r o t a

337 20 1
                                    

Diría rota, pero esa no es la palabra que define cómo me has dejado.
No sé de qué me sorprendo, si al fin y al cabo siempre soy esa tonta que se ilusiona a la mínima, aunque no haya la más pequeña posibilidad.
Contaba los días para verte, pero ahora sólo cuento las lágrimas que me produces, y ya me he cansado de hacerlo. Me he cansado de eso y de todo lo demás.
De pensar en alguien que al que ni le paso por la cabeza, de celarme de chicas que ni conozco, de comerme la cabeza por algo tan imposible como esto.
No sé por qué sigo pensando en ello. Por qué sigo pensando en alguien que es tan peligrosamente adictivo verlo, aún sabiendo que pasará mucho tiempo hasta que pueda volver a tener ese privilegio, o quizás nunca vuelva a tenerlo.
Si es que se le puede llamar así, porque un privilegio no te daña.
Un privilegio no decepciona, no destruye, no rompe:
Por eso tú no eres un privilegio, y no sé cómo pude llamarte así, cuando no hiciste más que todo lo contrario a ayudarme.
No sé por qué pude preferirte antes que otros, cómo pude pensar que sentías algo remotamente parecido a lo mío.
De verdad, cómo odio prendarme de personas que no hacen más que dañarme; aunque ya parece un vicio que no paro de consumir.
Parece que ese horrible destino no cambiará aunque sí que lo hagan las personas. Parece que siempre padeceré el mismo triste final:
No ser correspondida en ninguno de los sentidos. Ni siquiera como una amiga, sólo como una persona más de la que fácilmente se olvidarán.

ReflexionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora