Capítulo 11: Elocuente arrullo

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I'm losing my self-control🎶🎶
Yeah, you're starting to trickle back in
But I don't wanna fall down the rabbit hole

—Shh, tranquila que ya va pasar— dijo cómo un inútil intento de arrullo al escuchar un quejido que no pude silenciar al sentir como colocaba pomada en los rasguños. Comenzó a soplar con sus labios repetidas veces para que la pomada se  seque más rápido en las heridas y así el ardor se fuera más rápido; no voy a negar que estaba nerviosa a ver como sus labios estaba a casi nada de tocar mi piel.

—Ya falta poco.

—Eso dijiste hace quince minutos.

Mi abuelo hacía lo mismo, soplaba con sus labios mis rasguños cuando caía de la bicicleta o ya sea corriendo, recuerdo invadieron inconscientemente que no me di cuenta que tenía una sonrisa nostálgica y la camisa ya estaba en su lugar.

—Listo sonrisitas.

—Sonrisitas mi culo.

—Eres muy valiente— sonrió levantándose y guardado todas las medicinas— o no se si era tu orgullo que no querías que te viera llorando, gay.

—¿Niña valiente?—reí— si quieres me das una paletita.

—Cuando no golpeas eres un amor— se dirigió a la puerta dejándome sin  que decir sólo me dediqué asesinarlo con la mirada, deseando que se cayera de las gradas—, traeré tu desayuno.

Dicho esto se fue dejando la puerta abierta ¿no la pudo cerrar? odio que la dejen abierto, maldito holgazán.

Y había pasado mucho tiempo desde la última vez que alguien me hiciera el desayuno, o que comiera un verdadero desayuno porque ¡vamos! lo que como por las mañanas no es digno de ser llamado desayuno. Mi abuelo tenía la costumbre de levantarme los sábados a las siete de la mañana sólo para que disfrutábamos de la brisa mañanera  comiendo  en el jardín  bajo los rayos primerizos del sol, para mi abuelo esos rayos de luz por la mañana eran realmente especiales para empezar un buen día.

—¿Te sucede algo?— no me percaté que me había quedado ida mirando a la nada sumergida en mis pensamientos  y César estaba frente de mi con una bandeja con comida en sus manos.

Unas extrañas ganas de llorar me invadieron.

—Es que me acabo de dar cuenta de lo anticuado que eres y sentí lástima.

—Al menos sientes algo por mi.

Sonrió dejándome sin palabras, no sabía que responder, imbécil, sé una infinidad de insultos no se porqué no se me ocurre ninguno en estas circunstancias y ¿por qué me pasa?

—Enserio que ahora mi cosa favorita de ti son tus viajes astrales.

—¿Viajes astrales?

—De un momento a otro te quedas callada con la mirada perdida sin parpadear por un buen tiempo, claro que es un viaje astral.

Su carcajada se hizo presente y no evité observar como sus ojos se cerraban como resultado del estímulo de su sonrisa, ver su rostro tan risueño como que si es su sonrisa vieras completamente su ser, es como si vieras al César sin filtros, sin su apariencia profesional y seria como que si con su sonrisa sólo emanara la sinceridad de su ser.

—¿No tienes hambre?—caí de nuevo de golpe a la realidad, seguro que de nuevo quedé con cara de estúpida.

—Sí— afirmé dando una mordida al omelette, quizá puede que no pude ocultar mi cara llena de éxtasis a sentir la deliciosa explosión de sabor en mi boca.

—¿Te gustó eh?— preguntó con un tono de superioridad sin dejar de verme y tomando el tenedor para juntar los vegetales que había separado—  no apartes los vegetales, son saludables y ahora los necesitas más que nunca.

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