Al contrario que con el congresista Boorman, Frank si sabía donde vivía su amigo Leonard Noyce. Conocía su domicilio aunque era impensable que estuviera allí, también sabía la dirección de sus oficinas, en las que él trabajó durante años. No, no era el lugar en el que se refugiaría sabiendo que un asesino profesional estaba tras su pista. Algo que, sin duda ya debía de suponer puesto que las noticias de primera hora habían hablado de una redada en el zoológico de la ciudad y de varios terroristas muertos. Había otro lugar, una vivienda que podía convertirse en una inexpugnable fortaleza. Tan protegida como las dependencias del FBI y tan difícil de acceder a ella como al interior de una caja fuerte de alta seguridad.
Era un edificio que Frank había visitado en contadas ocasiones y siempre que estuvo allí, le maravilló la seguridad de aquel lugar. Se trataba de un auténtico búnker anti-nuclear.
Una de las obsesiones de Leonard era lo que él denominaba, la última gran guerra. Una confrontación nuclear que devastaría el mundo y nos devolvería a todos a una incierta edad de piedra.
Leonard creía que aquello podría llegar a ocurrir en cualquier momento, sabiendo en manos de quien estaba gobernado el mundo.
Por eso muchos años atrás decidió construir algo que le protegiera de esa real amenaza.
Había diseñado un búnker a prueba de bombas y sobre todo a prueba de intrusos. Si Leonard se ocultaba allí, Frank no lo tendría fácil.
Pero de todas formas lo haría.
Al salir de casa de Margaret, Frank volvió al hotel donde guardaba sus cosas y esta vez cogió todas las armas que había sacado del almacén de Wesley. Sabía que no iban a ser suficientes, pero también sabía donde conseguir más.
Cuando bajó al hall del hotel le pareció ver que alguien le observaba. Frank hizo como que no se había dado cuenta y cuando volvió a mirar, el individuo abandonaba el hotel con bastante prisa.
Leonard seguramente se habría rodeado de gente muy competente. Auténticos profesionales que no dudarían un segundo en matarle, lo sabía porque él había sido uno de ellos. A su favor contaba el factor sorpresa y también el saber como reaccionarían ante su presencia. Se comportarían tal y como el manual enseñaba, de eso estaba seguro. El tendría que ser del todo imprevisible si quería sobrevivir.
Debía de ir con sumo cuidado, porque no sabía si su amigo Leonard había enviado a alguien a por él.
—Es lo que yo hubiera hecho —reconoció, Frank mientras miraba con disimulo a su alrededor, antes salir del hotel. Aquel era uno de los lugares que él habría escogido. ¿Cómo lo harían? ¿Le dispararían desde una azotea? Había muchas, lo tendrían muy fácil. ¿Sería desde un coche? Frank visualizó las escenas de películas antiguas en las que los gangsters acribillaban a balazos a sus enemigos desde sus automóviles en marcha. ¿Sería un tiro en la nuca al estilo de los modernos terroristas? Con mucho disimulo y ¡PAM! ¡A criar malvas!
No sabía cómo pensaban hacerlo, pero era seguro que lo intentarían.
La única forma de escapar de esa ratonera era actuar rápido. Frente a la entrada del hotel, había una parada de taxis y había varios disponibles. Estaban a unos cinco metros. Tres o cuatro zancadas a paso rápido y estaría a salvo. Esa era su única opción. Sus enemigos dispondrían de dos segundos a lo suma para actuar. Muy poco margen, reconoció Frank.
Salió decidido al exterior y tal y como había supuesto, algo le rozó la mejilla y se incrustó en la pared que tenía detrás de él. Había sido un disparo, pero habían fallado.
Antes de que tuvieran una nueva oportunidad de intentarlo, Frank entró en el taxi.
Le dio al taxista la dirección a la que quería ir y en cuestión de segundos dejaron atrás el hotel.
Esta vez había tenido mucha suerte, pensó, al recordar que la bala había pasado rozándole a escasos centímetros de su cabeza. En un futuro inmediato debía de ser él el que tomase la iniciativa. Sabía que había sido un error ir al hotel, un error que pudo costarle bastante caro, pero ahora tenía lo que necesitaba y dentro de un momento conseguiría otras cosas que iba a necesitar.
El taxi había parado frente a la comisaría de policía. Frank abonó el importe del trayecto y entró en el edificio. Por suerte no había detectores de metales en la entrada, sino todas las alarmas hubieran sonado en el momento en que cruzó la puerta, cargado con su bolsa de deporte llena de armas.
Dejó su equipaje en el suelo y se acercó hasta la ventanilla de recepción.
—Me gustaría ver al detective Murray, dígale que soy Frank Riley.
Daniel apareció un momento después y le hizo pasar a su despacho.
—Necesito otra vez su ayuda —le dijo Frank mientras pasaba a relatarle lo sucedido en el hotel hacía escasamente media hora.
—¿Así que su amigo ha decidido quitarle de en medio? Era de esperar.
—Lo sé. En ningún momento dudé de ello. No estoy aquí para pedirle protección, sé arreglármelas solo...
—¡Ya lo creo! —Dijo Daniel Murray jocoso —¡Y muy bien!
—Lo que necesito es artillería pesada, Daniel.
—¿Lanza-granadas?
—Algo con lo que reventar una cámara acorazada.
—Tengo lo que busca. Hace poco incautamos un alijo de armas de unos narcotraficantes, nos sorprendió mucho el arsenal del que disponían. Parecían estar preparados para una guerra. Tenían un tipo de explosivo plástico que le vendrá muy bien.
—¿No va a decirme esta vez que me mantenga al margen?
—No, esta vez no. Si ese hijo puta juega duro, usted también tiene derecho a participar en el campeonato. Considérelo como una pequeña consideración hacía usted. En todo caso si usted acaba con él sería en defensa propia y ahí no tengo nada que objetar. Acompáñeme al sótano, allí verá maravillas.
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Sombras del pasado (Terminada)
Mystery / ThrillerFrank Riley ha perdido a la única persona que le quedaba en su vida. Su hija Kelsey. Pero su muerte no está demasiado clara y él no cree que se trate de un accidente. Cuando recibe la misteriosa llamada de un desconocido todo su mundo se tuerce, por...