—¿Qué?—pregunté desconcertada.
—Charlotte, soy tu madre.
¿Qué hace ella aquí? ni siquiera recordaba su rostro, de por sí me abandonó muy pequeña y los pocos recuerdos que tenía con ella no eran tan gratos que se diga y viene así de la nada.
—¿Qué vienes a hacer aquí?—pregunté apoyándome en el marco de la puerta y viéndola de arriba abajo.
—¿Puedo pasar? hace mucho calor—preguntó y yo sólo me limité a asentir y apartarme para que entre.
—Wow que linda casa—anunció mientras la miraba por todos lados—no recuerdo esta casa.
—Claro que no, la casa donde me abandonaste la quitó el Gobierno porque nadie la pagaba y esta claramente no la conoces porque es la casa del abuelo.
—Oh sí, es cierto tu abuelo—chasqueó la lengua incómoda—¿cómo está él?
—¿Desde cuando te ha importado cómo está?—pregunté tajante
—Creí que era lo correcto, después de todo soy tu...-
—No me importa lo que creas correcto o no, además...
—Tesoro mio, Charlotte ¿sabes donde está la harina para pancake en tu cocina? es que no la encuentro
César dio acto de presencial entrando a la sala innecesariamente sin camisa enseñando todo su dorso desnudo. Si estuviera sólo yo en la casa no fuera prescindible, al contrario fuera totalmente necesario para andar en la casa, desnudo si quiere pero ahora mi ausente madre aparece de la nada viendo el torso de mi César. Sólo yo tengo el lujo de verlo.
—Oh lo siento, soy César, me disculpo por...-
—César ponte una camisa—demandé apresurada evitando de no babear o tocar esos cuadritos marcados de este hombre a metros de mí y en mi casa.
—Ya vuelvo, permiso—se despidió educado César y se apresuró desapareciendo entre los escalones.
—Wow, ese bizcocho ¿es tu novio?
¿En serio dijo eso? o habré escuchado mal, que diablos con el atrevimiento de esta señora que anda jugando a la mamá.
—¿Y a ti por qué te tiene que importar?
—Mucho porque se ve que te lleva muchos años
—De igual manera, eso a ti no te importa.
—Charlotte aunque lo odies pero siempre tendrás algo de mí en ti—dijo eso con cierta malicia—Al ver a ese hombre, me di cuenta el buen ojo que tienes como tu madre.
—Desgraciadamente— bufé rodeando los ojos algo tensa y cansada—Sé que siempre fuiste la mujer rompe hogares pero por favor no me compares contigo. Que asco.
—Respeta por favor.
—Además al menos tú no tienes buen ojo porque te metiste con mi padre.—respondí burlona.
Me hierve la sangre esta señora, desaparece de mi vida abandonándome y aparece de la nada con sus comentarios fuera de lugar. Dios, más esa mirada lasciva es tan molesta.
Ella iba a decir algo pero su celular sonó y se alejó para contestar la llamada.
—¿Todo bien Charly?
—No César, nada bien y nada lo estará si esa señora está aquí.
—¿Es tu madre?—preguntó mientras buscaba mi mirada al mismo tiempo que acariciaba mi mano y luego entrelazarla—¿quieres abrazos?
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Oneroso
RomanceTodo lo malo, lo malísimo lo puedes reunir en un pequeño cuerpo de 152 lb. Charlotte Fooster, esa chica de dieciséis años. No le teme a nada, su personalidad intrépida la hace extremadamente beligerante, lo que hace que los problemas sean como lluv...