escuchas estas palabras, es más que comprensible que te encuentres en un estado de confusión cada vez creciente.

—No... No entiendo, no lo hago... Yo...

Lágrimas y desesperación escapan de sus ojos, todas sus fuerzas desaparecen y solo hay debilidad, misma que provoca que caiga de rodillas. Corey se acerca hasta él para ayudarlo y quedar de rodillas a su lado.

—Vamos, tranquilízate, respira y...

—Cierra la boca, no sé si lo que dices es real o solo un experimento o una forma de evaluar mi comportamiento.

—No Jonas. Es verdad, ahora puedes salir cuántas veces quieras. Irás a la universidad, a aquella universidad que me habías dicho.

—Ahora veo para qué me lo preguntaste —contesta en medio de respiraciones nerviosas con incredulidad.

El viento, la sensación de sentirlo es una que Jonas había creído sentir antes a pesar de jamás haberla sentido. Y ahora quisiera correr, quisiera ir a una cafetería, quisiera...

Quisiera que aquella persona que se marchó de su vida sin decir adiós vuelva, pero no sabe a qué lugar debería ir. No hay rastro alguno de esa persona.

Hay tantas olores, tantos colores, tantas sensaciones que lo abruman y aturden, pero que a la vez quisiera sentir más, y a la vez nada.

Jonas (Occulta Mea)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora