19. Antihéroes

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"Heores are made not born, Pacey"—Dawson's Creek 

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"Heores are made not born, Pacey"—Dawson's Creek 

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Miedo. La primera sensación ingresó colérica por el pecho de Bex, haciéndose presente, envolviéndose en cada fibra de su corazón oprimido que bombeaba sangre como el de un cervatillo asustado. Pudo observar con pavor como los ojos de Billy se tornaban oscuros, atormentados y turbados por la repentina aparición fantasmagórica de la foto, la mirada cobáltica del chico se hallaba perdida en el universo de la analógica, una simple impresión de un pasado sombrío y violento. Un pasado que a pesar de no pertenecerle a ninguno de los dos de alguna manera los unía, los enlazaba como un nudo en el tiempo. Como si los dos estuvieran destinados a encontrarse.

La cobriza aún se encontraba con las piernas atadas a la cintura del rubio, con los brazos rodeándole el cuello y con la boca a cinco centímetros de la de él. Y Hargrove aún no le quitaba las manos de encima, que le acariciaban los muslos ásperamente, con el aliento caliente de él rozándole los labios y la piel ardiéndoles a ambos. Los dos se mantenían en la impresión de aquel beso salvaje que se había borrado de repente y sin previo aviso, violentado por el descubrimiento del californiano. Pero pronto Bex descendió hacia el suelo y el rubio se alejó de ella en busca de aquel papelito mortecino, dejando entre ellos un abismo, un vacío voraz que a la chica le estrujo el pecho.

¿Te vas a dignar a contestarme Burdeaux? —inquirió el rubio que había logrado hacerse con la foto y que ahora parecía acercarse hacia la chica de manera peligrosa.

Billy volvió a quebrar aquella distancia que él mismo había dibujado entre ellos. Pero ahora la chica solo podía ver en aquellos ojos una furia vivaz y apabullante, unos ojos azules dispuestos a acabar con ella, a aplastarla contra el concreto como un insecto insignificante. Aun así a pesar del terror paralizante que se había instaurado en cada recoveco de su cuerpo, Bex pudo sentir también a la furia haciendo mella en sus recuerdos, reavivando aquel fuego que hacía pocos segundos había sido tragado por los deseos de lujuria.

Y entonces la cobriza recordó, que Billy le había mentido, su familia si había vivido antes en Hawkins, al menos su padre si lo había hecho y que tal si el rubio también estaba involucrado en todo esto, si él estaba con ellos con todos aquellos hombres criminales, torturadores y sin cara, no le sorprendería que el californiano formara parte de todo eso como un peón sin escrúpulos. Y aquello fue lo que más le dolió, la idea de que Billy estuviera del lado de ese tipo de gente, porque Burdeaux no era ninguna tonta, la chica sabía muy bien como era Hargrove y no pretendía cambiarlo, pero jamás pensó que el chico pudiera llegar hasta eso, hasta involucrarse con el tipo de gente que sin pensarlo dos veces arrastraría a niños inocentes de sus camas, y los torturaría día y noche o raptaría a cientos de mujeres embarazadas para llenarlas de mierda hasta el tope, con jeringuillas grotescas y punzantes.

¿Yo contestarte a ti? —Bufó Burdeaux burlonamente— ¿Y tú qué? O esa foto no demuestra que me estuviste mintiendo todo este tiempo—le increpo la chica.

THE WHITE RABBIT || BILLY HARGROVEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora