55.

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—No sé si darte un abrazo o golpearte.

Sonrío por yo tampoco se que merezco.

—Cualquiera de los dos estará bien.

—¡Es qué no puedo creerlo!

—A veces yo tampoco lo hago. Ni yo mismo se cómo pude ser tan...

—¿Pendejo, estupido, imbecil, asqueroso?

—¿Pues, si?

—¿Qué edad tienen tus bebés?

—Bueno, ciertamente hace algún tiempo dejaron de usar pañal, gracias al cielo. Tienen ocho, crecen sanas, felices y creen que soy genial por que soy un experto en el Wii.

—¿La gente sabe la verdad?

—En la escuela piensan que son trillizas o que las adopté. Nadie es tan valiente para preguntar directamente.

—¿Y ellas?

—Ellas saben que tienen madres diferentes, pero siempre omito los detalles. Hasta hoy. Supongo que contarle mi historia a una desconocida me servirá de práctica.

—Créeme, será más difícil.

—Cuento con ello. Por eso los regalos —palmeo los obsequios a mi lado.

—¿Y si te odian?

Suspiro, remuevo la cucharilla en el café frío y respondo:

—Estoy acostumbrado al odio, al rechazo, a que mi vida vaya cuesta arriba. No creas que criar a tres niñas solo es fácil. Más siendo varón. No es moralmente aceptado. ¡Ni siquiera las peine hasta que entraron al kinder! Ha sido cada maldito día difícil. Festival del día de las madres mintiendo, diciendo que sus madres las verán desde el cielo cuando ni siquiera sé qué pasa después de la muerte. Cuidar la forma en la que nuestro mi afecto hacia ellas, no quiero que me consideren un pervertido. Pequeñas pullas de imbéciles diciendo que pagaría con ellas lo que hice. Horas de trabajo en casa cada que se enferman y si se enferma una, le siguen las dos. Luchar a muerte con el chantaje. Educarlas. Callar. Vivir día a día con el recuerdo de Lucía, Marisa y Gala para que no las olviden. La soledad. Aún así no se que haré si me odian, supongo, que pedir perdón no siempre es suficiente.

—Tranquilo. No lo harán —la veo sorber su soda —tienen un gran padre.

—Espero que tengas razón, Rebeca.

—Siempre la tengo, Izan. Ven aquí. Me decidí darte el abrazo, acepta por que es por tiempo limitado —la veo levantarse y apretarme fuerte—, lo harás bien.

Me suelta y la veo marchar. Cree que así no la veré llorar, le agradezco aún así por escucharme. No cualquiera pierde su tiempo escuchando la historia de semejante patán.

Ahora solo me queda esperar mi juicio. Prometí decirles las verdad cuando fueran mayores. Al parecer ya creen que lo son por qué me han dado un ultimátum, si está noche no les cuento toda la verdad recibiré la ley del hielo y la amenaza de que investigarán por su cuenta.

Son muy listas cuando se lo proponen.

Así que, chicas, allá voy...



(Rebeca es la protagonista de mi otra historia, si usted creyó que Izan le estaba contando su historia, lamento la desilusión, fue mi querida Rebeca la afortunada XD)

Me falta una especie de epilogo, pero déjenme un día de duelo, yo si llore escribiendo esto :(

ESPERO SUS IMPRESIONES. 

Las chicas de IzanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora