13. Los Chicos no lloran, Y las Chicas tampoco

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"Crying is like breathing

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"Crying is like breathing. The more you hold in, the more you let out"

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Bex Burdeaux pudo sentir la violenta mano de Billy Hargrove paseándose indebidamente por su entrepierna. Oleadas de un calor abrazador le golpeaban el cuerpo generándole temblores desenfrenados e incontrolables, obligándola a respirar de manera entrecortada y jadeante, quebrando por completo su autocontrol. Los labios traviesos del rubio se pasearon por el cuello de la chica mordiéndole la piel sensible, respirando su esencia, forjando leves moratones de colores purpúreos allí por donde pasaran. El vapor de las duchas y el calor abombado del vestuario le daban la sensación a ambos adolescentes de estar atrapados en la argamasa de un sueño, una fantasía borrosa y abrumadora.

Por un par de segundos nada de lo que estaba sucediendo parecía real. La cobriza podía sentir el cuerpo de Billy sobre ella y el californiano podía sentir a la chica temblando sobre su agarre, pero eso era todo. Solo podían sentirse entre ellos, los gritos del gimnasio, la fuerte ventisca que atestaba contra las ventanas, la tormenta naciente que hacia crepitar el cielo; nada de eso existía. Todo daba vueltas en torno a ellos y a las febriles sensaciones que se prestaban, pero el paraíso les duro poco, cuando una voz quebró la ensoñación, despertándolos de manera brusca, arrastrándolos hacia la realidad sin previo aviso.

¡Hargrove! ¡HARGROVE! MAS TE VALE QUE ESTES AQUÍ MALDITO BASTARDO—la voz del coach Duvall hizo eco rebotando por las paredes anaranjadas de las duchas— Tienes cinco segundos para salir allí afuera y acabar el jodido partido—advirtió.

Lo que usted diga coach—respondió el rubio condescendiente, liberando de su agarre a Bex.

Como me arruines este partido Hargrove, me ocupare de hacerte la jodida vida un infierno por lo que resta del año escolar—grito el tipo furiosamente a lo que salía hacia el gimnasio nuevamente.

Billy sonrió burlonamente a lo que tomaba sus shorts deportivos y se los calzaba sobre la única prenda que aun poseía puesta, sus boxers. Bex por su parte se abrazó fuertemente de los codos, huyendo de la penetrante mirada del californiano y posando su vista en las puntas de sus converse como si estas guardaran algún tipo de entretenimiento increíble. El jodido hechizo se había roto y Burdeaux cayó en la cuenta de que estaba en los brazos de Billy Hargrove, de que aquella seguridad que había sostenido era ficticia y que nada cambiaria nunca. Ella seguiría siendo una loca en toda regla y Billy...Billy seguiría siendo un cabron.

Lo siento princesa—le guiño un ojo el chico—El deber llama—murmuro a lo que se calzaba la remera blanca adornada por el escudo del colegio, cubriendo así el gran hematoma que le entintaba la costilla derecha, seguramente producto de alguna pelea. El rubio se la pasaba repartiendo ostias, así que tampoco le sorprendía mucho.

Billy se abalanzo sobre ella, a lo que golpeaba con fuerza los casilleros metálicos con su puño derecho. Bex pego un respingo sintiendo su corazón galopante estallándole en el pecho. El chico se carcajeo perverso y divertido al ver el susto que se había pegado la cobriza. La chica bufo furiosa e imagino por un segundo que lograba patearle las pelotas o arrancarle un par de mechones de pelo, pero escurridizo como siempre Hargrove ya se encontraba nuevamente en la cancha de basket.

THE WHITE RABBIT || BILLY HARGROVEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora