Corea se sentía diferente, muchas personas, pocos colores, más introversión, comida extra picante, la torre de Namsan, el aeropuerto de Incheon; pero ningún chico de pelo rosado, ojos pequeños y labios gruesos. Ningún Jimin a la vista cuando Ha Na iba de camino a su casa en el autobús desde el aeropuerto.
Se había traído las pocas cosas que me cabían en el equipaje y aunque no lloró cuando se despidió de Jimin y el resto de los chicos en el hotel antes de subirse a la van, lloró en el avión sabiendo que dejaba todo atrás. Después de tantos sueños, después de tanto esfuerzo tendría que regresar a su país con una maleta medio vacía, una persona menos y un corazón roto.
Se había levantado muy temprano en la mañana ansiosa por el viaje y Jimin ya estaba despierto mirándola desde el otro lado de la cama. Ha Na se preguntó qué clase de pensamientos albergaba el chico en aquel momento pero no quiso preguntar pues sabía que su despedida podría ser más difícil. Incluso había pensado en no abordar el avión pero luego de tanto meditar y exprimirse las neuronas junto al corazón, decidió que confiaría en Jimin y tomaría ese vuelo rumbo a continuar con su futuro.
Si se quedaba en el hotel podría acostumbrarse a la comodidad que la rodeaba y convertirse en arena moldeada por el mar, sin nada que le perteneciera, sin ningún plan que la hiciera seguir.
Cuando se bajó del autobús cerca de su casa sintió como el estómago se le iba apretando en un nudo poco a poco, se le secó la boca y hasta se mareó un poco. No le había avisado a su familia que iría de regreso y cuando les contara todo lo que había pasado en Estados Unidos no estaba segura de cómo reaccionarían.
Seguramente su madre le diría el típico te lo dije para luego darle un sermón.
Su casa no era muy grande y quedaba pegaba a un bodegón donde Ha Na pasó gran parte de su infancia comprando golosinas a escondidas de su papá porque decía que le dañaría los dientes. El bodegón estaba cerrado y cuando paseó la mirada hacia la puerta principal de su casa descubrió que la fachada había cambiado un poco y que ahora había algunas plantas de flores en ella.
No supo por qué pero de repente se sintió triste al pensar que se había perdido ese y otros pequeños cambios que quizás ahora tenía su hogar. No sólo no había estado en los cumpleaños y navidades con su familia sino que además tampoco para ver como aquellas plantas crecían y su padre cambiaba el color de pared de la sala como le había contado su hermana alguna vez por teléfono.
Se paró frente a la puerta y se aguantó por echar un vistazo por la ventana por miedo a que a su mamá le diera un infarto si la veía. Respiró profundo e intentó calmar sus nervios para luego tocar el timbre y esperar a que alguien le abriera la puerta.
Ding, ding, ding... ding, dong.
El sonido del timbre seguía igual y no pudo evitar sonreír infantilmente.
— ¡Voy! —Gritó una familiar voz desde adentro —¡Ya voy!
Ha Na se tensó al escuchar la voz de su hermana y cuando la puerta se abrió lentamente sus ojos empezaron a arder.
— ¿Quién... ¿¡Ha Na!? —Su hermana parecía haber visto a un fantasma —¡Ha Na! ¡Ha Na! ¿Eres tú? —La abrazó con emoción mirándola una y otra vez sin poder creer que estuviera ahí.
— Eun Na... —Dijo ella con la voz quebrada.
Cómo extrañaba los abrazos de su hermana.
— ¡Mamá, es Ha Na!
— ¿¡Qué!? —Se escuchó algo romperse en el suelo y casi enseguida la madre de Ha Na apareció en la puerta con el mismo rostro de incredulidad de su hermana —Mi... —La tomó por los brazos —Ha Na, mi niña —La abrazó con fuerzas y mucho sentimiento cosa que removió el corazón de la castaña.
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30 dates → park jimin
Fanfiction❝Fueron muchos días a su lado, más de 30. En todos ellos me enamoraba un poco más de ella.❞ Colarse en el corazón de Park Jimin fue exactamente lo que hizo Hana. → Historia original.