Capítulo 1: El dolor de perderte

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Cuando era niña, me imaginaba viviendo en un castillo hecho de algodón de azúcar

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Cuando era niña, me imaginaba viviendo en un castillo hecho de algodón de azúcar. Mis gorilas —es como yo llamo a mis guardaespaldas—, eran de esos caballeros de armadura dorada de los que siempre hay en los cuentos de hadas.

¿Y yo? Yo era la princesa encerrada en la torre que esperaba que llegara su apuesto príncipe a rescatarla. O a despertarme con un beso de amor verdadero y así, gobernaríamos felizmente por años y años.

¿Cómo me fue? Pues ya no soy una niña, no vivo en una torre y mucho menos soy una princesa.

Pero que mierda es vivir en la realidad.

Han pasado dos semanas desde el Duelo, dos semanas en las que Tyler no ha despertado.

Yo tardé un par días en despertar y cuando yo lo hice, las esperanzas en que él lo hiciera pronto estaban latentes. Pero luego pasó un día, luego dos, luego tres.

Hasta el quinto día no tuve valor para poner un pie en el hospital.

Para el séptimo solo me he movido de mi silla frente a la puerta de su habitación para ir al baño o a ducharme.

Dexter, su padre, no me ha permitido entrar a su habitación, y solo he podido verlo por la rendija de la puerta cuando entran o salen enfermeras o su familia.

Sé que está vivo porque lo siento, es como si después del Duelo nuestra unión se hubiera intensificado. Todo es más… fuerte.

Me han preguntado hasta el cansancio que fue lo que pasó, pero ¿de qué forma se explica que la Diosa Luna se te apareció y te marcó a cambio de que reviviera al mate que tú misma asesinas te? Inverosímil, ¿cierto?

Miembros de mi familia se han turnado para hacerme compañía mientras estoy aquí, la primera en venir fue mamá, luego la abuela y así fueron pasando Jeremy, las gemelas,  Kendall o mis amigos. No he hablado con Scarlett desde mi arranque en el que casi la asfixio y sé que tenemos una conversación pendiente, pero no puedo con todo a la vez.

Papá ni siquiera ha querido acercarse al hospital, está furioso conmigo. Fue él quien se dio cuenta de la marca en mi hombro y de que la “ella” de la que hablaba antes de caer en la inconciencia era la Diosa Luna. Lo conozco, él preferiría que hubiera hecho un pacto con el diablo antes que con ella.

Gracias a la Diosa Luna estamos aquí, nuestro poder se lo debemos a ella pero hay una gran diferencia entre servir por ella, que servir para ella.

Masajeo la marca que a cada nada duele, ahora luce similar a una quemadura y la piel escuece. No es nada muy alarmante, una luna llena con un extraño símbolo nórdico adentro que no me he tomado el tiempo de detallar pero puedo imaginarme a que se refiere.

Pertenencia”, la Diosa sabe que ahora somos suyos. Nosotros y toda nuestra descendencia.

Suelto un profundo suspiro y pego mi cabeza a la pared, mirando al techo. Una de mis piernas cae por la silla mientras que tengo la otra flexionada y con mis dedos entrelazados en mi rodilla.

La Hija De Los Alfas (Saga Alfas #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora