Capítulo 1 (Alesh)

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Camino por los pasillos a paso rápido. Tengo que llegar pronto a mi despacho a anotar todo lo ocurrido en este espantoso día. Hemos tenido que encerrar a los sujetos y a los investigadores infectados en la sala de experimentación para no propagar la enfermedad por todo le edificio.

Giro a la izquierda por un pasillo iluminado con tubos fluorescentes; algunos parpadean dado al escaso mantenimiento del edificio; todo el dinero va destinado al material de investigación y, en sí, a las investigaciones.

Aligero el paso. Llego al final del pasillo y veo la puerta de mi despacho con el letrero <<Doctor Clark>> colgando de un clavo. Entro y cierro la puerta con llave para asegurarme de que nadie puede entrar, o al menos que tarde un poco en conseguirlo. No tengo mucho tiempo así que enciendo el ordenador de mi escritorio y me siento en la silla.

Tecleo lo más rápido que puedo, explicando todo lo ocurrido lo mejor posible. Describo cada cosa que ha pasado en este día. Si algo se sale de control, quiero que pueda saberse cómo detenerlo, si es posible...

Después de una media hora escribiendo, noto un fuerte golpe contra la puerta que me hace dar un brinco. Me apresuro más, no me queda mucho tiempo.

Suena otro golpe. Parece que la puerta va a ceder; me da un escalifrío solo de pensarlo.

Me empiezan a sudar las manos por lo aterrorizado que estoy ahora mismo; pero no puedo parar de escribir, tengo que seguir pase lo que pase.

Un tercer golpe aporrea la puerta, resquebrajándola.

Tengo miedo. No sé lo que está golpeando la puerta. Pero a pesar de todo no paro de escribir.

La puerta no aguanta más y cede cayendo ruidosamente. Un hombre con la típica bata blanca que llevamos todos entra con paso torpe. Tiene la cara demacrada por mordiscos y es casi irreconocible; su bata está empapada de sangre y el olor a putrefacto que despende me hace arrugar la nariz.

Sigo escribiendo.

Se acerca a mí, con los ojos en blanco que miran a través de mi cuerpo, como si no existiera.

Intento ignorar que está ahí, a mi lado, y sigo escribiendo. Me da igual que no quiera morir, tengo que terminar esto por el bien de la vida de muchas personas.

Noto como pone sus podridas manos alrededor de mi cabeza y abre la boca. Me saltan las lágrimas, porque sé lo que va a hacer; lo he visto muchas veces en este día. Me apresuro a teclear mientras pega su asquerosa boca a mi cráneo y da un enorme mordisco. La sangre salpica la pantalla del ordenador, me gotea por la frente y me entra en los ojos como si fuera la portadora del dolor. Un dolor que me invade al instante; me ha arrancado un pedazo de cerebro, así que simplemente, estoy muerto.

-¡SEÑORES!- El sargento nos grita y nos ponemos en formación.

-¡SEÑOR, SÍ, SEÑOR!- Gritamos todos juntos respondiendo a la llamada.

Estoy en el tercer puesto de la segunda fila contando desde la derecha. Es una formación de diez filas, con diez hombres en cada una. En total, somos cien hombres. El sargento está delante de nosotros, mirándolos con desprecio. Siempre nos mira así; desde que me gradué en la academia militar, todos mis instructores nos han tratado como miserables moscardones come-mierda. Pero sobre todo a mí, que tengo pinta de debilucho: ‘‘¡ALESH JAEG, MUEVE TU MALDITO CULO, VAGO DE MIERDA!'' o también me gritaban ‘‘¡PUTO SACO DE HUESOS, MUEVETE DE UN PUTA VEZ!''.

-¡Hagamos un repaso de la situación!- nos dice el sargento sin bajar el todo de voz elevado. YO presto atención, ya que esto puede significar mi vida.

-En este edificio de investigación se ha descontrolado una plaga que afecta a VUESTRA PUTA CABEZA y os hace MÁS GILIPOLLAS AÚN. Así que tendréis que cruzar esas puertas- señala una puerta grande de triple cristal blindado con escáner de retina- registrar todas las plantas que haya y sacar el culo de los que no se hayan vuelto majaretas. Como vamos a necesitaros a todos, me han obligado a que llevéis puestas unas máscaras especiales que se utilizan en lugares de cuarentena. Y como ya sabéis, vuestros trajes son ignífugos por si se incendia algo, así que tendréis unos 20 segundos de vida para lamentaros de ser tan idiotas antes de morir. Cualquier cosa relacionada con la plaga, cualquier informe de ella, cualquier papel que pueda explicar que mierda pasa ahí dentro, tenéis que cogerlo y dármelo a mí cuando salgáis. Y ahora, ¡¡A DENTRO PANDILLA DE ENCLENQUES!!-.

Me coloco la máscara en la cara; para respirar se necesita hacer más fuerza pero ya me acostumbraré. Enciendo la mirilla láser de mi fusil automático y pongo el silenciador. La formación se divide en dos grupos de cincuenta hombres; el mío entrará primero y el segundo serán los refuerzos.

Nos acercamos a la puerta blindada y un compañero incrusta un aparato cuadrado en el lector de retina, éste empieza a expulsar chispas y la puerta se abre sola produciendo fuertes sonidos. Vuele a recoger el aparato y entra el primero; los demás le seguimos y nos adentramos en la inmensa oscuridad...

La plaga ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora