Chapter Fifteen.

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"Cuestionados"


Lionel entró intempestivamente en la habitación de su padre. Las puertas de roble temblaron ante el maltrato al que fueron sometidas, pero aquel pequeño detalle no era lo único que evidenciaba que el hijo mayor de Sergio Zenere estuviera furioso. El ceño fruncido, la vena palpitante en su frente o la expresión compungida de sus ojos eran más que suficientes para hacerle saber a Sergio, que su hijo estaba colérico.

Levantando una ceja escéptico, Sergio guardó silencio.

-"¡¿Dónde está?!" Vociferó Lionel, registrando todo el lugar con su enturbiada mirada.

Sergio aún así mantuvo la boca cerrada.

Lio, comenzó a avanzar con pasos decididos, hasta quedar más cerca de su progenitor.

-"Dije," Balbuceó en un bramido, -"¡¿Dónde demonios está?!"

Sergio suspiró. ¿De qué le estaba hablando su hijo?

Después de un par de segundos de un tenso silencio que se hizo en la habitación, Sergio se decidió a romperlo.

-"Deberías calmarte, hijo, eso no—,"

Pero Lionel no estaba ahí para calmarse, ni que su padre le pidiera hacerlo.

-"¡Dime dónde, maldita sea, la tienes!" El silencio de su padre era evidencia suficiente para saber de quién se estaba refiriendo. Lo comprendía todo, entendía su desesperación por el paradero de Karol, y aún así, ¿le pedía que se calmase?

-"No entiendo a qué te refieres, Lionel" Dijo con su voz impasible, completamente insensible a la desesperación de su hijo.

Lio quería arrancarse los cabellos de la exasperación. Siempre le había aguantado las bromitas de mal gusto a su padre, pero esta vez no iba a tolerarlo, especialmente porque Karol estaba en medio del asunto.

Con angustia y rabia, se tomó la molestia de refrescarle la memoria –"¡De quién más voy a estar hablando! ¡De Karol! ¡¿Dónde la tienes?!"

Sergio, por primera vez pareció ser tocado por las palabras de Lio. –"¿Karol? ¿Qué sucede con ella?"

Tras un breve estudio, al ver que la expresión de su papá no mostraba rastro de mentira, Lio se preocupó infinitamente más que si su padre hubiera aceptado la culpabilidad de la desaparición de Karol. De hecho, lo asustó tanto el aceptar aquella nueva información, que sintió que se quedaba paralizado ahí mismo en donde se había quedado.

Jadeó, mortificado –"¿No sabes dónde está?"

Completamente convencido que su padre se había enterado que Karol conocía sus planes, nunca se había planteado la posibilidad de que éste no tuviera nada que ver con ello.

La sangre se le heló en el mismo momento en que Sergio negó.

Oh, Dios.

Oh, Dios.

Karol.

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Abriendo los ojos lentamente, Karol fue recobrando la consciencia y despertando del letargo al que había sido obligada a entrar.

Aún albergaba los amargos breves minutos, el pañuelo bañado en una asquerosa sustancia que olía fatal, los brutales brazos que le habían impedido escapar, y por último, el horrible golpe en su mandíbula, que había recibido, cortesía de su secuestrador, y que la había mantenido inconsciente, durante lo que calculaba, eran horas.

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