EL DIOS Y LA MORTAL

99 10 8
                                    

 Eres el dios sol que bajó desde el Olimpo, escogiste a esta mortal para satisfacer tus más oscuros deseos; ella con sólo mirar tus ojos cafés supo al instante que sería todo lo que tú quisieras.

Tu piel dorada y caliente cautivó a la mortal cayendo en el deseo absoluto, tú la tomaste metiendo tus dedos en lo más profundo de su sexo, ella cruzó sus piernas con todas sus fuerzas pero la lluvia no se hizo esperar empapando todo a su paso.

Tú, tan perfecto y ella tan simple, tan pálida, tan tímida, pudorosa, llena de complejos y temores; el dios sol no le permitió pudores, los tomó y los arrojó por la ventana, y le dijo: "Tú, mi mortal mujer, eres mía y lo serás siempre, cuando yo quiera, cada vez que baje a esta tierra vendrás a mí". La mujer con una simple mirada obedeció a su dios.

Cada vez que el calor la sofocaba en la noche, sabía que era la venida de su dios; descendía montado en su tigre desde la constelación, su cuerpo era esculpido a mano, su cara era tan bella, una sonrisa con la que lo iluminaba todo, sus labios perfectamente definidos casi como dibujados, los toco con mis manos para sentir su suavidad, su abdomen estaba tan definido y duro como tabla, sus piernas firmes como cañones, sus brazos son tan fuertes que no puedo escapar de su abrazo apretado, él me desnuda y me acaricia con ternura, acerca su boca a la mía, saca su lengua y la introduce en la mía, me genera placer y comienzo a humedecer mi pantaleta de encaje; la vergüenza en mi rostro no se hace esperar; comienza a tocarme y mi agitación es mayor, él tapa mi boca con sus grandes manos y mi agitación se incrementa; me sujeta con firmeza, se sube en mí entrando con fuerza en mi carne, besa mis pálidos pechos y llego al Cielo, como gato me muerde el cuello impidiendo que me mueva; mi excitación y el deseo por él crece a cada instante, toma mis piernas y las pone junto a su rostro, luego sale de mí y me hace sexo oral y nuevamente llego al Cielo; espasmos de placer hacen que todo mi cuerpo vibre; tímidamente me animo a comer de su cuerpo, es tan perfecto que aún no lo creo. ¿Cómo es que el dios sol aún brilla en la obscuridad absoluta?, es una de las muchas preguntas de esta mortal, cómo es que me eligió a mí entre tanta mujer bella y perfecta, sólo puedo pensar que soy un capricho, un juego, diversión tal vez, prefiero no pensar en eso; luego el dios emprende su retorno hasta su reino en donde lo esperan diosas perfectas y ninfas para todo su servicio. Llama a su tigre con un silbido ligero. Antes de irse toma mi rostro entre sus manos y me dice: "Tú, mi mortal mujer, eres mía y lo serás siempre y cuando yo quiera; cada vez que baje a esta tierra vendrás a mí". Me besó y salió por la ventana de mi habitación.

El dios se fue llevándose todo lo que la mortal sentía; ella se sintió bella, deseable, vibrante, radiante, estupenda, llena de vida, se acercó a la ventana viendo cómo su dios particular se alejaba y se perdía entre las estrellas. Sola se quedó pensando en cuánto tiempo volvería a su vida su dios sol.

Una noche, él regresó pero la mortal no sintió su llegada porque estaba completamente dormida. El dios sol sintió celos de Morfeo ordenándole que se alejara de su mortal mujer. Él se fue si dudar. De pronto me despierto y veo los ojos inyectados en furia y deseo de mi maravilloso DIOS. ¿Por qué has de estar dormida cuando he venido por tu carne?, preguntó de manera severa. Yo lloré y pedí perdón; me tomó como nunca, me penetró hasta lo más profundo como castigándome como si lo hubiera engañado; ató mis manos y pies, con pañuelo de seda tapó mi boca, besó cada espacio de mi pálido cuerpo, gozó al ver mi desesperación y me hablaba telepáticamente. "¿Quieres que te desate?", preguntaba, le imploré que lo hiciera, "Este será tu castigo", dijo; me dio orgasmos uno tras otro, introducía su lengua en mi sexo de manera incansable; el sudor empapaba todo mi cuerpo y sentía que me desvanecía; mordisqueó mis muslos, luego entró en mí fuertemente una y otra vez, mordió fuerte mi cuello porque sabe que me gusta y que calienta mi sangre. Fue la noche más larga de mi vida. Cuando el día ya llegaba él me desató y se marchó no sin antes decir: "Tú, mi mortal mujer, eres mía y lo serás siempre y cuando yo quiera; cada vez que baje a esta tierra vendrás a mí".

