Nueva York. Septiembre 2017.
Cuando se dieron las tres de la tarde, me armé de valor para revisar en la computadora los resultados de mi examen de admisión para la universidad. Al principio, la maldita desesperación y la ansiedad me carcome por dentro pero eso pasó al segundo plano cuando me di cuenta de que había sido rechazada. No tuve suerte.
Lo que significa: esperar un año entero para volver a repetir el proceso. Sentí mucha decepción. Era una mierda.
Y ahora, cuatro horas después, me encontraba en un restaurante de comida rápida desahogando mis absurdas penas comiendo hamburguesas. No era la mejor opción pero llevaba días evitando a toda costa la comida, era probar bocado o morirme.
Había pensado en la muerte en varias ocasiones pero no quiero morirme, aún no...
Me percaté que las recientes cicatrices de mis brazos eran visibles para todo el mundo. Las observé por un par de segundos y luego las oculté con las mangas de mi suéter. Fácilmente pude haberlas cubierto con maquillaje, la razón por la cual no lo hacía era para recordarme lo mucho que odio estar en mi propia piel.
También me di cuenta de que estaba devorando la comida como si no tuviese el tiempo suficiente. Vamos, frena. Tragué el último pedazo de mi hamburguesa con lentitud y moví mis ojos de un lado a otro para verificar que nadie me estuviera observando. Solo un niño de cinco años me miró furtivamente, lo más probable es que me haya tomado por loca.
«Pues, no lo culpo.» Me estaba volviendo loca.
—Caty —escuché a una voz masculina decir mi nombre. Estaba metida en mi propia burbuja que no pude identificarla—. Catherine —la voz se escuchaba más cerca.
Me levanté de mi asiento para ir casi corriendo a los baños. Necesitaba tranquilizarme. Abrí el grifo y mojé mi rostro con el agua fría, no quise mirarme en el espejo, porque ya sabía lo que vería y no me gustaba nada.
Traté de inhalar y exhalar para calmar las ganas de vomitar. A estas alturas, mi cuerpo rechazaba la mayoría de cosas que consumo, me obligué a resistir, porque necesito calorías para tener energía esta semana.
«Mierda, no puedo. Es insoportable»
Alguien puso su mano en mi espalda.
—Basta —habló con calma, era la misma voz de hace rato—. Solo te haces daño a ti misma.
Me volví hacia él para encontrarme con un colega: mi mejor amigo John, sus ojos azules me dieron a entender que estaba molesto, a John le molesta que haga esto. Él lo sabe. Sabe toda mi vida, si se le puede llamar así.
Él me conoce mejor lo que me conozco a mí misma, es una de las pocas amistades que he conservado, fue la primera persona que conocí cuando dejé Londres para vivir aquí en la ciudad de Nueva York.
—Trato de controlarme, John —pero es tan jodidamente difícil.
John asintió no muy convencido:
–Caty, mi hermana pasó por lo mismo, sé que estás mintiendo. Ni siquiera lo intentas.
Esto era un punto muerto, un momento jodido.
—Si nos ven aquí, van a malinterpretar las cosas y no quiero que me miren raro —cambié el tema. Debido a que éramos las únicas personas dentro de un baño público, cualquiera podía entrar y armar un alboroto.
John hizo una señal con la mano para indicarme que lo siguiera para abandonar el restaurante.
Lo miré sin entender nada mientras lo seguía.
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Mistakes S.M
Fanfiction-No te vas a librar de mí -dijo él. -¡Basta Shawn! Deja ya tu estúpida obsesión conmigo. -Eso es lo que eres: un capricho mío. -Pues olvidalo porque sólo te matará por dentro. Siempre habrá alguien que esté dispuesto a arreglarte pero a veces la...