Fue una noche, como otra cualquiera de aquel invierno. Nada anormal había en el ambiente de la que era mi habitación, solo un pequeño susurro del viento contra mi ventana, y una rama en constante repiqueteo contra el cristal. Todo en el cuarto perfectamente ordenado, para acostarme y no sufrir de ningún percance a la mañana siguiente al tropezarme con algo. Estando las luces apagadas, fue cuando me dormí finalmente, tras un largo día típico de un estudiante de preparatoria, con la universidad y el año siguiente como única preocupación, aunque en mi caso también me preocupaba mi familia. La casa ya se sentía sola siendo 3, y yo teniendo que ir a otra ciudad solo para asistir a la universidad, serían solo dos en casa. Mi madre y mi hermana, en ningún momento querría dejarlas solas, pero se acercaba mi momento de "dejar el nido".
- Ojalá pudiera mandar todo esto a la mierda. Lo único que quiero es estar con mi familia, y no separarme de ellas.
Pensando eso me dormí, pero en mitad de la madrugada me sentí raro, lo que provocó que me despertara.
- Mi cabeza... Dios santo. Tendré que tomarme una aspirina.
En cuanto mis pies tocaron el suelo y me levanté, por muy extraño que parezca, mi cuerpo emitió un brillo dorado muy extraño. Por un momento pensé que serían efectos del dolor de cabeza, pero esa idea fue descartada cuando noté frenesí recorriendo todo mi cuerpo, desde la punta de mis dedos hasta lo más profundo de mi pecho. Algo, o alguien, me estaba apretando. Cerré los ojos del dolor que me oprimía, y sentí como si cayera por un momento a gran velocidad, antes de desmayarme.
- ¡Mamá!¡Makita!
Al rato me desperté, mi cuerpo estaba entero, pero apenas me atrevía a abrir los ojos. Notaba una brizna de hierba en mi rostro, lo que me hizo suponer que estaba en un descampado. ¿Cómo habría llegado allí? Ni idea.
Todo lo que había pasado y de repente, ya no estaba en mi casa. De hecho, por el ambiente tan limpio que respiraba, parecía incluso que había abandonado por completo la ciudad, pues el viento era fresco y no llevaba el olor tan típico del mundo urbano. Decidí abrir los ojos solo para acabar con esta mala broma. Entonces me di cuenta de la realidad. Estaba rodeado de un montón de rocas negras que se... estaban moviendo constantemente a mi alrededor.
Sirou se dió cuenta de una cosa un poco después de llegar a este mundo. Las rocas negras que le rodeaban eran escamas de un dragón negro de unos veinte metros que estaba durmiendo plácidamente en una vastísima llanura. Parecía que con su cuerpo protegía al joven pelinaranja de 17 años del fuerte viento. Pero Sirou estaba horrorizado.-¡¡¡Waaaaa!!!- grité con todas mis fuerzas.-¿¡ Un dragón?!
-Ay.....-el dragón suspiró- pensé que los humanos no seríais tan ruidosos. Aunque eres un recién invocado, normal que te asustes.
-¡Encima el dragón habla!- estaba ahora sorprendido, pero no asustado, ya que ví que las intenciones del gigantesco animal no eran dañinas para mí. - Y.... ¿cómo que invocado?
-¿Cómo llegarías aquí si no es por una invocación? -replicó el dragón, que empezó a erguirse sobre dos patas. - Escúchame humano, ahora mismo estás en Shilea, el mundo donde la mitología y la magia existen. -
-¿Y por qué me has invocado? - pregunté con curiosidad.-
-Para que derrotes a Zorlock, el dios de todos los demonios. Ninguno de nosotros cinco hemos podido derrotarlo. - confesó el dragón.
-¿Qué?- volví a preguntar perplejo.
Mente de Sirou.
"A ver si ha quedado claro. Un dragón negro me dijo que estoy aquí para acabar con un demonio que lo ha derrotado a él."
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Another World, A Magic World.
FantasySirou es un chico de 17 años (casi 18) al que le va bien la vida en general. Sus notas son buenas, es atlético y buen chico. Pero, ¿le servirá su inteligencia para sobrevivir en un mundo de magias, espadas, del cual parece ser el próximo héroe? ¿O c...