Los fantasmas de hielo

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Aun le ardía la mejilla por el golpe recibido, pero decidía no darse por vencida al haber avanzado un poco mas en el descubrimiento de aquel sitio misterioso donde había sido llevada. El sitio donde había sido llevada por el elfo no era la habitación que estaba acostumbrada en un principio; aquel lugar estaba construido de ladrillos oscuros, un par de sillas puestas del lado de un camastro improvisado que se había colocado maltrecha e improvisadamente y en la parte superior se encontraba una ranura del tamaño de uno de los bloques por donde entraba la nieve como si se tratara de un depósito de la misma.

El elfo había seguido las instrucciones al pie de la letra, debía quitarle el vestido con el que había bajado a cenar la noche anterior por lo que en ese instante solo tenía su ropa interior cubriendola de esa habitación que parecía más un congelador por la escarcha que se adentraba en la misma. Ella sentía que sus sentidos se paralizaban temblando y aferrandose a sus propios brazos para no sentir que sus nervios se desquebraban uno por uno al no poder hacer nada por si mismo.

-"Es el fin"- Pensaba para si misma recordando aquellos ojos que solían ser grises como la misma plata que corría por un molde al hacer una joya se habían vuelto siniestros, malvados, locos, como si cualquier rasrtro de la humanidad de Draco Malfoy hubiese sido sacrificada por el precio de transformarse en cuervo. Ahora no estaba segura si en realidad su captor era el mismo muchacho de cabellos platinados con quien habia compartido seis años de colegio o si se estaba enfrentando a una clase de mago tenebroso en proceso de completarse como tal.

Observaba las paredes húmedas que tenían una leve capa de hielo parecido a un tapiz de celofan que se estaba posando sobre las cuatro que construían esa habitación. No tuvo la oportunidad de hablar con el elfo y de haber sido el caso simplemente el hombrecillo hubiera emprendido retirada demasiado asustado de las represalias que tomaría su amo. Cerraba los ojos para concentrarse en otra cosa, algo distinto a las espadas heladas que atravezaban sus huesos, decían que el dolor cesaba siempre y cuando se separara de la mente misma, quizá el exterior podría ser profanado pero lo que había dentro debía procurarse intacto, asi que comenzó a imaginar sus días felices.

Observaba a su madre en aquellas consultas que durante las vacaciones asistía para poder consolidar ese lazo fraternal que las unía. Hermione siempre acudía por las tardes ya que durante las primeras horas se quedaba en casa para poder cuidar de su padre; no era que no tuviera vida social, simplemente le gustaba contribuir con lo que mas pudiera aprovechando siempre las horas  al máximo en cosas productivas como estudiar o agendar las citas de sus padres.

-Harry- Susurraba en ese momento observando quizá por la sugestión, una mala pasada de aquella habitación de hielo a un chico de cabello negro despeinado ligeramente; ojos de color verde esmeralda cicatrizado en la parte superior izquierda en forma de rayo. Aquel sonreía apaciblemente acuclillandose a su altura para mirarla.

-No me dejes Hermione, no me dejes amor mio- La castaña sintió que le acariciaba la frente a pesar de no experimentar el contacto, pues era claro que todo ese era producto del desvarío a causa del frio que carcomía cada poro de su piel. -Debes resistir o no podre rescatarte, ten fe en lo que sientes, ten fe en ti misma- Le pareció escuchar al pelinegro decir en susurro mientras ella arqueaba más la ceja no dando crédito a lo que su propia mente estaba recreando.

-Harry debo decirle la verdad a Ginny, solo asi acabará tu infierno, solo asi terminaremos con todo esto- La castaña declaraba temblorosamente, pues afortunadamente no tenía puesta la mordaza misma que no impedía que pudiese hablar en cualquier momento, solo que por el frio que estaba expermentando no se escuchaba del todo. -No importa lo que me pase, no lo dejes cumplir con su estupida venganza- Aun con sus manos amoratadas deseaba tocarlo para poder brindarle fuerza, pero sabia que no era real, solo producto de su imaginacion, mala pasada de su cerebro que por el suplicio ahora materializaba un poco a aquellos seres que tanto amaba,

EstocolmoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora