DULCE O TRAVESURA

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"-Oye, ¿y vas a ir a celebrar Halloween con nosotras o te irás a tu casa?", "-En verdad iría pero mañana entro temprano a trabajar y no quiero andar con caña, amiga, además no traje ropa para cambiarme". Mi amiga me mira y se ríe: "-No seas mentirosa, yo sé que trajiste algo, si habíamos quedado en que hoy saldríamos, a mí no me engañas", y no puedo evitar la risa: "Bueno, traje algo pero nada como muy producido". "-Ya, po, estamos listas entonces". En el fondo igual quería ir y ¿cómo engañar a una amiga? "-Oye, sabes quién va, supongo..." La miro con cara de pregunta: "No, ¿quién?", "-El chico de la moto, el que te gusta". Ella se va riendo y yo me pongo algo nerviosa. Trabajo toda la tarde pensando en si vendrá o no. Él me encanta pero tiene fama de picaflor, en todo caso no lo quiero para casarme, sólo para disfrutar con él. Llega la noche y nos vamos todas al baño para arreglarnos. Me cambio de ropa y salimos del trabajo. Afuera nos juntamos todos y llega el tipo de la moto. Me saluda con afecto y simpatía: "Hola, ¿cómo estás?, tanto tiempo"; "-Sí, hola", y me pongo nerviosa. Emprendemos el rumbo a una disco para celebrar la noche de Halloween; nos vamos separados y nos juntamos en la disco. Entramos gratis al VIP por un amigo que es guardia. Compran ron y empieza la fiesta. Bailamos toda la noche y él se comienza a acercar más y más a mí. El alcohol hace que la cabeza me dé vueltas y estoy hasta la orejas de ebria; es tan grande el mareo que no conservo el equilibrio y me voy a tierra no una ni dos veces. El hombre de la moto me sujeta con fuerza para que no me caiga, y me río hasta porque dicen 'hola'. Mi amiga me lleva al baño y me pregunta: "Güeona, ¿estás bien?", "-Sí, mona, estoy bien, ¿viste? por eso no quería salir, sabía que me iba a curar, puta la lesera". "-Ya, pero ¿quieres vomitar, amiga?", "-No, sólo estoy mareada"; "-Oye, pero para de caerte", me dice mi preocupada amiga. Sólo me río y no coordino palabra. Nos vamos de vuelta al VIP. Ella me dice: "Afírmate, güeona, no te vayas a caer". Subimos por las escaleras hasta donde están los chicos; seguimos bailando y empiezan los concursos del mejor disfraz de la noche. Nosotros los miramos desde el segundo piso del VIP. Me apoyo en la baranda y de la nada el tipo de la moto se pone detrás de mí, me toma por la cintura y me aprieta con fuerza haciéndome sentir su hombría. La disco casi se viene abajo por toda la euforia de la noche. De pronto el tipo de la moto pone su mano en el cierre de mi blue-jean y lo baja. Mete su mano y comienza a tocarme provocándome placer y al mismo tiempo vergüenza. La oscuridad nos ayuda, pero a pesar de estar borracha le digo que se detenga. "¿Acaso no te gusta?", me dice en el oído. Me planta un beso dejándome sin respiración. Trato de calmar sus ganas diciéndole que salgamos a fumar. Salimos de la disco pero él no se detiene y sigue provocándome y tocándome, pero ésta vez ante los ojos de varios. Saco un cigarro para hacer distancia; me abraza y me besa el cuello. Termino de fumar y le digo que entremos. Esta vez no subimos al VIP, nos quedamos en la pista de baile y otra vez pierdo el equilibrio. Él me recoge y me sujeta; ambos estamos tan borrachos que no coordinamos bien nuestros pasos. De la nada aparece mi amiga y me dice: "Oye, ¿dónde estabas?, te estaba buscando, me tenías preocupada", y me empieza a retar como si fuera una niña. No puedo negarlo, tiene razón, trato de hacerle caso pero estoy muy mareada y sigo bailando con el tipo de la moto. Nuestra cara está completamente distorsionada. Después de un rato aparece mi amiga y me dice: "Oye, ya es hora de irnos". Me río y le digo: "Y ¿dónde sigue la fiesta?, pero si es temprano". Como dicen, 'un borracho no entiende razones' y esta no es la excepción, no quiero que la noche termine. Ella me dice: "Oye, son las cinco de la mañana y tú trabajas mañana, vamos hasta guardarropía por nuestras cosas". El hombre de la moto pide sus cosas, sus cascos y chaqueta y salimos de la disco; mi amiga con su amigo y yo con el mío. Al bajar las escaleras de la entrada de la disco un viento me toma y me mareo mucho más y me voy a tierra. Mi amiga me toma del brazo y le digo: "Tranquila, estoy bien, no sentí nada", a lo que ella me responde: "Hoy no sentirás nada pero mañana ya te quiero ver cómo andarás de adolorida", y se echa a reír. "¿Te irás con el tipo de la moto?", "-Sí", le digo y el deseo por él se me sale hasta por los poros. "-Pero este tipo está tan tomado como tú para manejar", me dice con tono de preocupación. "-Cálmate, no pasará nada, él está bien para manejar". Me arreglo bien, afirmo bien mis cosas, me pongo el casco y me subo en su moto chopera. No sé qué me excitaba más, si el motor de esa moto o el tipo que la maneja. Creo que un poco de ambos. Me despido de mi amiga y le digo: "Quédate tranquila, además es mi vecino y él me pasará a dejar a la casa, pierde cuidado". Me voy pensando en que no era malo si me acostaba con él, además sería el segundo hombre con el que me acostaría en mi vida, no pretendía quedarme con esa primera experiencia que fue tan fome y tediosa; quería conocer más sobre los placeres del cuerpo y él era perfecto para eso, guapo, intrépido, sin miedo al peligro o a que chocáramos contra una barrera de contención, seguro de sí mismo. Cualquier mujer le prometería amor eterno pero yo sólo quería disfrutar de su fuego y de cuerpo, además fuimos compañeros de trabajo, lo que me aseguraba que no lo vería más. El tipo de la moto me dice: "Y de aquí al motel, supongo", y le respondo entre risas: "Pero, obvio, si la noche es joven", y tomamos la carretera. Nos vamos riendo y tirando la talla. A medida que avanzamos el sueño me empieza a ganar. Él me pega en los muslos y me grita: "¿Vas bien?", "-Sí, tranquilo". Pasamos por varios moteles pero están todos llenos. Me dice: "Pucha, qué mala suerte"; le digo: "Yo conozco uno que a los dos nos queda cerca". "-¿Cuál?", me dice. "-Tú sólo conduce". Llegamos al veintiocho de Gran Avenida y le digo que entre por la calle Ernesto Riquelme. Llegamos al motel 'Amor en Lila'. Pasamos y hay habitaciones. Pedimos una, nos dan la llave, se estaciona, entramos en la habitación, ya no doy más de lo excitada que estoy. Se sienta en la cama y me subo sobre él y me lo como a besos y me muevo suavemente sobre él. De repente suena el teléfono. Él contesta y me dice: "¿Quieres algo?". Respondo que sí. "-Ok, tráiganos cuatro cervezas y algo para picar". Le pregunta por cuánto tiempo nos vamos a quedar. Él me pregunta: "¿A qué hora entras a trabajar más rato?", "-A las diez treinta". "-Ah, qué bueno -me dice-, entonces nos quedamos unas cuatro horas". "Sí, está bien". Cuelga el teléfono, comienza a parlotear como perico diciéndome lo rica que me encuentra y de lo mucho que le gusto. Estamos cortos de dinero y te propongo pagar a medias, total son tiempos modernos y lo de la caballerosidad esta noche no cuenta. Vienen a dejarnos las cosas y pagamos la habitación de inmediato. Después de tanta interrupción el efecto del alcohol empieza a desaparecer y mi pudor se hace presente. Me meto en el baño llena de arrepentimiento pero con el deseo vivo entre mis piernas. Salgo del baño y dejo de pensar; lo abrazo y tomo un largo trago de cerveza. Lo beso y lo tiro en la cama, le saco la polera, bajo hasta tu cinturón y puedo sentir cómo su admiración crece por mí bajo su cierre. Lo toco como nunca había tocado a un hombre; está tan excitado como yo. Me quita de encima, abre el botón de mis jeans y baja el cierre de este. Mete uno de sus dedos en mi vagina; me humedezco tan rápido que incluso olvido dónde estoy. Me preguntas: "¿Te gusta cómo te toco?"; entre gemidos le digo que sí. Desabotona mi blusa cuadrillé, y sin darme cuenta sale volando mi sostén de color negro. Se baja de la cama, me saca las zapatillas y los ajustados jeans azul oscuro que traía puestos. Me deja puesto sólo el colaless de encaje que traigo puesto. Pasa su lengua por mi cuello y eso sólo eleva más mi excitación, incluso siento sus dientes rozarlo. Le pido de forma imprudente que me muerda el cuello y se queda mirándome: "¿Estás segura", "-Sí", le digo. "¿Fuerte o despacio?", "-Sólo hazlo". De su boca descubro que lo rudo me gusta y le exijo que incremente sus mordidas. Luego baja hasta el nacimiento de mi vientre y entra con su lengua y me hace sexo oral, algo con lo que siempre fantaseé. Me regala un orgasmo y no me mido con mis gemidos. Soy recíproca y le devuelvo el favor. Entra en mí con gran placer y gozo; probamos posiciones que sólo había visto en libros. Después de un largo rato viene el descanso. Duermo por media hora, me despierto asustada, miro a la mesita de noche y veo los condones intactos y el pánico se apodera de mí. Salto de la cama al baño pegando un portazo que despierta a mi compañero. Él golpea la puerta y me dice: "¿Estás bien?, ¿qué te pasa?", "-Sí, estoy bien", le respondo. Doy el agua, me baño y reprendo a mí misma: "Pero cómo pude ser tan irresponsable, podríamos haber chocado, por la cresta, cómo no usé condón, eso me pasa por caliente, pero nunca más, lo prometo". Salgo del baño, me seco el cuerpo, busco mi ropa rápidamente. Él sigue recostado: "¿Qué pasa?, ¿ya nos vamos?", "-Yo me voy, si quieres te puedes quedar"; "-Pero ¿por qué la prisa si es temprano?", "-Tal vez para ti será temprano pero yo tengo que ir a trabajar". Me doy vueltas envuelta en la toalla buscando mi colaless. De la nada se ríe: "¿Qué buscas?", "-Mi ropa interior", y deduzco por su sonrisa que él los tiene. "Pásamelos, por favor, que me estoy atrasando". "-Pero no te vayas". Mi tono es firme y pesado: "Te dije que me los pases". Se da cuenta de que no estoy jugando y me los pasa: "Tranquila, aquí están". Me los pongo, me siento en la cama para ponerme los jeans, y al ponerme de pie me descuido por un segundo y él muerde uno de mis glúteos desnudos. Pego un grito (no de placer): "¡Idiota, ¿qué te pasa?, ¿estás loco?, me dolió. El mordisco fue tan fuerte que de seguro se me pondrá morado!". Termino de vestirme y me pregunta: "Pero ¿de verdad te vas?", "-Claro, ¿qué crees, que estoy jugando?"; "-Pero ¿por qué tan fría?, ¿por qué tan perra?, ¿de verdad me vas a dejar solo?". Me tomo un minuto para aclararle lo de aquella noche: "Ok, mira: lo de anoche fue genial, me regalaste una súper noche, lo pasé increíble, eres un gran amante, pero sólo fue algo de una noche". "-¿Acaso yo no te gusto?", "-Me encantas, pero no eres tú, soy yo. Es un cliché pero es verdad, no te lo tomes personal. El que no me quiera quedar no tiene nada que ver contigo. Gracias, cuídate". Sé que sonó a algo que diría un hombre pero fue lo primero que se me ocurrió. Salgo de la habitación y pido que me abran la reja pero la niña de la portería me dice no puede dejarme salir sola. Yo insisto: "Por favor, me tengo que ir, tengo que ir a trabajar y ya estoy atrasada". Le pido que llame a la habitación para que confirme que mi compañero nocturno está bien. "-Ok, ¿qué habitación era?", "-La ocho". "-Aló, buenos días, ¿se encuentra bien?..., Ah, ok". Le pregunto a la niña de la puerta: "¿Ya me puedo ir?", "-Sí, váyase". "-Gracias".

Salgo disparada en dirección a mi casa. Busco los lentes porque el sol me golpea en los ojos y aparece el maldito dolor de cabeza. Hasta el cantar de los pájaros me molesta. Suena mi celular y es mi madre. Sé que debo contestar pero para qué, si ya estoy cerca. Por fin llego a casa y mi madre me lanza mil preguntas por segundo y su voz tortura mis oídos. "Mamá, tranquila, estoy bien, no me pasó nada. Ahora tomaré desayuno, por favor déjame tranquila"; "-Pero dime de dónde vienes, hija, vienes con el pelo mojado". "-Sí, mamá, y muerta de hambre; dame algo de comer, por favor".

Rápidamente mientras me seco el pelo ella me hace un rico y contundente desayuno y de paso me regala una aspirina para el dolor de cabeza. "Ya, hija, está servido". Llego a la mesa y se me hace agua la boca: "Te pasaste, viejita". Mientras como ella no deja de observarme como interrogándome con la mirada. Después de un largo silencio y mucho más tranquila me dice: "¿Y me dirás dónde pasaste la noche o tendré que seguir adivinando, hija?"; "-Ok, mamá, yo no tengo secretos contigo y no empezaré hoy: pasé la noche con el tipo de la moto, ¿te acuerdas que te hablé de él?", "-Sí, hija, pero eso no me importa, lo que menos quiero es invadir tu vida íntima, eres adulta y ya sabes lo que haces; pero lo único que me interesa saber es si te cuidaste o no". "-La verdad es que no, me porté de manera muy irresponsable, es por eso que pasaré a pedir al consultorio una receta para tomar la pastilla del día después". "-Ay, hija, por Dios..."; "-Mamá, por favor no me digas nada". Ella me abraza y me besa. "-Tranquila, hija, pero para la próxima ya sabes"; "-Sí, ya sé". Termino mi desayuno, salgo de la casa y tomo un taxi. "Déjeme en el consultorio, por favor". Llego al lugar y paso a Urgencias. Traigo lentes oscuros y una chaqueta con capucha. Para mi fortuna no hay nadie y paso a la ventanilla: "Hola, buenos días". La mujer me pregunta: "¿Cuál es su urgencia?", "-Bueno..., yo..., eh..., necesito..." La enfermera me dice: "Disculpe, pero no le entiendo, ¿podría hablar más fuerte?"; "-Necesito la pastilla del día después". "-Ya entiendo, pero no hay, se acabaron". Entro en cólera: "¡¿Cómo que no hay?!, ¡¿cómo no le va a quedar una?!" Me comienzo a desesperar, la mujer cierra la ventanilla y sale por la puerta: "Cálmese"; "-¡No me pida que me calme!"; "-Tranquilícese, como ya le dije, no hay pero le puedo hacer una receta para que la compre en la farmacia pero le advierto algo: es cara"; "-Me da lo mismo, si tengo dinero. Sólo dame la vendita receta". Entra de nuevo, abre la ventanilla y me pasa la receta: "Tome. La compra y se la toma de inmediato". "-No sabe cómo se lo agradezco. Es usted una santa.

Llego hasta la farmacia y le paso la receta a la vendedora: "Buenos días, dígame, por favor, que la tiene". La niña me dice: "Sí, la tengo, tranquila. Tome asiento mientras se la busco". Miro la hora en mi celular y veo que es temprano. La vendedora me llama: "Señorita, aquí está". "-Gracias. ¿Cuánto es?", "-Once mil nueve noventa". Se me cae la cara: "¿De verdad cuesta eso?" La vendedora pone una sonrisa como queriendo consolarme: "Sí, ese es el precio". "-Ok, démela, en fin". "-¿Se la tomará de inmediato?" Y la quedo mirando: "¿Cree que sea buena idea tomarla ahora?"; "-Señorita, es la pastilla del día después, es por eso su nombre. Bueno, usted entiende". "-Sí, tiene razón". La gentil vendedora me ofrece agua para tomarla. "-Ha sido muy gentil, gracias". "-Por favor. Es mi trabajo. Por cierto, tengo condones en promoción por si necesita". La quedo mirando y le digo: "No, pero agradezco el dato, qué amorosa". Salgo de la farmacia para tomar un colectivo para mi trabajo. Lo pago y en mi mente me repito: "Prometo que nunca más vuelvo a portarme como una adolescente. Lo prometo".

Dioses y Demonios en la vida de una mortalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora