Capítulo 9 (Jennifer)

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La lluvia cae mojándome la cara y metiéndose en mis ojos. Los soldados me arrastran por encima de los escombros agarrándome de un brazo cada uno. Noto como los restos del edificios me rasgan la ropa y me hacen pequeños cortes en las piernas, o eso supongo, por que no siento nada de cintura para abajo. No me he atrevido a mirar su estado; no quiero afirmar mis sospechas, por eso mantengo la mirada fija en las nubes grises que tapan el cielo.

¿Qué tengo que hacer ahora? Este mundo está acabado, La Plaga invadirá cada recoveco de este inmundo planeta. Nada puede evitar la aniquilación total de la raza humana, nada puede esta auto-destrucción. Nada.

Llegamos a las cabañas; los soldados van de un lado a otro, cargando con sus armas. Las cuatro cabañas en las que estaban los portadores siguen en el suelo, destrozadas.

Me avergüenzo de que mi padre participase en la destrucción del planeta. Quiero olvidarlo todo, tumbarme en una cama y dormir eternamente.

Me golpeo la cabeza contra el suelo y mis brazos quedan estirados en una postura extraña. Escucho a los soldados hablar con alguien más en un idioma distinto; Ruso, creo reconocer.

-Valla, valla... Pero que tenemos aquí...- Una voz grave con acento Ruso me habla.

-Valla mujercilla, ¿Verdad, chicos?- Vuelve a hablar y veo una cara tapándome la vista del cielo.

Le escupo en la cara. Él se ríe y se limpia la saliva.

-Tiene carácter, me gusta. Llevadla a mi tienda.- Ordena.

Noto como me vuelven a coger por los brazos y me arrastran entre la gente corriendo a todas partes. Vuelvo a tener una vista de las nubes, que parecen algodón sucio.

Una tela verde me vuelve a quitar su visión; los soldados me levantan y me tiran encima de una especie de cama. Está un poco dura, pero aún así es algo donde descansar.

Me observo las piernas; estás normales, no les ha pasado nada. Entonces, ¿por qué no las siento? Me masajeo los muslos y compruebo que se me han dormido. No es nada grabe.

Me apoyo en la almohada y cierro los ojos, ahora solo quiero dormir...

Un sonido fuerte me despierta. Me sobresalto y me giro hacia la entrada de la tienda. Un par de soldados dan empujones a Alesh para que camine y entre en la tienda. Él se cae de rodillas y los soldados salen de la tienda de nuevo.

Tiene algunos cortes en la cara, su chaleco anti balas está manchado de polvo y la máscara tiene el cristal un poco roto. Ver su máscara me hace recordar que no tengo la mía puesta y me sorprende no haber notado ningún cambio en mi cuerpo.

Me palpo los muslos y compruebo que ya he recuperado la sensibilidad y me levanto de la cama para ayudar a Alesh.

-Jennifer...Tu máscara...- Su voz suena débil, apagada, no como ese tono asustadizo pero presente que siempre tuvo. Escucharle de esa manera provoca en mi estómago un enorme peso.

-Alesh...Tu...Tu brazo...- El horror me invade al ver que le falta el brazo izquierdo. Un hueso se asoma por el pequeño bulto de lo poco que le queda de su extremidad.

-¿Esto? No es nada, no tienes por qué preocuparte.- Noto como intenta disimular el dolor y el cansancio.

Me acerco a él y, con cuidado, le ayudo a levantarse y a acostarse en la cama.. La sangre cae poco a poco por su inexistente brazo manchando el colchón.

-¿Cómo te encuentras?- Le pregunto mientras me siento a un lado de la cama.

-Genial. ¿Cómo estás tú? ¿Te encuentras bien?-Me sonríe de esa manera idiota con la que lo ha hecho siempre desde que lo conozco.

-Está claro que mejor que tú estoy.-

Se ríe, pero es una risa apagada, sin sentimiento.

-Si...Es cierto...- Su tono vuelve a ser débil.

-¿Te pasa algo?-Le pregundo.

-¿Es que no lo ves? ¡Me falta un brazo!- Esta vez soy yo la que me río.

-Si bueno, pero no parece que eso te preocupe ahora mismo.-

-Y es cierto, eso no es lo que me preocupa.- Me contesta

-¿Entonces? ¿Qué te preocupa?-

-Tú-

Se acerca a mi, despacio, primero dudando y después decidido; se quita la máscara y me besa. Noto en mi estómago un revoloteo. Algo me dice que tengo que apartarme, darle una bofetada, pero no. Esto me gusta, él me gusta.

-Yo...- Dice al fin, cuando se vuelve hacia atrás y se vuelve a poner la máscara.

-No, tranquilo- le sonrío- Nunca he estado enamorada así que...¿Que más da que se esté cayendo la humanidad a pedazos?-

Esta vez soy yo la que le besa, apartándole la máscara a un lado.

La plaga ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora