7. Sin salida

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Frank había vuelto a la habitación de su hotel, donde podría pensar con calma.
¿Que podía hacer? En su escala de valores, su hija estaba por encima de todas esas personas, pero no podía convertirse en un asesino. Otra vez no. Había dejado su trabajo porque era incapaz de aguantarlo más. Estaba cansado de ver tanta muerte a su alrededor y ahora le obligaban a volver a hacerlo.
¿Lo haría?...Sí, no tenía otra opción. Su hija, a quien creía haber perdido, estaba viva y no iba a dejar que se la arrebataran otra vez. Haría lo que fuera por ella, incluso convertirse de nuevo en un asesino.
Tan sólo le habían dado un plazo de tres semanas para hacerlo, así que debía de ponerse a planearlo enseguida. Cuatro muertes le separaban de volver a ver la sonrisa de su hija, de acariciar su rostro y de escuchar de nuevo su voz.
Sabía que con mucha posibilidad todo era una trampa y que quizás, después de todo, nunca le devolvieran a su hija viva, o que él fuera detenido o incluso muriera al intentar acabar el trabajo, pero todo eso no tenía importancia ahora. Lo único que importaba era que Kelsey seguía viva y él tenía una oportunidad de salvarla.
Tampoco podía contar con nadie para realizar su cometido. Tendría que ser él solo el que llevara a cabo el trabajo y acabara con la vida de cuatro personas inocentes. Cuatro almas a cambio de una no era un precio demasiado elevado tratándose del alma de Kelsey. Lo sentía por aquellas cuatro personas, pero ya estaban muertas.
Metódico, frío, calculador y profesional. Eso habían dicho de él sus superiores y llevaban razón. Era un especialista en cualquier tipo de arma, tanto armas de fuego, como en armas cuerpo a cuerpo. Sabía de explosivos, venenos, drogas. Se mantenía en forma a pesar de sus cincuenta años recién cumplidos, gracias al intensivo ejercicio que realizaba todos los días. En una palabra, era letal, como bien pronto iba a comprobar el mundo entero.
Tendría que realizar los asesinatos en público y a cara descubierta. A partir del segundo asesinato, las cosas iban a ponerse muy peligrosas para él. La policía, el FBI y los cuerpos especiales acabarían por darle caza y si lograba salir vivo, sería un milagro. Si lo atrapaban al concluir su trabajo, acabaría entre rejas el resto de su vida, pero por lo menos su hija viviría. Aceptaba con gusto el sacrificio.
¿Por qué no acabar con todas ellas de un solo golpe? En las carpetas estaban todas las rutas e itinerarios que sus futuras víctimas realizarían en los próximos días. Quizás y si la suerte estaba de su lado, podría  encontrar el momento preciso en que todas ellas se reunirán en un mismo lugar. Sino, tendría que hacerlo de otra manera.
Abrió las carpetas y sacó los expedientes leyéndolos detenidamente.
Lo había encontrado, la próxima semana, tres de las cuatro personas de la lista estarían juntas en un concierto benéfico. La cuarta no asistiría, pero de ella podría encargarse más adelante.
Sólo disponía de cinco días para planificarlo todo. Era muy poco tiempo, pero lo haría, de eso estaba seguro.
—Primero reconozcamos el terreno —dijo en voz alta como acostumbraba hacer cuando su mente trabajaba a toda máquina.
El concierto benéfico tendría lugar en uno de los parques más céntricos de la ciudad. Las medidas de seguridad serían altas, pero mucho menos que si hubiera sido en un local cerrado. Cabía la posibilidad de utilizar un arma de largo alcance. Un rifle francotirador, por ejemplo. Pero deberían de ser tres disparos simultáneos. No tendría oportunidad de repetirlos y eso era algo extremadamente difícil. Luego debía  buscar una vía de escape segura y dejar algo en la escena del crimen que lo incriminara.
Sencillo, ¿verdad? Pues no.
Pensó en usar explosivos, pero eso era inviable. Antes de que comenzara el concierto revisarían todo el terreno palmo a palmo y también dispondrían, eso era casi seguro, de perros entrenados en la detección de explosivos. No, había que descartarlo.
¿Un arma cuerpo a cuerpo? Demasiado arriesgado. Por lo tanto el arma de largo alcance era su mejor opción.
Tendría que conseguir un rifle y sabía exactamente donde conseguirlo. Utilizaría balas explosivas, así, en caso de no acertar en un órgano vital, el destrozo sería tal que no tendrían oportunidad de salvarse.
Se quedó un momento en silencio.
Estaba hablando de matar a cuatro personas a sangre fría y ni siquiera había parpadeado. ¿Qué demonios le ocurría?
No es que no lo hubiera hecho antes, se dijo, pero esto era distinto. Esto era un vulgar asesinato, antes recibía ordenes. Antes se suponía que trabajaba para los buenos, o por lo menos tenía la convicción de que era así, aunque en el fondo de su alma sabía que los buenos eran malos disfrazados y que a la especie humana le encantaba el color de la sangre.
Sí, quizás siempre fue un asesino.
Ahora lo iba a hacer para salvar lo que más le importaba en la vida. Su hija.
Replegó sus remordimientos a un lugar apartado de su mente, a un sitio donde no volvieran a interrumpirle. Tenía que hacer un trabajo y nada iba a conseguir llorando por sus víctimas.
Después, si todo salía bien, cosa que dudaba, ya tendría tiempo para lamentarse.

Después, si todo salía bien, cosa que dudaba, ya tendría tiempo para lamentarse

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Sombras del pasado (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora