COMO UNA CANCIÓN

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Hoy recibí una llamada de un amor de la infancia. Uno de esos amores platónicos con el que fanaticé hasta los dieciséis años. Ha pasado casi un año desde la última vez que lo vi. "Estoy en Santiago, mi niña, ponte bonita para que nos juntemos". "¿Dónde iremos?", le pregunto. "¿Te parece si vamos al cine?", le digo que estoy de acuerdo, me comienzo a preparar y recuerdo la última vez que nos vimos. "Juntémonos en la estación del metro Ciudad del Niño, nos queda más cerca el cine", me dices. Llego a la estación un poco antes. Traigo puesto un vestido negro, corto, ajustado y escotado, pantys negras y tacos altos; traigo el cabello suelto, los labios rojos para que no pierdas atención a mis palabras; estos resaltan de mi blanca cara; pestañas negras y ojos delineados para que el verde de estos resalte, pantaletas de encajes al igual que mi sostén, el que se asoma tímidamente por mi escote. No recuerdo si es invierno u otoño, sólo recuerdo que hacía un poco de frío y tenía puesta una chaqueta negra de terciopelo con bordados estampados. Tenía veintiséis años y ya era por completo una mujer, con buen cuerpo y deseada por cualquier hombre. Te espero junto al andén; a lo lejos te veo y camino a tu encuentro contoneando mis grandes caderas para ver si te puedo provocar. Me 'escaneas', no me miras pero simplemente no te importa; me lanzo sobre ti y te doy un dulce beso en los labios. Te he comprado un regalo, nada especial, es algo simbólico, algo que sólo tú y yo podremos comprender. "¿Cómo estás, mi niña? Ha pasado tiempo, ¿verdad?", y me envuelves en un cálido abrazo. "Estoy bien, trabajando", tomo tu mano y caminamos hasta el cine; los bocinazos y piropos no se hacen esperar. No te importa que los tacos me den altura y que te veas un poco más bajo que yo. Caminas con orgullo de mi mano como si fuera la mejor hembra de este mundo; llegamos al cine, compras las entradas. Es temprano y me dices: "Tomemos algo para esperar", y nos vamos por un gran helado. Hablamos de tu vida y de la mía y me dices: "¿Qué tienes ahí?, por lo que puedo ver no son libros de matemáticas". Suelto una risa y te hago una mueca como cuando era niña. "Te compré un regalo. No le des importancia, es una tontera". Te lo paso y me dices: "Pero ¿por qué?, no era necesario". "-Sólo ábrelo y lo entenderás". Abres la bolsa de regalo y sacas una película. Me miras y dices: "Vaya, qué lindo regalo, ahora comprendo, gracias, mi niña". "-¿Te gustó?", "-Me encantó, espero que algún día la veamos juntos". La película es "Lolita"; la versión que salió en 1997. "-Me costó encontrarla". "-Me imagino", me dices. "-¿Te puedo preguntar algo, mi niña?", "-Sí, claro", "-¿Por qué esta película?" Me sonríe y le digo: "Porque es muy parecida a la historia nuestra, la diferencia está en que el protagonista de la película sí pasó los límites, en cambio tú sólo te fuiste dejándome con ganas de seguir queriéndote. ¿Te imaginas si nuestros parientes supieran lo que sentí por ti o lo que tú sentías por mí y lo que tal vez aún siento?", me miras asombrado y me dices: "Sólo estás confundida, eras sólo una niña", "-Lo sé, pero hoy soy una mujer con experiencias en la vida y en mi cuerpo, ¿es que acaso no te agrado?", me tomas las manos y me dices: "Siempre has sido bella y hoy más que nunca. Te has convertido en una bella y sensual mujer; tienes un bello cuerpo que si te dijera que no lo deseo estaría mintiendo", pero yo no entiendo razones. Comienzo a recordarte los momentos cuando me dabas lecciones y estábamos solos: "¿Recuerdas cómo me sentaba en tus piernas buscando provocarte algo?, ¿recuerdas la vez que te robé un beso?, ¿recuerdas cuando te dije que te quería?", "Claro que lo recuerdo", me dices, "...y me da vergüenza porque de cierta manera te seguía el juego; me siento culpable porque sólo eras una niña". Trato de cambiar el tema porque te veo complicado: "Bueno, cálmate, tú no hiciste nada; siempre fui yo quien te buscó, sabía que estaba mal pero no me importaba y, como tú dices, era sólo una niña, pero ya no lo soy más y el deseo se puede ver en mis ojos". De pronto miras tu reloj y dices: "Ya es hora de la película, vamos hasta el cine", pero esta vez estoy algo desanimada. Sé que no pasará nada entre tú y yo; compras cabritas y entramos a la sala. La película es de acción porque sabes que esas me encantan. Terminamos el cine. Me dices: "Te iré a dejar a la casa", pero es temprano y la noche está tan bonita y te abrazo pegando mi cuerpo al tuyo. Me alejas sutilmente, tomas mi mano y nos vamos en busca de un taxi. Me voy todo el camino callada pensando en tantas cosas, en lo ridícula que me sentía jugando el papel de mujer sensual cuando tú aún me ves con chapes y jardinera. Llegamos a mi casa la que alguna vez también fue la tuya. Me acercas y me dices: "Fue lindo salir contigo, espero que nos volvamos a ver". Me besas en la boca y simplemente te marchas. Por fin termino de arreglarme. Esta vez no jugaré ningún papel ni trataré de provocarte porque sé que no me deseas, incluso llego tarde; te veo y te saludo como siempre y te beso de manera imprudente en la boca. Hoy los años se te notan más que ayer y estás cerca de tus cinco décadas aunque todavía te faltan tres pasos para llegar. Te sigues viendo guapo e interesante. "Hola", me dices, "Pero qué linda". Te respondo: "Ya lo sé"; tratas de hacer conversación: "Veintisiete años ya, vaya, cómo pasa el tiempo", "-Sí, pasa rápido", mientras seguimos caminando. Te espero sentada mientras tú compras las entradas. Comienzas a hacerme un interrogatorio de mi vida amorosa. "Y, cuéntame, ¿estás enamorada de alguien?", te miro con cara de duda y te digo: "Tal vez" y suelto una risa. No esperas que entre en detalle y me lanzas otra pregunta: "¿Has tenido muchos amantes?", a lo que te respondo: "¿Acaso quieres saber si tengo experiencia en la cama?, ¿es esa tu pregunta?" Te quedas en silencio. Luego de un segundo me dices: "No es eso lo que me importa, sólo quiero saber si te cuidas, si eres precavida, si tomas la cosa con seguridad o sólo te dejas llevar por tus impulsos". Mi enojo es notorio en mi respuesta: "¿Acaso me estás tratando de puta y fácil?", entro en una rabia que se puede ver a kilómetros. Su pregunta me ofende y me duele, más aún si me la hace el hombre que amé por tantos años. En modo de defensa te ataco con mis palabras: "Bueno, no me sorprende tu prejuicio, además todos en la familia tienen esa estúpida opinión sobre mí, pero ambos sabemos que hablan por envidia", "-¿Quiénes hablan de ti?", "-Todos, sobre todo mis primas, simplemente porque no vivo de la opinión de la gente, disfruto de mi vida y no le hago daño a nadie y al parecer tu también, porque no admites que tienes miedo de no rendir como debes". "¿En qué te basas?", me preguntas, suelto una risa y te respondo: "En que nunca quisiste acostarte conmigo, soy mucha mujer para ti". Mi despecho habla y no se mide, tomo mis cosas y me marcho.

Pasaron un par de años cuando volví a saber de ti. Dolorosa es la noticia: me llegan rumores de que te casaste. Sin perder un minuto te llamo y te reclamo: "Aló... Hola... Dime cómo es eso de que te casaste y además por qué me tengo que enterar por una red social; ¿por qué no me lo dijiste?", "-Es algo que tenía que hacer". "-¿O sea que no te casaste por amor?, ¿que fue como un mero trámite?, ¿eso me estás diciendo?", "-No, simplemente quiero estar tranquilo". Al escuchar esa palabra me di cuenta de lo egoísta que había sido. Te tuve por tanto tiempo congelado en mi recuerdo que no te daba la oportunidad de una compañía para tu vida. Me quedé callada aferrada al teléfono. "Aló, ¿estás ahí?" Me recompongo rápido y te contesto: "Sí, aquí estoy. Bueno, no me queda más que desearte toda la felicidad del mundo porque te la mereces. Me despido de ti para siempre". Una extraña sensación de alivio viene a mí. "Sé que serás feliz y si tú lo eres, yo también".

Dioses y Demonios en la vida de una mortalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora