Dioses y Demonios en la vida de una mortal

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Extraño nuestros anocheceres invadidos de pasión de gozo y más que todo extraño tus brazos regalándome cobijo al descansar.

Extraño tus verdes besos que me regalaban risas, bromas y los 'te amo' que nunca estaban de más.

Extraño tu presencia, el no escucharte me deja sorda y el no verte me deja ciega.

Extraño el no escucharte rabiar, extraño el no escuchar debatirme algo, extraño el que ya no me llames tuya.

Extraño tu inmadurez pero ya nada puedo hacer; he llorado, he dejado de comer, hoy mi único compañero es el cigarro y un moreno llamado café que me seducen a cada hora del día.

Te has llevado mis horas de sueño dejándome en la completa compañía del insomnio. Pero qué cruel amor.

Ayer decías no poder vivir sin mí y hoy respiras sin dificultad alguna mientras que yo sufro en una lenta agonía; mi estómago duele pero la pena me impide probar bocado.

¿Acaso es tan grave preocuparse por el ser que uno ama?, ¿qué ser humano puede ser tan ciego y no ver que cuando se ama se cuida, protege y respeta?, hoy tú te has vuelto ciego y en contra de eso he perdido no la batalla si no la guerra; sé que no regresarás a mí porque te seduce la noche, los excesos, te dejas arrastrar por la corriente que te aleja de la orilla de esta playa segura que soy yo pero si quieres vivir en el mar no puedo hacer nada más.

Haré hasta lo imposible por evitar verte porque el verte me duele, porque sé que no puedo acercarme a ti y colgarme de tu cuello y llamarte 'mi amor'; jamás pensé que me dolería tanto pero el amor es así, primero nos eleva y luego cuando nos ve en el apogeo nos deja caer sin aviso, de golpe para que nos duela y dejarnos con el corazón reventado en el piso sin posibilidades de recuperación. Te amé como jamás amé a nadie, te entregué todo lo que soy y lo que fui y no te importó, eso me mató a cada hora, a cada día, a cada instante; me quedé sola queriendo, me quedé sola creyendo, me quedé sola soñando.