Flagswood. Ese era el nombre de la urbanización, ahora lo recordaba. Buscó el taxi que le había traído hasta allí, pero no lo encontró, además, le había indicado al taxista que le esperase. Eso era bastante extraño, pensó Frank.
Las calles no estaban muy concurridas a esas horas, por lo que sería sencillo encontrar otro taxi. Frank empezó a caminar por la acera, evitando el resbaladizo hielo que había en algunas zonas.
Al fondo, a unos cien metros había una parada de taxis y hacia allí se encaminó. Sólo había un automóvil, el vehículo estaba aparcado junto a la acera, pero antes de que él llegara, una pareja se subió y el taxi arrancó. Por lo visto debería esperar a que llegara otro.
No tardó mucho en aparecer otro taxi que giraba en una esquina y se dirigía hacia la parada. Frenó junto a Frank y este subió.
—¿Dónde le llevo, caballero?
El taxista, de unos veinticinco años, afroamericano y de constitución fuerte le observaba con atención.
Con demasiada atención, pensó Frank.
Se acomodo en su asiento y le dio la dirección al conductor.
—Residencial Flagswood —dijo Frank mirando al hombre por el espejo retrovisor. Si esperaba ver algún gesto de sorpresa, se equivoco, el conductor permaneció impasible mientras programaba el GPS.
—Está cerca de aquí —añadió Frank.
—Sí, lo sé —dijo el taxista —, sólo quiero saber la dirección exacta.
—Ya.
¿Quién le enviaría? ¿Leonard o Dexter? O quizás los dos. Era muy pronto para que hubieran encontrado el cadáver de Violet. ¿Alguien quería verle muerto antes de terminar el trabajo? Era bastante ilógico.
Frank palpó la culata de la pistola que llevaba bajo la cazadora preparándose para actuar en cualquier momento.
—¿Vio anoche el partido? —Le preguntó el taxista tratando de iniciar una conversación.
—No. ¿Qué tal quedaron los Rockies?
—No pudieron con los Yankees, pero hicieron un buen partido. ¿Es usted de los Colorado Rockies?
—De los Sox.
—¿Los red sox? Buen equipo. ¿Vive en Boston?
—En Baltimore, pero viví muchos años en Boston — Frank se estaba cansando de la estúpida conversación, solo le faltaba conversar sobre el tiempo.
—Yo soy de Alabama, pero llevo en Denver casi diez años. Este trabajo es provisional, ¿sabe? Si las cosas me salen bien, tendré un trabajo fijo.
A mi costa no lo harás, pensó Frank colocándose en una posición desde la que le fuera más cómodo desenfundar la pistola. Aquel taxi era bastante antiguo y no lleva cristal de seguridad lo que en cierta forma le beneficiaba.
—Ya estamos llegando, caballero —Le avisó el taxista.
Fin de viaje y fin de parada, si pensaba eliminarlo sería exactamente en cuanto se bajara del taxi y le diera la espalda, cosa que no pensaba hacer.
—Gracias... —Frank se fijó en la placa fijada junto a la guantera del coche, donde venían los datos del taxista y una fotografía del mismo. La foto era de un hombre caucásico de unos cincuenta años de edad — ¿Alan?
—No, Alan es el dueño del coche, ya le dije que este era un trabajo provisional. Me llamo Scott, Scott Grant.
El taxista frenó junto al arcén y pulsó un botón en el panel digital donde reflejaba el precio de la carrera.
—Son veinte con cincuenta.
Frank sacó la cartera y le entregó treinta dólares la conductor.
—Quédeselo —Dijo Frank cuando el otro hacía un ademán de buscar el cambio.
—Gracias, Frank.
Lo hizo, pensó el aludido. Acaba de hacerlo.
El taxista se volvió a mirarlo, pero Frank ya le apuntaba con la pistola a la cabeza.
—¿Para quién trabajas, Scott?
—Nunca me dijo su nombre ¿verdad? Metí la pata.
Frank negó con la cabeza mientras hacía un gesto con el arma.
—Soy policía, trabajo para el Detective Murray. Me dijo que le siguiera discretamente para que no se metiera usted en problemas.
—¿Daniel Murray?
—Sí, Frank. Mi jefe teme que se tome usted la ley por su mano. ¿Se va a portar usted bien?
—No lo creo, Scott ¿Es ese su verdadero nombre?
—Sí, sí, Scott Grant. ¿Qué hacemos aquí parados, Frank? Este es el domicilio del congresista Boorman.
—Él es el que ando buscando. Me lo dijo alguien.
—¿Esa mujer con la que estuvo esta mañana? ¿Por cierto, qué ha sido de ella?
—Nos separamos —contestó, Frank.
—Murray me dio un mensaje para usted. Creo que es algún tipo de código entre ambos. El mensaje dice textualmente: Mañana, a la hora en que despiertan los leones. ¿significa algo para usted, Frank?
—Sí, Scott. Es un mensaje muy claro.
Murray y su equipo intentarían rescatar su hija al día siguiente al amanecer.
—¿Y que piensa hacer ahora, Frank?
—Voy a entrar en la casa del congresista Boorman y exigirle una explicación. ¿Y usted, qué hará?
—Debería impedírselo, pero creo que no me dejará, ¿verdad?
Frank volvió a mover la cabeza con un gesto de negativa.
—Entonces, creo que le esperare aquí, si no le importa y le llevare de regreso a su hotel cuando termine lo que ha venido ha hacer.
—Me parece una excelente idea.
—Sí, a mí también.
Frank hizo ademán de bajarse del coche cuando oyó que Scott le preguntaba de nuevo.
—¿No pensará matarle?
—Bueno, Scott, eso es algo que aún no sé. Aunque no debería preocuparse.
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Sombras del pasado (Terminada)
Mistério / SuspenseFrank Riley ha perdido a la única persona que le quedaba en su vida. Su hija Kelsey. Pero su muerte no está demasiado clara y él no cree que se trate de un accidente. Cuando recibe la misteriosa llamada de un desconocido todo su mundo se tuerce, por...