Capítulo 7

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Mi madre no dejaba de mirarme, su mirada tenía una pizca de diversión, me ruboricé. Eso no era lo que necesitaba.

Traté de no prestarle atención y me apresuré a prepararle algo de comer, del tiempo que tengo viviendo con ella, no he cocinado mucho, creo que casi nunca por el hecho de que ella no hace las compras. Pero lo poco que aprendí fue en Londres, gracias a mi abuela, Isabel.

Ella es la única de mi pequeña familia que se preocupa realmente por mí. Gracias a ella sigo viva... La extraño mucho.

—En serio, Catherine. Estuviste  todo el día con un hombre guapísimo y no pasaron a otro nivel —dijo mi madre por décima vez.

Puse los ojos en blanco.

No la entiendo, no consigo entender el por qué se interesa por mi vida sexual y más de un momento a otro. Bueno, puede que se interese debido a que en ocasiones a pensado que me gustan las chicas. Por más que le diga que eso no es verdad, sigue aferrada a la idea.

—¿Qué se supone que debía hacer? —pregunté con enfado— ¿Jugar a la hora del té o a las cartas? —solté con ironía.
Mi madre terminó su comida con lentitud, lo hacía a propósito, eso me desesperó.
—Lo que hubiera hecho yo—giñó un ojo. Automáticamente mi mente se puso a traducir sus palabras como las siguientes; acostarme con él, jugar un rato, usarlo como una distracción.

Fruncí el ceño. Negué con la cabeza, con disgusto. A ella le encanta jugar pero a mí no. A ella no le importa nada de lo que pueda causar o hacer sentir en otra persona pero a mí sí.
¿Cómo se supone que deberíamos apoyarnos una a la otra, si ella tiene un idealismo totalmente diferente al mío?

No lo sé.

—No quería saber eso —finalmente respondí.
Los ojos verdes de mi madre se encontraron con los míos. Hasta ese momento no me había dado cuenta de que la tonalidad de sus ojos transmitían un  cierto disgusto y rabia.

Me pregunto si mi mirada será exactamente igual a la de ella. Ya que soy casi una copia de la mujer que me trajo al mundo.
—Oh, vamos, Catherine. No creo que seas una santa —dijo en un tono burlón. Entrecerré los ojos me daba coraje que mi propia madre le causara diversión burlarse de mí.

—Y a ti que te importa —dije molesta.
—A no me importa nada de lo que hagas —trató de callarme y herirme—, nada. ¿Entiendes?

¿Por qué mierda sigues aquí, aferrada a ella? ¿Por qué mierda no te largas de aquí? ¿Por qué no la dejas sola de una vez? Me pregunté a mí misma.

No llores, no vayas a llorar. No frente a ella. Ella no lo merece.

Me di media vuelta dándole la espalda, respiré profundamente para calmarme pero terminé sollozando. Podía ser la persona más insensible para el mundo, la mayoría del tiempo pero no podía serlo cuando se trataba de ella.

Me pregunto, si ella se sentirá mal cada vez que me gana la negatividad y le respondo fríamente. Creo que no. Pasaron unos minutos y me fui a mi habitación, antes de entrar mi madre salió de la suya, se había cambiado de ropa. Se miró en el espejo que estaba ubicado a la mitad del pasillo y no tardé en ver dos maletas.

Ella se iba, otra vez.

—¿Por cuanto tiempo? —no pude evitar preguntar. Quería asegurarme que el tiempo que ella este fuera no se exceda de mi límite para sobrevivir.

De un momento a otro, comenzó a maquillar su rostro.
—Dos meses —dijo sin importancia.
¿Dos meses?¿En serio? Es mucho tiempo, el dinero que tengo guardado no es el suficiente para sobrevivir dos meses. Hay gastos que cubrir. ¿Qué es lo que pasa por su mente?

Mistakes S.MDonde viven las historias. Descúbrelo ahora