La mortal se quedó en un rincón de su habitación llorando porque su dios no podía amarla, sólo desearla. "¿Qué gano con tenerlo de vez en cuando si nunca su corazón será mío?", se preguntó la mortal, "...esto se acabará y terminaré en una penosa soledad".

Pasaron dos semanas y no sabía nada de su dios, cada noche la mortal dejaba la ventana abierta con la esperanza de que su dios apareciera. Su ida al trabajo era tediosa y no hablaba con nadie; sentada en el metro venían a su mente imágenes de ella con su inmortal dios sol.

Cuando se terminaba la tercera semana una noche de luna, el regresó, le besó con amor, la acarició con más ternura que nunca; "Te amo, mi maravilloso dios sol" le dijo la mortal. Él se quedó en un profundo silencio y le dijo: "Tienes los pies fríos". Ella insistió: "He dicho que te amo"; "Te escuché, mi bella diosa de la Tierra, pero yo no puedo amarte, esto es todo lo que te puedo dar; mi corazón le teme al amor. ¿Acaso no eres feliz con esto?", la mujer con lágrimas en el rostro le respondió: "Sí lo soy, pero quisiera que me amaras como yo te amo, no quiero ser sólo un placer en tu vida, quisiera ser todo y más"; "Pero ya te lo he dado todo", reclamó el dios y su cuerpo se llenó de flamas, mientras que su tigre rugía desde la ventana. Ella se echó a llorar acongojada, inconsolable; él apagó su ira, la tomó por los brazos y le preguntó: "¿Quieres que me marche para siempre?, pídeme lo que quieras y lo haré". Ella levantó el rostro y le dijo: "Ámame como yo te amo"; "No puedo amarte" le dijo y también lloró; ella lo besó por última vez, lo abrazó fuertemente y le dijo: "Vete y no regreses, llévate contigo todo lo que fui un día, llévate todo lo que sentí, llévate todas mis caricias, mis ilusiones, porque al irte te lo llevas todo, mi felicidad, mi dicha, mi belleza, mi corazón.

El dios la besó en la frente y le dijo: "Con este beso todo esto te parecerá un sueño; no recordarás lo que vivimos y no me recordarás a mí. Ella cayó en un profundo sueño, él la recostó en la cama y se quedó sentado toda la noche observando como dormía su mortal mujer; su tigre estaba echado a sus pies ronroneándole como diciendo "amo, ya es hora de irse". Él se acercó a la cama, acarició su castaño cabello y emprendió su definitivo regreso hasta el Olimpo.

Ella despertó al medio día con un cosquilleo en los pies. Dio una mirada y se asomaron unas orejas puntiagudas y atigradas. "Y tú, ¿de dónde has salido, pequeño?", el pequeño gato se acercó a ella regalándole ronroneos; ella lo miró con ternura y le preguntó: "¿Es que acaso no tienes casa y has entrado por la ventana, pequeño ladrón?", el gato le maullaba como contestando a sus preguntas. "¿Te gustaría quedarte?", el gatito se echó en la cama en signo de afirmación. Ella lo tomó y se lo llevó a la cocina, le dio agua y un tarro de atún. "¿Sabes?, tuve un sueño tan raro, soñé con Apolo, el dios del sol. ¿Sabes quién es Apolo, gatito?", el gato la mira casi como haciendo una mueca. "Es un dios de la mitología griega, increíble que soñara con él, pero ¿sabes algo, gatito?, fue un buen sueño. Y ¿cómo te llamaré?", le preguntó la mujer mientras el gato se relamía los bigotes. "Ya sé, te llamaré Apolo como el dios".

Y así la mortal mujer siguió su vida sin recordar nada, sólo pensando en que todo lo que vivió solo fue un maravilloso sueño, mientras que el DIOS SOL la observaría con tristeza desde lo alto del Olimpo por toda la eternidad porque no la podía amar.





AMIGO Y AMANTE

Has pasado de amigo amante. Es algo raro el tenerte y a veces ni siquiera quisiera verte, porque me lastima y confunde.

Has pasado de ser consejero a un experto en dar besos de fuego, lo que es aún mucho mejor para esta relación.

Durante todo este tiempo siempre fuiste un amigo común y natural con el cual podía contar y si la tristeza me acechaba, me enviabas abrazos desde la distancia y me confortaban.

Yo soy, al igual que la luna blanca, variable, inconstante. Ayúdame a querer quedarme, ayúdame a creer, ayúdame a no tener miedo a perder.

Hoy doy el primer paso. Hoy reconozco que te amo.




Dioses y Demonios en la vida de una mortalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora