14. El paseo de la perdición.

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Hace una semana que llegamos a Nueva York, aún no terminamos de desempacar pero el apartamento poco a poco va tomando un poco de forma. Las cosas con Chloe y Harry han empeorado. Chloe cacho a Harry mirándole el busto a una cajera y armo una escena de celos. Harry no parece arrepentido de sus acciones, en cambio de ve cansado e indiferente. Sigo trotando en el parque al que vengo desde hace tres días, esta a tres cuadras del apartamento y es hermoso. Los árboles son grandes y está repleto de ellos, paro de trotar y quito mis audífonos para tomar un poco de aire. El frío viento golpea mi rostro y miro al rededor, me topo con la mirada verde de Harry que se encuentra sentado en una de las bancas fumando. Me acerco lentamente, simplemente porque no tengo dinero y tengo demasiada sed.

Me siento a su lado, le da una calada y me mira.

—¿Qué haces aquí?—interrogo, me echa el humo en la cara y lo miro mal.

—Chloe esta de intensa y no la soporto.

—No es para menos—me encojo de hombros—eres un desgraciado—admito y él ríe.

—Joder, que ganas de besarte ahora mismo toda sudorosa—frunzo el ceño y río por lo asqueroso que sonó eso, Harry me sonríe y me abraza.

—Hey, tranquilo rulitos. Yo solo vine porque tengo sed.

—¿Y quieres de mi leche? ¿O qué?—Susurra en mi oído, me sonrojo y le doy un codazo.

—Eres un maldito cerdo—me levanto y comienzo a caminar un poco molesta, Harry me sigue.

—Hey, no seas amargada.

No respondo.

—Joder, Aria respóndeme cuando te hablo.

Sigo sin responder, me toma bruscamente del codo y me gira, quedo muy cerca de su cara y sus ojos verdes están obscuros y clavados en mi. Me mira tan fijamente que siento como mis piernas tiemblan por el temor de lo que pueda hacer.

—Te dije que me respondas cuando te hablo, gatita—otra vez con su estúpido apodo, estoy apunto de decirle algo cuando sus labios se apoderan de los míos.

Su beso es tan inesperado que me quedo paralizada un par de segundos hasta que siento como muerde mi labio y me obliga a abrir la boca, mete su lengua y busca con desesperación la mía.

Inconscientemente lo tomo de los rulos y hundo mis dedos en él, su cabello es sedoso y su boca con sabor a cigarrillo es mi perdición.

Su lengua delinea mi labio y lo muerde antes de separarse de mi, lo abrazo y aspiro su aroma.

—Vámonos a casa, amor.

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