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Cuando se trata de responsabilidad, no es de Ely quien precisamente hablemos.
Las mañanas en el valle de godric solían ser mayormente frías, pero era normal que cada primero de septiembre hiciera un clima fresco y soleado; no pasaban de las 9 de la mañana y los Dawson ya estaban en su actual rutina de cierta fecha.

Todos caminaban de un lado a otro sin razón alguna mientras hablan en voz alta, mientras que cierta persona solo se quedaba en la sala de estar recostada en el sofá, esperando a que su familia dejara de ser tan escandalosa por las mañanas.

Ely estaba a punto de volver a quedarse dormida, odiaba las mañanas más que el chocolate y la guayaba. La Sra. Dawson veía a su hija como un caso perdido, nada parecía cambiarla; ahí pasó todas las vacaciones, echada en el sofá viendo hacia la ventana, imaginando lo increíblemente imposible.

-¡Ely!

-¡presente profesora McGonagall!- respondió Ely sobresaltada.

La Sra. Dawson giró los ojos y puso sus brazos en jarra. Su hija era imposible.

-Vámonos, vamos retrasados por cinco minutos.

Pero ahí el problema, los Dawson siempre fueron muy perfeccionistas, y su desgracia fue que su hija no lo es en ningún sentido. Tal vez puede ser perfecta, de entre todos los desastres.

Se puso de pie sin nada de gracia femenina, hizo hacia atrás los largo mechones de cabello incontrolables y sorbió la nariz. Tan solo le faltaba bostezar para colmar con la paciencia de su madre. Asi es Ely, siempre buscando (sin querer) que su madre se desesperara.

-¿por favor dime porque nos haces esto?- pregunto la Sra. Dawson viendo a su hija de mala manera.

-¿que cosa?

La mirada de su madre estaba puesta fijamente en su atuendo para nada adecuado para la ocasión, si bien, tan solo irían a la estación de King Cross en Londres, Pero de ahí pasaría unas cinco horas en tren en unos asientos no muy cómodos, Ely quería comodidad. El pantalón de pijama rosa pastel y la bata azul cielo atraían la mirada de más de un Muggle en la estación.

No hacía falta mencionar las pantuflas que no eran del mismo par, literal, Ely tan solo se había lavado los dientes esa mañana.

-Luzco lo suficientemente Muggle, mamá.- dijo cuando encontró la mirada molesta de su madre.

Fue sin duda, la primera vez en la que tardaron mucho en pasar en andén 9 3/4, todo gracias a Ely, quien atraía toda la atención.

-Estupendo, la atención está en quien va en pijama pero no en todos los demás que traen túnicas y lechuzas.- dijo ya una vez que su padre había ayudado a subir sus pertenencias al tren.

-Sabemos pasar desapercibidos, además...pareces una loca.- dijo el Sr. Dawson.

-¿enserio? No entiendo porque no se han dado cuenta de nosotros, somos bastante obvios.- respondió Ely cruzándose de brazos.

-No cariño, el verdadero peligro al que seamos descubierto está en ti...no eres alguien muy disimulada.- dijo Emilia Dawson.

-Si, espera ¿que?

Los señores Dawson rieron, podía ser que su hija no fuera como ellos, pero la adoraban, no había momento en el que no se rieran con ella.

Ely se quedó sola en un compartimiento en la espera de Edward, si mejor amigo, el único.
Se había despedido ya de sus padres, ambos la habían dado el mismo mensaje: no te preocupes por lo que pase fuera de Hogwarts, recuerda que ahí estás a salvo.

-¿sola? Vaya pero que raro.- el chico cerro la puerta del compartimiento detrás de él. Llevaba el pelo azul ese día, como le gustaba llevarlo siempre.

Rewrite the Stars |1| SIRIUS BLACK | EN PAUSADonde viven las historias. Descúbrelo ahora