Capítulo 23.

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Suelto un leve quejido.

—¿Te duele mucho? —me pregunta Sam apartando la mano de mi hombro 

—No,tranquilo, estoy bien. —contesto poniendo cara de indiferencia.

Sam vuelve a acercar las manos a la herida del hombro y vierte en ella un chorro de líquido transparente.

El escozor me vuelve a invadir, haciendo arder toda la zona cortada y obligándome a arrugar la cara.

—Tranquila, ya está.

Aparta de nuevo las manos, agarra un trozo de algodón y empieza a toquetear la herida con cuidado.

—Has tenido suerte, el hueso ha parad el golpe y no ha alcanzado la yugular, podrías haber muerto al instante. En cambio, el hueso está cortado hasta la mitad, y tardará bastante en recomponerse. Ni se te ocurra hacer fuerza con este brazo, puede romperse el hueso entero y que de te quede flácido.

La imagen de mi brazo colgando del hombro, agitándose y moviéndose de maneras extrañas al caminar me hace soltar una leve risa.

—Seria divertido ver eso.

—Pero muy doloroso —me contesta.

—Bueno, levanta el brazo que voy a ponerte la venda.

Sigo la orden y levanto el brazo para ponerlo horizontalmente. Sam pasa la venda por la herida, da la vuelta al brazo, repite el proceso unas cuántas veces y después da una última vuelta que rodea el cuello.

—¿Por qué le pones también venda al cuello?

—Es para que con la fuerza que ejerzas, tire de la venda del brazo y ésta no se caiga abajo.

—Bien pensado...

—Bueno Jennifer, cuéntame. ¿Qué tienes pensado hacer cuando lleguemos a Rusia? No tenemos ni idea de dónde puede estar metido ese diario, así que tenemos pocas probabilidades de encontrarlo si no te ha dicho nada Murkov.

La pregunta me sorprende. Realmente no se que tengo pensado, tan sólo esperaba ir y buscar información por cualquier lado. Realmente no medite mucho antes de embarcarme en este camino, lo hice por instinto.

—¿Y bien? —me pregunta mientras recoge las cosas y las pone en el botiquín.

—Bueno... No se... Supongo... No se... No lo he pensado mucho... —respondo mientras me rasco la nuca.

El de ríe y me sonríe. Empieza a apartar las cosas y de sienta a mi lado, en esta andrajosa cama del piso de arriba del orfanato. Me pongo nerviosa y enrojecida, no entiendo qué está pasando.

Yo sigo mirando al frente, con la mirada fija en la pared de mareada oscura.

Por el rabillo del ojo noto cómo Sam empieza a acercar su rostro hacia mi. Mierda, no se que hacer.

La plaga ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora