5. Sospechas

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Frank había recibido un mensaje del inspector Murray solicitando su presencia en la comisaría de policía, era un email bastante escueto y no aclaraba para que lo necesitaban, pero la palabra: urgente, fue la que le motivó para acercarse lo antes posible.
—Puede que sean buenas noticias —dijo Margaret cuando se lo hubo leído.
—Eso espero —contestó, Frank —Quizás hayan encontrado el coche, tenían parte de la matrícula.
—¿Volverás, después? —Ella buscó su mirada.
—¿Quieres que vuelva?
—Sí, Frank, quiero que vuelvas...
—¿Y Matt?
—Matt no es lo que necesito en este momento.
—¿Y yo sí?
—En realidad tu siempre has estado aquí, nunca te fuiste. Era yo quien no te veía...
—Entonces volveré.
—Y yo te estaré esperando.
Cuando llegó a la comisaría no tuvo que esperar como la vez anterior. El inspector le esperaba impaciente y le hizo entrar en su despacho.
—Hay una cosa que quiero que vea, señor Riley. Entre y siéntese.
—Frank, puede llamarme, Frank.
—Bien, Frank, mi nombre es Daniel...Frank, uno de los enfermeros que atendió a su hija, encontró algo entre sus ropas y nos lo ha remitido hoy, porque según el mismo, lo había olvidado por completo y además no sabía de que se trataba; el caso es que ha llegado hace una hora por correo urgente.
—¿De qué se trata? —Preguntó, Frank.
—Eso es lo que necesito que usted me aclare.
Daniel le entregó un pequeño objeto del tamaño de una caja de cerillas, envuelto en un sobre de plástico como los que suele utilizar la policía para recoger las pruebas.
Frank lo miró, sin reconocer de que se trataba, un segundo después supo que era aquel objeto.
—Es una caja de seguridad en miniatura.
—Sí, una caja de seguridad biométrica. Por favor, haga el favor de sacarla del envoltorio, no se preocupe hemos comprobado las huellas y no había ni una sola en su superficie.
Frank hizo lo que le decía.
—Como usted sabrá, este tipo de contenedores sólo pueden ser abiertos por la persona para la que fueron codificados. Me gustaría que intentara abrirla, sí, aplique su dedo pulgar en esa superficie.
Frank ya sabía cómo funcionaban, apretó la yema de su dedo sobre el sensor y este emitió una luz azulada, con un chasquido, la cajita se abrió.
—¿Cómo...? —Preguntó Frank sorprendido.
—Lo sospechaba. Espere, no vacíe su contenido, déjeme a mí.
El inspector Murray se puso unos guantes de látex y tomo la cajita de manos de Frank, colocándola en la mesa de su escritorio donde había una lupa electrónica de grandes dimensiones. Daniel enfocó la lupa sobre el objeto y miro a través de su visor como si se tratase de un microscopio.
—Sólo hay un pequeño objeto dentro de la caja y parece una llave electrónica —aclaró el policía mientras cogía la llave con unas pinzas y se la enseñaba a Frank. —¿Había visto usted alguna vez este objeto?
—Sí, he visto muchas llaves como esa — contestó el aludido —. Pueden abrir muchas cosas...cajas fuertes, maletines...
—Sí, pero todos ellos dotados de una altísima seguridad, ¿verdad?
—Efectivamente —afirmó, Frank —.  Pero, déjeme hacerle una pregunta: ¿Cómo supo que yo podría abrir esa caja biométrica?
—Créame si le digo que no lo sabía, pero lo sospechaba. Seguramente en su trabajo ha debido de tener acceso a este tipo de objetos, ¿verdad? No son nada corrientes así, en miniatura. He visto cajas fuertes con seguridad biométrica, pero nunca de este tamaño.
—Sí, claro. He usado muchos contenedores de este tipo y también llaves como esta, pero, ¿cómo es que la tenía mi hija?
—¿Recuerda que le dije que el presunto asesino de su hija se arrodilló junto a ella...?
—¿Me está diciendo que la dejó para mí?
—Parece lógico. Sólo usted hubiera podido abrirla. Creo que en realidad su hija murió a causa de su trabajo, Frank. Aunque usted se halla retirado, alguien parece opinar lo contrario.
—Entonces ella murió por mi culpa —Frank lo había sospechado desde un principio pero ahora veía confirmados sus temores.
—No es el momento de echarse la culpa, Frank, si no de resolver este asesinato.
—¿Ahora ya cree que pueda tratarse de un crimen? —Preguntó Frank.
—Cada vez estoy más convencido de ello —respondió el inspector —.  Siento lo que voy a tener que pedirle, pero es mi trabajo. Quisiera que me dijera donde se encontraba usted el día del asesinato de su hija.
—¿Ahora soy sospechoso? —Bufó Frank, mientras hacía ademán de levantarse.
—Sospechosos somos todos, de una cosa o de otra. Personalmente no creo que usted sea el culpable, pero he de hacer mi trabajo y este consiste en tener en cuenta todas las posibilidades.
—Lo siento —dijo Frank, volviendo a sentarse —, y lo comprendo. Si no me hubiera tenido en cuenta a mí, hubiera empezado a sospechar de su eficacia. Lo único que deseo, Daniel, es que ese asesino termine siendo detenido...La noche del crimen estaba en Baltimore, en mi apartamento y además sólo. En cuanto recibí la llamada de mi exmujer por la mañana, tomé el primer vuelo disponible, tarde cerca de cuatro horas y media en llegar aquí, a Denver. Como ve no tengo coartada.
—No, no la tiene, aunque eso no signifique gran cosa. Muchísimos asesinos en la historia han tenido coartadas incuestionables y cometieron sus crímenes. Pero, es un fastidio que usted no la tenga. De esta forma no podre borrarle de la lista de sospechosos.
—Eso no importa, lo que me interesa es que dé usted con el criminal. ¿Tiene usted algún sospechoso más?
—Unos cuantos. No debería hablar con usted sobre una investigación policial abierta, pero...de una forma o de otra sé que voy a necesitar su ayuda. Es más que una corazonada, es casi una certeza. Hace una hora tuve una charla con el señor Mattewd Garfield, que por cierto, parece que tuvo un pequeño accidente doméstico.
—¿Ah, sí? —Frank se hizo el sorprendido.
—Sí, parece que su nariz chocó contra algo bastante duro.
—Quizás se deba a que su nariz se mete en asuntos en los que no debería meterse ¿no cree?
—Le pediría que me mostrase sus nudillos, Frank, pero en realidad me importa muy poco contra qué golpeó la nariz del señor Garfield. Me trae sin cuidado. Lo que si me importa es la relación de su hija con el amante de su exmujer.
—Ex amante podría llamársele ahora.
—Me alegro por usted. Parece que a veces los golpes en la nariz pueden tener malas consecuencias.
—Sí —dijo Frank —muy malas. Mi hija no mantenía ningún tipo de relación afectiva con él, es más creo que le despreciaba. Por lo que yo sé nunca aprobó la relación de su madre con Matt. Pero tampoco hizo nada por disuadirla, según ella, su madre tenía derecho a hacer lo que le diese la gana.
—Muy comprensiva.
—Sí, lo era, eso y otras muchas cosas. Yo no creo que Matt pueda ser el asesino de mi hija. No da la talla.
—Yo tampoco lo creo, pero aún así...
—Tiene que hacer su trabajo —Frank terminó la frase por él —, lo sé.
—Una cosa más, Frank y no crea que me olvidado de ello. ¿Sabe usted qué puede abrir esa llave de seguridad?
Frank le miró a los ojos durante un par de segundos y luego dijo:
—No tengo ni la más remota idea...

 ¿Sabe usted qué puede abrir esa llave de seguridad?Frank le miró a los ojos durante un par de segundos y luego dijo:—No tengo ni la más remota idea

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Sombras del pasado (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora