Chapter TwentyOne.

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"Descubiertos"




*Maratón 4/4


¿Qué disgustaría a Michael? ¿Qué había en este mundo que pudiera traerle desazones, angustias y que pudiera hacerle pasar un mal rato?

Al principio, la idea le había parecido un poco descabellada. Incluso para sus planes. Algo loco, algo deschavetado. Quiso reírse de su propia ocurrencia. Es decir, Michael no caería tan bajo como para tener celos de eso, ¿no?

Pero después de analizarlo, mientras se daba una última ducha, alistándose para ir a la cama, le pareció que la compañía no le haría nada mal. Estaba en esta ciudad, con perfectos desconocidos, con un Michael que parecía embebido en sus propias cavilaciones, con una tía que disfrutaba sacar a relucir sus defectos, con un tío algo coqueto. ¿Qué podría esperarle durante el resto de la semana, sino fuera completa locura o aún peor, terminar suplicándole a Michael por algo de contacto?

Aún así, quiso burlarse de su propia ocurrencia. Valía la pena intentarlo. Después de todo, ya no vivía con Lio y a él ya no le importaría. La opinión de Michael poco importaba, porque al fin y al cabo, si eso constituía una molestia, podría darse por satisfecha.

También podría haber efectos colaterales. Es decir, Michael por el contrario a su imaginación, podría adorarlo. Se estremeció al pensar que le saliera el tiro por la culata. Para entonces, ya estaría demasiado embarcada y no podría deshacerse de eso —no se atrevía ni a nombrarlo, en temor de revelar algo de su plan, aunque fuera descuidadamente —, por lo tanto, era mejor conseguir dos.

Si conseguía dos, no habría tiempo para que él la acariciara, porque estaría demasiado ocupada brindándoles a ellos su atención. Si conseguía dos, se harían compañía mutuamente, así que también tendría tiempo para encargarse de otros detalles que tenía planeado.

Decidió concentrarse más en su baño. Un nuevo shampoo con olor a fresas funcionaría bien por el momento. Lamentaba haberse olvidado de su perfume favorito, pero esto era lo mejor que podía hacer hasta que fuera de compras, mañana. Y planeaba hacerlo, aunque la amargada tía de Michael quisiera impedírselo.

Puso especial cuidado al momento de frotarse la piel con un jabón líquido, con olor a ¿rosas? Se encogió de hombros al oler el frasco. Olía bien y ése era el único requisito que imponía.

Se secó con meticuloso cuidado, mientras se colocaba la fina bata de color negro que usaría para dormir.

Éste era su plan inmediato. Volver loco a Michael, loco de furia, loco de celos, loco de impaciencia. Sea lo que fuera, no importaba. Simplemente anhelaba sacarlo de aquel cascarón en el que se ocultaba, cada vez que ella hablaba de sentimientos. ¡Cómo deseaba que fuera tan apasionado como lo era en la cama! Él debía aprender. 

Ella no era un maniquí con los que estaba acostumbrado a tratar. Ella tenía un cerebro y también un corazón.

Por eso, lo enloquecería con su olor. Éste era su primer intento real de seducirlo, y esperaba no terminar siendo la seducida, como tantas otras veces.

Antes de salir del cuarto de baño, se hizo la firme promesa de no dejarse manipular para terminar en la cama. Se rió con suavidad. De hecho, sí iba a terminar en la cama. Pero si todo salía bien, lo único que haría en ella, sería dormir.

Al dar un paso dentro del amplio dormitorio, se percató de la forma de Michael, que se encontraba acostado en un lado de la espaciosa cama, aparentemente viendo televisión. Aunque estaban disgustados, Michael nunca se atrevería a aparentar debilidad ante sus tíos. Y por esto, ella también debería sentirse agradecida.

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