Chapter TwentyTwo.

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"Renegados"





Valentina se levantó en medio de un extraño bullicio, cosa extraña porque, a decir verdad, ella tenía el sueño bastante pesado y había muy pocas cosas en el mundo que fueran capaces de despertarla.

Estaba agotada y al principio rehusó abrir los ojos, incluso cuando el ruido más bien parecía incrementar cada vez más. Con lentitud, al abrir los párpados la luz de la mañana la recibió, pero eso fue lo único que pudo distinguir en medio de su letargo.

—"Agggghhh" Chilló algo, pero el sonido no le resultó familiar.

—"¿Michael?" Gimió cansada, preguntándose si su esposo había sido el causante de aquel grito.

Ligeramente, tanteó con torpeza el lado de la cama que le correspondía a Michael, pero no se topó con el cuerpo al que estaba acostumbrada a sentir. Sus sentidos inmediatamente alertas le avisaron que estaba sucediendo algo que no era normal.

Abrió los ojos completamente, y esta vez pudo observar con espanto lo que en realidad sucedía.

Lo primero que notó fue que la jaula de los loros estaba abierta. Lo segundo, fue que Michael estaba en la ventana. Y lo tercero era que sus loros no estaban en ningún lugar disponible para la vista.

Se levantó, teniendo una breve idea de lo que estaba sucediendo.

Caminó con lentitud, para no dejar que Mike se percatara de su presencia, mientras él expulsaba a sus loros por la ventana de la habitación, y les cerraba la ventana en la cara.

Valentina gruñó con furia cuando su marido corrió las cortinas, para sólo voltearse tan inocentemente como un niño que ha terminado de hacer alguna travesura.

—"¡Dime que no lo hiciste!" Vociferó sarcásticamente, puesto que lo había encontrado con las manos no en la masa sino en los loros.

Michael estrechó la mirada y pareció considerar sus posibilidades. Decir la verdad o mentir y negar padre y madre.

Con la cara que seguramente tenía en este momento, eligió lo segundo.

—"Valentina, mi amor, ¿cómo has amanecido?" Preguntó con voz ronca, seductora —"¿Lista para otra ronda?"

Quizás si no estuviera tan enojada, habría caído en la tentación, pero no lo iba a dejar pasar así de fácil. ¡Santo Cielo! Los picos de los pájaros aún tocaban el vidrio de la ventana.

—"No me vengas con 'mi amor'. ¡Abre la ventana!"

Michael entrecerró su mirada, mientras maldecía por lo bajo.

—"Pero, Valentina, hace demasiado frío, ¿quieres que muramos congelados? Abrir la ventana es una locura"

Valentina se burló —"Oh, ahora hace frío, ¿no? ¡Creo que la temperatura no había bajado tanto en el momento de botar a mis aves por la ventana!" Avanzando decidida hacia el ventanal, pretendió abrirla, pero fue detenida por Michael.

—"¿Cómo sabías que detesto a los loros?" Valentina no se dejó distraer por la pregunta. Sabía lo que estaba haciendo su marido. Estaba intentando ganar tiempo, los loros más temprano que tarde escaparían. Era extraordinario que no lo hubieran hecho.

—"Lo supuse," Expulsó con rabia, mientras dejaba entrar al par de loros cuya lealtad había sido probada. —"Supuse que cualquiera que tuviera una lengua más larga que la tuya te haría enojar y rabiar de celos"

BAJO CONTRATO |MICHAENTINA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora