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Gala no gritaba, era fuerte y valiente. Nunca supe cuanto.

Se aferraba a mi mano cuando las contracciones eran intensas, por más que intentamos negociar, nuestro hijo no quiso darnos tregua. Estaba cansada, había deambulado por la habitación intentando menguar el dolor, a veces la distraía con mis charlas absurdas o dejábamos que el tiempo se suspendiera entre los dos; yo odiaba verla sufrir, pero no negare que me sentí dichoso de poder compartir ese momento a su lado y sentir que podía ser su roca.

 Solo ella y yo teniéndonos fe, esperando el milagro.

—¿Sabes que se me hace extraño, pequeña? 

—¿Que no te haya dislocado la muñeca?

—No, bueno, quién diría que el aceite de bacalao haría de mi un hombre fuerte.

Ella rió y yo peine los mechones que le cruzaban la cara.

—¿Que te extraña?

—Que tu familia no haya llegado...

Gala se cubrió con la sábana la cara y yo corrí la tela hasta ver sus ojos.

—¿Qué hiciste pequeña?

—Tal vez, tal vez y solo tal vez, yo omití llamarles para avisarle que estaba aquí.

—¿Por qué? 

—No te hubieran dejado estar aquí, no así, conoces a mis tías y yo quería que este momento fuera de los dos.

—¡Pero Gala, me van a odiar!

—¡Ya lo hacen! tranquilo, les avisaré cuándo ya sea el momento, ¿de acuerdo?

—Gracias.

Y nunca dejaría de agradecerle que me concediera esas horas junto a ella.
Tenía tanto que agradecer...

Una enfermera entró junto a un nuevo obstetra, descubrieron su vientre y colocaron el aparatito para monitorear al bebé.

—Esta en posición, su ritmo cardíaco esta controlado y esta bebé se prepara para conocer el mundo. Felicidades, en menos de una hora conoceremos a esta pequeñita.

Nos quedamos sin habla, sin saberlo el médico nos había arruinado la sorpresa.

Una niña.

Moños, vestidos, clases de ballet, novios.

Una niña.

Dramas, coronas, maquillajes, novios.

¡UNA NIÑA! 

Chismes, amigas, menstruación, novios. ¡Jodidos novios!

¡Seria una niña!

Yo siempre me vi junto a un niño, de hecho Marisa tendría uno, pero ¿una nena? tendría que cuidarla de todos los patanes como yo, ser cuidadoso al arrojar el balón y llevarla a clases de baile.

 Una niña... mil posibilidades.

—Izan, ¿estás bien?

—Una niña... dijo que sería niña.

—¡Lo sé! Adiós sorpresa... ¿Has pensado en algún nombre?

—No, bueno, si, pero ninguno en concreto. 

—Tranquilo, tenemos algo de tiempo para decidir uno.

Tiempo, ¿lo teníamos?

Las chicas de IzanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora