Detuve la camioneta frente a la librería, baje y fui cuidadoso al cerrar la puerta, Zoe y Abi se hallaban tranquilas dentro de sus portabebes. Uno de los chicos que la atendían me miro a través del cristal que limpiaba y fue incapaz de mostrar su inconformidad, lo vi adentrarse para, supongo, avisarle a su jefa de mi desagradable presencia.
Lucía salió dos minutos después.
Hermosa. Altiva. Viva.
—Creí haberte dicho que no quería volver a verte.
—Lo sé. Sé todo lo que vas a decirme y la respuesta es no.
—¿No?
—No acepto. Quiero verla. Necesito hacerlo. No puedo vivir cada minuto sin saber si esta bien, si me necesita, si puedo ser de ayuda. No puedo vivir así.
—¿Y yo si? Yo si merecía vivir así —me empujó con sus dos manos sobre mi pecho, no la detuve en ninguno de sus embistes—, compartiendo tu amor, tu cuerpo, tu mente sin saberlo. ¿Yo sí merecía ser la tercera? ¿La menos importante? ¿La que llamabas cuando te sentías aburrido? Un cuerpo el cual podías explorar para quitarte las ganas. Tu burla.
—Para, Lu, para. Por favor.
—No me interesa tu respuesta, la mía seguirá siendo púdrete Izan.
La tomé del brazo cuando se marchaba, sus cabellos me dieron de lleno en el rostro. Recordé entonces todas las veces que la escuché quejándose de este con cepillo en mano, me recordé haciéndole cosquillas en las mejillas con sus puntas, la suavidad al recorrerlo con los mis dedos, apartándolo en medio de algún beso, su humedad tras escapar de alguna tormenta. La fuerza con la que los sostenía cuando tome su boca por primera vez, aceptándome a mi mismo que jamás podría contra ella.
Que aquella chica que me contaba a diario sus peripecias se había metido bajo mi piel, se había grabado a fuego en mis pupilas y mi corazón le dio la bienvenida antes de que mis labios pudieran hacerlo.
Le dí la vuelta a tiempo que me arrodille frente a sus ojos.
—Perdóname. No merecías que alguien como yo te amará. Lucía, yo jamás debí acercarme. Perdóname por este amor viciado. Tenías razón, debías tener algo mejor. Lo siento tanto...
Seguía suplicando abrazado a sus piernas cuando lo oí.
Un chillido.
La mirada de Lucía empañada.
Dos bocas hambrientas.
Su mirada encontrando los bultos que se retorcían dentro del auto.
Mi impotencia.
Su rabia.
Mi perdón que se extinguió en el temblor de sus labios.
—No vuelvas aquí. Ve a arruinarle la vida a otra gente, tu no sabes lo que es el amor.
Se marchó sin importarle nada más.
Me levante del pavimento, limpiando mis ojos para encontrar en la maleta el biberón que debía ser preparado. Subí para ofrecerles a ambas con cada mano, succionaban con hambre, luego tome a la mas pequeña para dar palmadas en su espalda. Mire cada tanto a aquel local. Me encontré con su mirada en cada segundo, nada menguo su furia.
Marche media hora después, con ninguna garantía. Sin fuerzas. Sin esperanza. Sin mi bebé.
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Las chicas de Izan
Short StoryIzan está enamorado; de los labios de Gala, las sonrisas de Marisa y los ojos de Lucía. Izan a fingido por cierto tiempo ser un buen chico. Puntual. Detallista. Paciente. Divertido. Organizado. Tierno. Atractivo. Son solo algunos adjetivos que te po...