Capítulo 2: "Entre la espada y la pared"

200 96 178
                                    

Terminé mi almuerzo, y fui a lavar mis dientes, como de costumbre. Salí y me detuve en el cruce que hay en una pared para el otro pasillo y al escuchar golpes contra los casilleros, asomé un poco mi cabeza y allí está un chico intimidado a una chica.

Que maldito.

Está maltratando a mi casillero ¡Golpeando a la chica con mi casillero! Ah, no, no, no, eso sí que no.

Mis pasos fueron zancadas furiosas hacía el animal.

—Oye, oye, quieto yegua.—Y tomé el cuello de su camisa de atrás empujándolo, obligándolo a dar dos paso hacía atrás.

—Deja de meterte en lo que no te importa idiota—espetó—,fuera de mi vista.

—¿Acaso no pudiste joderla allá afuera o en tu casillero—pregunté indignada—Pero noooo, en mi maldito casillero se te ocurrió joderla.

—¿Y qué importa un casillero?—preguntó con una risa irónica.

—Más que tu vida sí, idiota.

—Fuera de mi camino Foster.

En mis oídos llegaron los sollozos silenciosos de la chica.

—Vete.—avisé empujándola hasta dejarla tendida en el suelo.

—Perdón—respondió con sus mejillas con un color carmín inundadas por sus lágrimas.

—Estorbas y por favor te largas de mi vista.

La chica se fue corriendo hasta que despareció de mi vista.

—¿Por qué la inútil esa me estaba pidiendo perdón?

—Sí que eres una estúpida Fo
oster—respondió con una sonrisa este bravucón descerebrado—Me estaba pidiendo perdón a mi.

—No, no, señor, a mí me dice. No te creas importante.

Para ser sincera acabo de comer y la verdad es que tengo pereza como para romperle el culo a este sujeto.

—Bueno, me voy— me despedí mientras me alejaba.

—¡Eres una perra cobarde!.

—No tengo tiempo para pelear con pura mierda, ando el mal del puerco ahora—respondí sacando un cigarro y dándole fuego.

—¡Sólo huyes cuando ves que tu oponente es mejor que tu!.

Solo me dediqué a darle una calada al cigarro.

—¡Cobarde! ¡Solamente eres una rata asquerosa que corre a esconderse en su basura! —mencionó, yo sólo me digné a expulsar el humo del tabaco.

Me causa bastante risa este chico, cree que le voy a prestar atención con cosas estúpidas. Seguí en el mismo compás de mis pasos hasta ya no escuchar nada del tal chico.

El estúpido timbre suene y que suene para la entrada a la siguiente clase y fue allí cuando choqué bruscamente con algún individuo menso que botó mi cigarro.

—Fíjate por donde caminas grandísimo imbécil—mencioné quitando la ceniza del cigarro de mi blusa.

—¿Puedes repetir lo que dijo señorita Sofía?—habló el profesor de Historia, sí, el profesor alto, altísimo y delgado como mi dedo. Su voz es irritante, es toda aguda más escucharlo decir mi primer nombre me dan más ganas de tirarlo por la ventana o por los escalones, y él sabe que detesto que me digan así.

—Que se calle mastodonte—respondí con toda la delicadeza del mundo, suerte que ando de buen humor.

Di unos pasos hacia tras seguido para darme la vuelta y darle la espalda caminando.

OnerosoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora