"Sabes que has encontrado algo maravilloso, y quieres sostenerlo para siempre; y cada segundo después de que lo tienes, le temes al momento en el que podrías perderlo."
Me senté en mi cama, le había pedido papel y lápiz a Ámbar y ella me lo había conseguido en cuestión de segundos y mientras el resto de la habitación dormía yo tenía permitido tener la pequeña lámpara al lado de mi cama prendida para poder escribirle una carta a mis padres. El papel era como en el que había recibido el formulario y el lápiz dejaba una tinta negra elegante por lo cual tenía que tener cuidado para no manchar la hoja. Sabía que no podía decirles a mis padres donde me encontraba pero en algún lugar dentro de mí deseaba que ellos pudieran adivinarlo por la hoja y el lápiz.
"Queridos papá y mamá, lo lamento por irme, por dejarlos, y realmente los extraño. Quiero que sepan que estoy bien, mucho mejor de lo que podría estar en ningún lugar. Cuando pueda les enviaré dinero. No me hagan preguntas porque no puedo responderlas, pero confíen en mí de que esto es mejor para los tres. Los quiero ver aunque no pueda, talvez la próxima vez que nos encontremos luzca un poco distinta. Los quiero muchísimo y me comunicaré de nuevo con ustedes en poco tiempo. Les dejo papel y lápiz para que puedan responderme, entréguenle la respuesta a quién les vaya a dejar la próxima carta.
Cariños, su hija."
Cerré la carta y una lágrima rebelde cayó en el sobre, me apresuré a limpiarla, mis padres no podían notar que había estado llorando o se preocuparían. No puse la dirección ya que no la sabía asique supuse que sea como sea Nicholas encontraría la manera de enviarla.
Apagué la pequeña luz y me levanté de mi cama. Sabía que se suponía que no podía caminar por el palacio a estar horas pero necesitaba dejar la carta en el armario. Rebeca me había entregado una bata de dormir blanca, la misma que todas las otras doncellas tenían, asique me paseaba por el palacio con la piel de gallina en mis brazos y piernas donde el camisón no cubría. No era una noche fría, pero la brisa que entraba por algunas ventanas y el nerviosismo de estar ahí en la noche caminando ponían mis pelos de punta.
Seguí por el pasillo de las doncellas hasta la cocina, la cual tenía un suave olor a canela. Me quedé unos segundos ahí dentro olfateando y luego seguí caminando por los pasillos, escaleras, pasadizos y puertas que ya había aprendido que guiaban a la entrada, y desde ahí necesitaba dirigirme hacia el salón, cruzarlo y llegar al armario. Ahora que lo pensaba bien, era una muy mala idea, pero ya había empezado y odiaba dejar las cosas sin terminar.
Logré llegar hacia la puerta que dirigía a la entrada, sabía que siempre había un guardia en las puertas principales, para mi suerte este no hacía muy bien su trabajo y estaba mucho más concentrado en un libro que en vigilar a su alrededor.
Pasé por delante de él de puntillas tomando uno de los caminos hacia el salón de fiestas y finalmente llegando a este. Recé para que las puertas estuvieran sin llave y al parecer la fortuna estaba de mi lado esa noche porque empujé las grandes puertas de madera sin ninguna dificultad. El único problema fue el ruido de estas al rechinar sus bisagras. Me quedé congelada un momento ante el salón solitario, cuando me di cuenta de que estaba fuera de peligro bajé los cinco escalones hacia el barnizado piso donde había bailado hace unas horas.
El salón era gigantesco, mucho más grande que mi casa. Ahora que no tenía ningún mueble y se podía apreciar con más claridad su tamaño. Grandes ventanales cubrían toda la parte derecha del salón dando hacia un hermoso jardín. Podría haber jurado que en la fiesta las persianas de las ventanas estaban cerradas ya que se veía como si fuera un salón sin ventanas, pero ahora la luz de la luna iluminaba el brillante piso.
No pude evitar acercarme a las ventanas y mirar hacia afuera. El cielo estaba negro y lleno de hermosos puntos brillantes, podía apreciar todo el firmamento de manera más hermosa de lo que nunca lo había hecho. No sé cuánto tiempo me quedé ahí parada iluminada por la luna mirando hacia arriba, pero ya había perdido la noción del tiempo cuando seguí mi camino hacia el armario. Salí del salón y dejé la carta sobre una de las repisas de este, luego volví al salón.
No había pintado desde que había llegado, no había tenido tiempo, pero en ese momento lo único que quería era una tela y algunos oleos para inmortalizar la escena frente a mí. El jardín era casi tan hermoso como el cielo que lo iluminaba, después de un largo claro donde supuse que se hacían fiestas al aire libre había una amplia zona de vegetación, incluso solo con la luz de la luna podía ver distintos tonos de verde esparciéndose por el fondo creando una especie de hermoso laberinto en el cuál deseaba perderme.
Estaba tan absorta admirando la vista que no me había dado cuenta de la presencia de alguien en el salón hasta que una gruesa mano tocó mi hombro. Me di vuelta de golpe y lancé un gritito yendo hacia atrás y chocando contra el ventanal con los ojos vidriosos. Un guardia con su traje elegante y un arma larga en su mano me miraba relajándose al darse cuenta de que tan solo era una chica. La luna destacaba sus rasgos lisos y serios.
- Señorita, no puede estar aquí a estas horas.
Esperé un segundo antes de responder, recobrando el aliento.
- Lo sé, me iré de inmediato – dije.
- No es necesario, el príncipe Nicholas querría que las seleccionadas estuvieran lo más cómodas posibles, nos lo dejó muy claro. Pero por su propia seguridad me quedaré con usted hasta que decida volver a su habitación.
- Yo no... - pensé un poco antes de responder, si decía que era una doncella me podría acusar y podrían hasta echarme del palacio al creer que estaba robando o algo por el estilo, pero este hombre creía que era una seleccionada, asique iba a seguirle el juego – gracias, pero creo que me iré a acostar ahora.
- La escoltaré a su habitación entonces.
- Emm... no es necesario.
- Insisto, por su seguridad no la puedo tener paseando por el palacio sola.
- ¿Me podría escoltar solo hasta la escalera? Desde ahí es solo subir la escalera y doblar en el pasillo, me sentiría más cómoda así.
El guardia lo pensó unos minutos.
- Está bien, pero si alguien pregunta me ofrecí a escoltarla hasta su puerta.
- Lo tendré claro
El guardia me siguió hasta las escaleras y las subí despidiéndome con la cabeza del hombre. Para mi mala suerte este se quedó en la puerta de entrada acompañando al del libro. Pasé al pasillo y me pegué contra una pared. ¿Y ahora qué?
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Elígeme: fanfic de "La Selección" (Kiera Cass) EN PAUSA
FanfictionFANFIC DE "LA SELECCIÓN" POR KIERA CASS Para treinta y cinco chicas, la Selección es una oportunidad que solo se presenta una vez en la vida. La oportunidad de escapar de la vida que les ha tocado por nacer en una determinada familia. La oportunidad...